Nº 64
Junio de 2007
Junio de 2007
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LOS 39 AÑOS DE BOEDO
Por Mario Bellocchio
MARTÍN MALHARRO Y EL IMPRESIONISMO
Diego Ruiz y su Callejeando historia
TINTA CHINA
Por Mónica López Ocón
EL INFORME DE LA COMISION PLAZA
Por Patricia Roselló
Qué plaza queremos
VECINOS PARTICIPATIVOS
Entrega de distinciones
EL MIRADOR DE COMASTRI Y SU IDENTIDAD BARRIAL
Por Mario Bellocchio
ALGUNAS APRECIACIONES SOBRE CUESTIONES FRONTERIZAS
Por Rubén Derlis
SAN LORENZO. DEVOLUCIÓN DE UN PREDIO
Aprobación en primera lectura
LA INDUSTRIA DE LA IMBECILIDAD
Por Carlos Penelas
EN LA BOCA: TORNILLOS ALREDEDOR DEL MAESTRO
Por Edgardo Lois
POEMA
No habrá más penas ni olvido
Por Rafael Alberto Vásquez
EDITORIAL
La elección
Por Mario Bellocchio
AGENDA DE CULTURA GRATUITA
Los 39 años de Boedo
Nuestro joven barrio todavía no ha transitado, tangueramente, el codo de los cuarenta. El 11 de junio se cumplen treinta y nueve años de la promulgación de la ordenanza Nº 23.698 que delimitó por primera vez los barrios de la ciudad hasta ese momento imprecisos y superpuestos.
Junio de 1580. Desde Asunción llega Juan de Garay y el día 11 funda Santa María de los Buenos Ayres. Una carabela y dos bergantines descienden el Paraná y el estuario para trasladar a los sesenta y cinco nuevos pobladores, los elementos de labranza y otras dotaciones de agricultura. Se reúnen con el ganado que había hecho el trayecto por tierra y conforman el nuevo asentamiento.
Rodrigo Ortiz de Zárate y Gonzalo Martel de Guzmán son nominados como alcaldes de la ciudad, que cuenta con su escudo de armas y su cabildo con seis regidores. Tanto despliegue acredita unos días de descanso en... ¡Mar del Plata! La bitácora de Garay denuncia un viajecito exploratorio, por esos días, hasta el que hoy se denomina Cabo Corrientes. De esta manera, hace cuatrocientos veintisiete años, Juan de Garay desplegaba el papiro inaugural en el trunco tronco bonaerense.
Hace mucho menos —treinta y nueve años para ser precisos— a las autoridades de la ciudad se les ocurrió que había que formalizar una circunstancia vigente de hecho: la divisoria barrial. Y nada mejor que la fecha fundacional del 11 de junio para labrar las actas. Así que, previa fundamentación, rubricaron los límites que cuatro años más tarde —1972— tendrían algún retoque y sanción definitiva.
Y había que fundamentar para acordar alambradas porque el despliegue de las patrias chicas barriales no era escaso. Hurgar y decidir sobre las chapas fundacionales, culturales y hasta deportivas que justificaran un límite barrial fue la ecléctica tarea que debieron asumir los legisladores. El discurso previo al articulado revela las dimensiones de las amistosas, y a veces no tanto, controversias “aduaneras”.
Buenos Aires, 11 de junio de 1968.
CONSIDERANDO:
Que la Ciudad de Buenos Aires, fundada por Don Juan de Garay el 11 de junio de 1580, ha ido creciendo sin tregua y sin pausa [...]
Que, dentro de su dilatada extensión, se han constituido núcleos ciudadanos [...]
Que estos barrios ostentan nombres que los distinguen y precisan su ubicación en el vasto ámbito capitalino, que ningún porteño desconoce, a pesar de tratarse de denominaciones fundadas en el uso, la costumbre o la identificación con la parroquia, o con algún edificio notable, o ser recuerdo de la “villa” inicial incorporada en el decurso del tiempo a la ciudad creciente;
Que, no obstante, los barrios porteños carecen de límites exactos, por cuanto se han formado en torno a núcleos primitivos cuyos epicentros, si bien tienen casi siempre características definidas, con su vida propia y sus actividades sociales, culturales, comerciales o industriales peculiares, al expandirse se confunden con los barrios vecinos estableciéndose zonas marginales indecisas;
Que se estima oportuno determinar los límites de los distintos barrios que componen la ciudad a fin de precisar la esfera de acción de las entidades constituidas en ellos, promover el desarrollo de la acción comunitaria en beneficio del progreso y afirmar la perdurabilidad de los nombres caros al espíritu y las tradiciones de la población;
Por todo ello; en uso de las facultades acordadas por la ley 16.897 (B. M. 12.857);
El Intendente Municipal,
SANCIONA Y PROMULGA CON FUERZA DE ORDENANZA:
Artículo 1º - Establécese que los barrios que integran la Ciudad de Buenos Aires están comprendidos entre las avenidas y calles que se detallan a continuación:
[...] BOEDO: Av. Loria, Av. Caseros, Av. La Plata, Av. Independencia.
[...] Art. 2º - La presente ordenanza será refrendada por los Secretarios de Obras Públicas y Urbanismo y de Cultura y Acción Social.
Art. 3º - Dése [...]
IRICIBAR. - Roberto J. Vernengo - Máximo A. Vázquez Llona.*
Por Mario Bellocchio
MARTÍN MALHARRO Y EL IMPRESIONISMO
Diego Ruiz y su Callejeando historia
TINTA CHINA
Por Mónica López Ocón
EL INFORME DE LA COMISION PLAZA
Por Patricia Roselló
Qué plaza queremos
VECINOS PARTICIPATIVOS
Entrega de distinciones
EL MIRADOR DE COMASTRI Y SU IDENTIDAD BARRIAL
Por Mario Bellocchio
ALGUNAS APRECIACIONES SOBRE CUESTIONES FRONTERIZAS
Por Rubén Derlis
SAN LORENZO. DEVOLUCIÓN DE UN PREDIO
Aprobación en primera lectura
LA INDUSTRIA DE LA IMBECILIDAD
Por Carlos Penelas
EN LA BOCA: TORNILLOS ALREDEDOR DEL MAESTRO
Por Edgardo Lois
POEMA
No habrá más penas ni olvido
Por Rafael Alberto Vásquez
EDITORIAL
La elección
Por Mario Bellocchio
AGENDA DE CULTURA GRATUITA
Los 39 años de Boedo
Nuestro joven barrio todavía no ha transitado, tangueramente, el codo de los cuarenta. El 11 de junio se cumplen treinta y nueve años de la promulgación de la ordenanza Nº 23.698 que delimitó por primera vez los barrios de la ciudad hasta ese momento imprecisos y superpuestos.
Junio de 1580. Desde Asunción llega Juan de Garay y el día 11 funda Santa María de los Buenos Ayres. Una carabela y dos bergantines descienden el Paraná y el estuario para trasladar a los sesenta y cinco nuevos pobladores, los elementos de labranza y otras dotaciones de agricultura. Se reúnen con el ganado que había hecho el trayecto por tierra y conforman el nuevo asentamiento.
Rodrigo Ortiz de Zárate y Gonzalo Martel de Guzmán son nominados como alcaldes de la ciudad, que cuenta con su escudo de armas y su cabildo con seis regidores. Tanto despliegue acredita unos días de descanso en... ¡Mar del Plata! La bitácora de Garay denuncia un viajecito exploratorio, por esos días, hasta el que hoy se denomina Cabo Corrientes. De esta manera, hace cuatrocientos veintisiete años, Juan de Garay desplegaba el papiro inaugural en el trunco tronco bonaerense.
Hace mucho menos —treinta y nueve años para ser precisos— a las autoridades de la ciudad se les ocurrió que había que formalizar una circunstancia vigente de hecho: la divisoria barrial. Y nada mejor que la fecha fundacional del 11 de junio para labrar las actas. Así que, previa fundamentación, rubricaron los límites que cuatro años más tarde —1972— tendrían algún retoque y sanción definitiva.
Y había que fundamentar para acordar alambradas porque el despliegue de las patrias chicas barriales no era escaso. Hurgar y decidir sobre las chapas fundacionales, culturales y hasta deportivas que justificaran un límite barrial fue la ecléctica tarea que debieron asumir los legisladores. El discurso previo al articulado revela las dimensiones de las amistosas, y a veces no tanto, controversias “aduaneras”.
Buenos Aires, 11 de junio de 1968.
CONSIDERANDO:
Que la Ciudad de Buenos Aires, fundada por Don Juan de Garay el 11 de junio de 1580, ha ido creciendo sin tregua y sin pausa [...]
Que, dentro de su dilatada extensión, se han constituido núcleos ciudadanos [...]
Que estos barrios ostentan nombres que los distinguen y precisan su ubicación en el vasto ámbito capitalino, que ningún porteño desconoce, a pesar de tratarse de denominaciones fundadas en el uso, la costumbre o la identificación con la parroquia, o con algún edificio notable, o ser recuerdo de la “villa” inicial incorporada en el decurso del tiempo a la ciudad creciente;
Que, no obstante, los barrios porteños carecen de límites exactos, por cuanto se han formado en torno a núcleos primitivos cuyos epicentros, si bien tienen casi siempre características definidas, con su vida propia y sus actividades sociales, culturales, comerciales o industriales peculiares, al expandirse se confunden con los barrios vecinos estableciéndose zonas marginales indecisas;
Que se estima oportuno determinar los límites de los distintos barrios que componen la ciudad a fin de precisar la esfera de acción de las entidades constituidas en ellos, promover el desarrollo de la acción comunitaria en beneficio del progreso y afirmar la perdurabilidad de los nombres caros al espíritu y las tradiciones de la población;
Por todo ello; en uso de las facultades acordadas por la ley 16.897 (B. M. 12.857);
El Intendente Municipal,
SANCIONA Y PROMULGA CON FUERZA DE ORDENANZA:
Artículo 1º - Establécese que los barrios que integran la Ciudad de Buenos Aires están comprendidos entre las avenidas y calles que se detallan a continuación:
[...] BOEDO: Av. Loria, Av. Caseros, Av. La Plata, Av. Independencia.
[...] Art. 2º - La presente ordenanza será refrendada por los Secretarios de Obras Públicas y Urbanismo y de Cultura y Acción Social.
Art. 3º - Dése [...]
IRICIBAR. - Roberto J. Vernengo - Máximo A. Vázquez Llona.*
¿Pero cómo: entonces el Grupo Boedo, los poemas de Manzi y de Centeya, de qué barrio hablaban?
El concepto de pertenencia que barrio pone en juego, responde más a un análisis sociológico que geográfico. La divisoria del 68/72 se ocupó más de este último que del primero.
¿Y cómo era ese Boedo sín límites demarcados anterior a junio del 68?
El Viejo Gasómetro vibraba con los Matadores cuya pertenencia a Boedo se gritaba como nunca antes. Se cumplían veinte años del estreno de “Sur” de Manzi y Troilo. En el mapa, los límites actuales surcados por dos ejes —Boedo-Sáenz y Garay-Vernet— que partían en cuatro la superficie, asignaban a las secciones de Registro Civil de San Cristóbal Sud (sic) el fragmento de Saénz-Boedo, Garay, S. de Loria y Caseros; a la de San Cristóbal Norte: Boedo, Independencia, S. de Loria y Garay; a San Carlos Sud (sic): Garay-Vernet, Av. La Plata, Independencia y Boedo; y, finalmente, a Nueva Pompeya: Boedo-Sáenz, Caseros, Av. La Plata y Vernet-Garay.
Ese “reparto” de lo que consideramos nuestro terruño comenzó a tener polos reconocibles en ambiguos términos tales como alrededores de o la zona de Boedo; y hasta algún osado se animó con la palabreja: barrio, saliendo de la velada alusión en la que no quedaba claro si se refería a una avenida o a la zona. Todavía hay quienes discuten si Manzi escribió San Juan y Boedo antigua —por la avenida— o antiguo —por un barrio aún en ciernes.
Cierto es que la proyección hacia la primera plana la brindó, indudablemente, la irrupción del Grupo Boedo —o de Boedo como dirían los fanáticos del zonalismo— y su controversia con los de Florida. Siendo esta una calle, hay razones para suponer que la otra alusión era para la avenida.
El otro polo, que planteaba un límite insoslayable para futuros delimitadores fue el Gasómetro de Av. La Plata. Cuando en la madrugada del siglo XX el tono altisonante del Carbuña Monti imponía: San Lorenzo, sí, pero que se aclare: de Almagro, definía una identidad barrial efímera, pero identidad “barrial” al fin, del lugar de origen que sólo quedó en las actas fundacionales y en el nombre oficial de la institución.
Ya en las primitivas reuniones del “Dante” tenía vigencia el mote de Gauchos de Boedo, afincando la pertenencia barrial, para culminar la rúbrica con el visceral ¡Sí, sí, señores, yo soy de Boedo! ¡Soy de Boedo de corazón!
Y los Artistas del Pueblo, la Universidad Popular de Boedo, la Peña Pacha-Camac, el Corso de Boedo; una enumeración que pecaría de taxativa si no se advierte que se alude a las de mayor conocimiento público prescindiendo, por razones de espacio, de un listado más completo.
Boedo: un barrio de estirpe, con identidad desde las primitivas épocas de indocumentado, hoy cumple treinta y nueve años desde que le entregaron los papeles.
Mario Bellocchio
(*) Ordenanza Nº 23.698 del 25/6/1968, Boletin municipal de la Ciudad de Buenos Aires Nº 13.336, pág. 7428
Callejeando historia
Martín Malharro y el impresionismo
Hablábamos en los últimos callejeos de los primeros artistas argentinos que, becados por el Estado de Buenos Aires primero y por el Estado Nacional más tarde, fueron a estudiar a Europa, especialmente a Francia e Italia, donde, como en el caso de Juan Manuel Blanes, se formaron en un academicismo ya tardío. Pero no todos tuvieron esa suerte: muchos artistas de la época no consiguieron la beca salvadora y debieron costearse el viaje y estadía a fuerza de enormes sacrificios, o resignarse a seguir como maestros a aquellos que sí lo habían logrado. Sin embargo, una institución creada en 1876 se convertiría en piedra fundamental de la enseñanza artística en nuestro medio: la Sociedad Estímulo de Bellas Artes fundada por los pintores Alejandro y Eduardo Sívori, José Aguyari, Alfredo París y Eduardo Schiaffino, el arquitecto Julio Dormal y el periodista Carlos Gutiérrez, donde se formaría gran parte de la siguiente generación de artistas plásticos. Su primer presidente fue Juan Camaña, antiguo maestro de dibujo de Manuelita Rosas que asimismo se encargó de la escuela de dibujo y pintura hasta su muerte, y entre los profesores encontramos nombres que ya estaban consagrados o darían que hablar en poco tiempo: José Aguyari, Angel Della Valle, Reinaldo Giúdici, Lucio Correa Morales, etc. Estímulo estuvo instalada en un edificio frente a la antigua Plaza Monserrat hasta que en 1898 se mudó a la planta alta de las actuales Galerías Pacífico, edificio construido para la tienda Bon Marché que, debido a la crisis de 1890, nunca había sido ocupado. Lo interesante es que en el entrepiso funcionaba el recién fundado Museo Nacional de Bellas Artes y, en otras dependencias, instituciones como El Ateneo y La Colmena artística, así como varios ateliers¸ lo que permite imaginar el polo artístico que configuraba la manzana en aquellos días. Pero esta nota no pretendía hablar de Estímulo —que merecería varios libros— por lo que sólo agregaremos que en 1905 y por mediación de Joaquín V. González, la institución se nacionalizó como Academia Nacional de Bellas Artes bajo la dirección de Ernesto de la Cárcova. En realidad este callejeo quería hablar de un alumno que fue, durante años, bastante olvidado o, peor, menoscabado en cuanto al papel que cumplió en nuestra plástica: Martín Malharro.
Decíamos que muchos artistas promisorios no consiguieron la anhelada beca del Congreso para estudiar en Europa y ese fue el caso de Malharro. Nacido en un hogar muy humilde de la bonaerense Azul, el 25 de agosto de 1865, tuvo que ganarse la vida desde muy chico. Seguramente tenía dotes naturales pues, instalado en Buenos Aires, se empleó en un taller litográfico donde hacía dibujos para rótulos, etiquetas de cigarrillos, membretes, facturas y tarjetas, y por esa misma época —1890— comenzó a asistir a las clases nocturnas que daba en Estímulo el italiano Francesco Romero, por cuya iniciativa se habían encargado a Florencia calcos en yeso de estatuas clásicas para servir de modelo en los cursos de dibujo. Como en aquellos tiempos las clases dirigentes se interesaban bastante por el desarrollo educativo y artístico del país, a Malharro le surgió un mecenas, el doctor José María Ramos Mejía, que lo invitó a pasar una temporada en una de sus estancias para que pudiera pintar libremente, de donde regresó con una serie de apuntes y estudios. En ese momento varias personalidades intentaron conseguirle la famosa beca pero, al serle negada, Malharro viajó a Tierra del Fuego “porque quería estudiar el mar en aquellas latitudes” y al volver obsequió todos los cuadros, estudios y bocetos que había realizado a sus amigos.
En 1894 conoció al escritor Roberto J. Payró, quien lo presentó a Martiniano Leguizamón —para uno de cuyos libros realizó más de 50 composiciones— y lo hizo ingresar a La Nación, fuente de ingresos seguros donde ilustró viñetas de sucesos de actualidad, retratos de personajes, etc. Pero su afán de estudiar en Europa no lo abandonaba y, haciendo economía sobre economía, consiguió embarcar en 1895 hacia París, donde visitó museos, exposiciones y adhirió al impresionismo que estaba en su cenit. De regreso a la Argentina, ocupó un cargo como maestro en la Inspección de Dibujo y ejerció similar cátedra en el Colegio Nacional Central (actual Buenos Aires), lo que lo puso algo a resguardo de sus crónicas angustias económicas.
El problema fue cuando empezó a exponer. Ya había participado, en 1894, en el salón de El Ateneo, donde presentó la tela El corsario La Argentina aún bajo la influencia naturalista, pero en 1902 la galería Witcomb organizó su primera muestra individual y la crítica le cayó con todo, le negó todo valor a su pintura, lo ninguneó. Pero Malharro no era de arrear con la rienda e inició una furibunda polémica desde las columnas de El Diario, donde entonces trabajaba, y siguió produciendo. En 1908 concreta su segunda exposición individual, también en Witcomb, y la crítica responde con silencio e indiferencia, por lo que Malharro vuelve a escribir, a polemizar y, en la propia sala de exposición y frente a sus cuadros, pronuncia conferencias rodeado de muchos jóvenes alumnos que se unen a su lucha contra el naturalismo y el academicismo.
En 1911 publica un libro, El dibujo en la enseñanza primaria, que marcó un hito en la educación artística y le valió el nombramiento de profesor en la Academia Nacional de Bellas Artes, pero falleció cuando estaba organizando su tercera exposición, inaugurada después por sus parientes y amigos, con tan sólo 46 años. Dicen los que saben que, viendo su última producción, es posible afirmar que Malharro no se hubiese quedado anclado en el impresionismo: era demasiado inquieto, investigador, explorador de nuevos senderos. “De ese contraste (entre la naturaleza y la vida con la Academia) nació mi primera duda —escribió el artista en 1909—, de ahí la primera resistencia contra todo lo que representara un obstáculo a la libre comunión con la naturaleza, a la libre manifestación de mis sensaciones, mis sentimientos o mis pensamientos. De ahí dató la independencia de mi espíritu, la felicidad moral de mi inteligencia, ¡y viví desde entonces mi vida!”. Y el recordado Jorge Romero Brest supo decir: “Porque fue capaz de ser él, no un impresionista más, porque fue capaz de mirar a nuestra naturaleza con ojos y sensibilidad nuevos, porque fue capaz de encauzar a la juventud estudiosa por los nuevos caminos del arte, que significaban su vivificación, porque fue capaz de echar las bases de la educación estética de niños y adolescentes, por eso Malharro merece el puesto de honor que frecuentemente se le niega”.
Al menos, algún edil no lo olvidó y, en 1944, una calle de Saavedra —a caballo con Núñez— fue bautizada con su nombre, corriendo desde San Isidro Labrador (allí donde se encuentra con Cabildo) hasta Vidal, entre Pico y Deheza.
Diego Ruiz
Tinta china
He viajado por mundos desconocidos mucho antes de tener la posibilidad de subirme a un avión. Bajo la presión del plumín aparecía sobre el papel transparente el más lejano de todos los mundos lejanos, China, dibujado, precisamente, en tinta china. Ningún otro viaje real me llevó al centro del misterio de la misma forma que aquél en cuyo transcurso dibujaba ríos negros y límites políticos pespunteados como los cuellos de las camisas de mi padre.
Mi madre hablaba de “la China” como lo más lejano que había en el mundo y yo incorporé tempranamente la noción de que existía en la Tierra un punto más distante que cualquier otro, no importa en qué lugar del globo se estuviera.
Sin embargo, siempre tenía al alcance de mi mano un frasquito de tinta china, un pozo negro del que emergían mapas de todos los países. A intervalos regulares, compraba en la librería de la vuelta una dosis de lejanía para dibujar geografías que figuraban en los libros, pero que jamás había visto. Mi precaria cartografía infantil era un acto de fe. ¿Existía realmente China, el país donde hombrecitos amarillos vestidos con trajes de seda multicolores fabricaban tinta negra? Curiosamente, China estaba lejos, pero la librería que vendía la tinta china estaba a la vuelta de mi casa, sobre la calle Pavón. ¿Cómo le llegaban al librero aquellos frasquitos? ¿Los distribuirían de la misma forma en que distribuían la leche que venía en botellas verdes? ¿Le dejarían grandes tanques de tinta que luego él volcaría en aquellos frasquitos de etiqueta amarilla? ¿Cómo hacían los chinos para fabricar tinta negra para todo el mundo?
Los frasquitos en cuestión, por lo menos los que vendían en la librería de la calle Pavón, tenían en la etiqueta caracteres chinos cuyo trazado era similar al que aparecía en un libro de cuentos junto a dibujos de grullas y hombres de ojos oblicuos y coleta negra, como delineada con tinta china. Los chinos del cuento pintaban con pinceles de forma almendrada aquellos caracteres negros. Los chinos pintaban con tinta china. Además, hacían cometas con forma de pájaro y de dragón. Deduje que no sólo eran los dueños de la lejanía, sino también de los mapas, de los barriletes, de la seda multicolor de sus vestimentas y de todos los caracteres del mundo, incluso de aquellos que no comprendía. Y, por supuesto, de la tinta, que desbordándose en ríos oscuros por geografías desconocidas llegaba a la calle Pavón del barrio de San Cristóbal.
Ante lo insondable del misterio, sólo cabe el silencio. Nunca me atreví a preguntarle al librero si era un chino de ropa multicolor el que le golpeaba la ventana en la madrugada para entregarle los frasquitos de etiqueta amarilla y contenido negro, si llegaba a la misma hora que el lechero, si corría por la calle Pavón remontando una cometa con forma de grulla, si traía en la mano un farolito de papel con forma de acordeón. Si aquel chino lo conocía a Marco Polo y en qué lengua había hablado con el viajero. Si la fórmula de la tinta estaba escrita en chino y por eso ningún país podía comprender cuáles eran sus componentes. El silencio preserva el misterio.
Un día descubrí que la tinta china se fabricaba en la Argentina. Lo leí en el frasquito, en una etiqueta pegada debajo que jamás había visto. Aquella tinta me pareció aguada. Era imposible que cada frasquito de tinta argentina guardara los mismos mundos que aquella que me había acompañado en los primeros mapas. El misterio precisa de la lejanía y China era el mundo más lejano. Descubrí entonces que es casi imposible vivir sin misterio, pero que éste se desvanece a medida que nos acercamos a él. Hay mundos que es mejor conocer a medias, sólo por referencias literarias.
Por suerte, conservo uno de los frasquitos de los primeros mapas. Me rehúso a abrirlo para ver si la tinta se ha secado. Me digo que siempre es bueno creer que conservamos una pequeña reserva de lejanía en un frasco de tinta, en una polvera vieja o adentro de una caja. Siempre es bueno creer que un chino diligente llega puntualmente a nuestro barrio para encerrar en un frasco mapas de países lejanos y que el librero nos permite acceder a misterios fabulosos, de esos que no se desvanecen con la luz del día y que duran tanto como la infancia.
Mónica López Ocón
Comisión Plaza
Constituida la Comisión Plaza, este es el informe de lo producido en las dos últimas reuniones:
Sobre la jornada al aire libre del 12 de mayo en las adyacencias del predio (Carlos Calvo y Loria), y a pesar de la negativa de las autoridades para ingresar al interior del lugar, se opina, en general, que la actividad estuvo bien, que fue muy organizada y que las instituciones pudieron estrechar vínculos e intercambiar opiniones sobre distintos temas.
Aunque a la gente le cuesta movilizarse a un lugar que todavía no es plaza, hubo vecinos que se acercaron a pesar de que viven lejos.
La gente que participa en las mesas de Baires y la Junta de Estudios Históricos, en San Ignacio y Boedo todos los sábados, se movilizó hacia la plaza.
Y personajes como el Tata Cedrón y su Sra. se acercaron y sentaron a su niñita en los bancos de nuestra plaza simbólica.
Por momentos la actividad tuvo picos de entre 80 y 100 personas, una jornada para la que el padre Carlos, de la Parroquia Santa Cruz, había conseguido oficialmente el corte de calle.
Se pintó un mural sobre la calle Carlos Calvo dirigido por los Jóvenes de la Santa Cruz (temático plaza y homenaje a Mugica).
La Radio Abierta coordinada por la Asamblea de Boedo fue el motor constante de toda la reunión.
Se elogió muchísimo al Grupo Caravana y al baile folclórico en el que todos participamos.
Los jóvenes de la Escuela de Psicología Social realizaron una miniencuesta sobre la que se informa aparte.
Luego de la choriceada y buffet, de marcado éxito, la reunión culminó con la intervención del Arq. Aquilino González Podestá, quien se refirió, con su bonhomía habitual, al pasado histórico del predio. Y la actuación, como broche final, del conjunto “Boedo Antiguo”.
La conclusión, en general, fue que esta actividad ayudó a estrechar vínculos entre las instituciones y seguir en la propuesta de vincularnos entre los vecinos de las más diversas formas. Todos acordamos que este trabajo comunitario nos gratifica y que toda experiencia sirve para encarar futuras acciones.
Dos votaciones resultaron pioneras para establecer el nombre de la futura plaza. Una de ellas, la llevada a cabo por la Radio Abierta de la Asamblea Vecinal de Boedo que hizo circular una urna con la consigna ¿qué nombre le gustaría a Ud. que tenga la futura Plaza? dejando constancia de que no sería definitivo un escrutinio que luego reveló, como nombres más votados, a “Alvaro Yunque”, “Boedo”, “Cátulo Castillo” y “Homero Manzi”
La Sra. Rosa María Silva, directora de Jardines de Infantes Nucleados “B” DE 6º también realizó una votación dentro de la comunidad escolar. El nombre propuesto por ellos es “Francisco Reyes”.
La Junta de Estudios Históricos también tiene un nombre sugerido que sería “Mariano Boedo”.
Se acuerda la manera de solicitar participación de las escuelas, colegios y jardines zonales para la elección del nombre de la futura plaza.
La Comisión de Instituciones y vecinos por la Plaza de Boedo, invitan a los maestros y alumnos del barrio a buscar juntos un nombre para la futura plaza.
La idea básica es reivindicar a alguna figura barrial que permita ampliar el conocimiento de los vecinos de Boedo sobre los hacedores de su historia.
Los nombres mas votados, que surjan de este consenso, serán elevados a las autoridades pertinentes a manera de sugerencia de la voluntad de los vecinos.
Se acuerda la confección de un tríptico de distribución masiva con una sintética biografía de los candidatos más votados como guía para la decisión final.
Se realiza la redacción del texto.
Se presenta una propuesta sobre un nombre en general para la plaza (Boedo, se sugiere) que estaría acompañada por varios nombres —todos los votados— a diversos sectores de la misma.
Se instrumentará un stand temático sobre la plaza en la celebración del Día de Boedo en Boedo entre C. Calvo y EE. UU. (1º de julio).
Se propone abrir un blog (página Web) sobre la plaza cuya denominación se acuerda como “Plaza de Boedo” donde cualquier persona pueda recurrir para estar al tanto de la información actualizada sobre el lugar.
Seguimos soñando qué plaza queremos.
Patricia Roselló
Infórmese:
todosporlaplaza@yahoo.com.arCallejeando historia
Martín Malharro y el impresionismo
Hablábamos en los últimos callejeos de los primeros artistas argentinos que, becados por el Estado de Buenos Aires primero y por el Estado Nacional más tarde, fueron a estudiar a Europa, especialmente a Francia e Italia, donde, como en el caso de Juan Manuel Blanes, se formaron en un academicismo ya tardío. Pero no todos tuvieron esa suerte: muchos artistas de la época no consiguieron la beca salvadora y debieron costearse el viaje y estadía a fuerza de enormes sacrificios, o resignarse a seguir como maestros a aquellos que sí lo habían logrado. Sin embargo, una institución creada en 1876 se convertiría en piedra fundamental de la enseñanza artística en nuestro medio: la Sociedad Estímulo de Bellas Artes fundada por los pintores Alejandro y Eduardo Sívori, José Aguyari, Alfredo París y Eduardo Schiaffino, el arquitecto Julio Dormal y el periodista Carlos Gutiérrez, donde se formaría gran parte de la siguiente generación de artistas plásticos. Su primer presidente fue Juan Camaña, antiguo maestro de dibujo de Manuelita Rosas que asimismo se encargó de la escuela de dibujo y pintura hasta su muerte, y entre los profesores encontramos nombres que ya estaban consagrados o darían que hablar en poco tiempo: José Aguyari, Angel Della Valle, Reinaldo Giúdici, Lucio Correa Morales, etc. Estímulo estuvo instalada en un edificio frente a la antigua Plaza Monserrat hasta que en 1898 se mudó a la planta alta de las actuales Galerías Pacífico, edificio construido para la tienda Bon Marché que, debido a la crisis de 1890, nunca había sido ocupado. Lo interesante es que en el entrepiso funcionaba el recién fundado Museo Nacional de Bellas Artes y, en otras dependencias, instituciones como El Ateneo y La Colmena artística, así como varios ateliers¸ lo que permite imaginar el polo artístico que configuraba la manzana en aquellos días. Pero esta nota no pretendía hablar de Estímulo —que merecería varios libros— por lo que sólo agregaremos que en 1905 y por mediación de Joaquín V. González, la institución se nacionalizó como Academia Nacional de Bellas Artes bajo la dirección de Ernesto de la Cárcova. En realidad este callejeo quería hablar de un alumno que fue, durante años, bastante olvidado o, peor, menoscabado en cuanto al papel que cumplió en nuestra plástica: Martín Malharro.
Decíamos que muchos artistas promisorios no consiguieron la anhelada beca del Congreso para estudiar en Europa y ese fue el caso de Malharro. Nacido en un hogar muy humilde de la bonaerense Azul, el 25 de agosto de 1865, tuvo que ganarse la vida desde muy chico. Seguramente tenía dotes naturales pues, instalado en Buenos Aires, se empleó en un taller litográfico donde hacía dibujos para rótulos, etiquetas de cigarrillos, membretes, facturas y tarjetas, y por esa misma época —1890— comenzó a asistir a las clases nocturnas que daba en Estímulo el italiano Francesco Romero, por cuya iniciativa se habían encargado a Florencia calcos en yeso de estatuas clásicas para servir de modelo en los cursos de dibujo. Como en aquellos tiempos las clases dirigentes se interesaban bastante por el desarrollo educativo y artístico del país, a Malharro le surgió un mecenas, el doctor José María Ramos Mejía, que lo invitó a pasar una temporada en una de sus estancias para que pudiera pintar libremente, de donde regresó con una serie de apuntes y estudios. En ese momento varias personalidades intentaron conseguirle la famosa beca pero, al serle negada, Malharro viajó a Tierra del Fuego “porque quería estudiar el mar en aquellas latitudes” y al volver obsequió todos los cuadros, estudios y bocetos que había realizado a sus amigos.
En 1894 conoció al escritor Roberto J. Payró, quien lo presentó a Martiniano Leguizamón —para uno de cuyos libros realizó más de 50 composiciones— y lo hizo ingresar a La Nación, fuente de ingresos seguros donde ilustró viñetas de sucesos de actualidad, retratos de personajes, etc. Pero su afán de estudiar en Europa no lo abandonaba y, haciendo economía sobre economía, consiguió embarcar en 1895 hacia París, donde visitó museos, exposiciones y adhirió al impresionismo que estaba en su cenit. De regreso a la Argentina, ocupó un cargo como maestro en la Inspección de Dibujo y ejerció similar cátedra en el Colegio Nacional Central (actual Buenos Aires), lo que lo puso algo a resguardo de sus crónicas angustias económicas.
El problema fue cuando empezó a exponer. Ya había participado, en 1894, en el salón de El Ateneo, donde presentó la tela El corsario La Argentina aún bajo la influencia naturalista, pero en 1902 la galería Witcomb organizó su primera muestra individual y la crítica le cayó con todo, le negó todo valor a su pintura, lo ninguneó. Pero Malharro no era de arrear con la rienda e inició una furibunda polémica desde las columnas de El Diario, donde entonces trabajaba, y siguió produciendo. En 1908 concreta su segunda exposición individual, también en Witcomb, y la crítica responde con silencio e indiferencia, por lo que Malharro vuelve a escribir, a polemizar y, en la propia sala de exposición y frente a sus cuadros, pronuncia conferencias rodeado de muchos jóvenes alumnos que se unen a su lucha contra el naturalismo y el academicismo.
En 1911 publica un libro, El dibujo en la enseñanza primaria, que marcó un hito en la educación artística y le valió el nombramiento de profesor en la Academia Nacional de Bellas Artes, pero falleció cuando estaba organizando su tercera exposición, inaugurada después por sus parientes y amigos, con tan sólo 46 años. Dicen los que saben que, viendo su última producción, es posible afirmar que Malharro no se hubiese quedado anclado en el impresionismo: era demasiado inquieto, investigador, explorador de nuevos senderos. “De ese contraste (entre la naturaleza y la vida con la Academia) nació mi primera duda —escribió el artista en 1909—, de ahí la primera resistencia contra todo lo que representara un obstáculo a la libre comunión con la naturaleza, a la libre manifestación de mis sensaciones, mis sentimientos o mis pensamientos. De ahí dató la independencia de mi espíritu, la felicidad moral de mi inteligencia, ¡y viví desde entonces mi vida!”. Y el recordado Jorge Romero Brest supo decir: “Porque fue capaz de ser él, no un impresionista más, porque fue capaz de mirar a nuestra naturaleza con ojos y sensibilidad nuevos, porque fue capaz de encauzar a la juventud estudiosa por los nuevos caminos del arte, que significaban su vivificación, porque fue capaz de echar las bases de la educación estética de niños y adolescentes, por eso Malharro merece el puesto de honor que frecuentemente se le niega”.
Al menos, algún edil no lo olvidó y, en 1944, una calle de Saavedra —a caballo con Núñez— fue bautizada con su nombre, corriendo desde San Isidro Labrador (allí donde se encuentra con Cabildo) hasta Vidal, entre Pico y Deheza.
Diego Ruiz
Tinta china
He viajado por mundos desconocidos mucho antes de tener la posibilidad de subirme a un avión. Bajo la presión del plumín aparecía sobre el papel transparente el más lejano de todos los mundos lejanos, China, dibujado, precisamente, en tinta china. Ningún otro viaje real me llevó al centro del misterio de la misma forma que aquél en cuyo transcurso dibujaba ríos negros y límites políticos pespunteados como los cuellos de las camisas de mi padre.
Mi madre hablaba de “la China” como lo más lejano que había en el mundo y yo incorporé tempranamente la noción de que existía en la Tierra un punto más distante que cualquier otro, no importa en qué lugar del globo se estuviera.
Sin embargo, siempre tenía al alcance de mi mano un frasquito de tinta china, un pozo negro del que emergían mapas de todos los países. A intervalos regulares, compraba en la librería de la vuelta una dosis de lejanía para dibujar geografías que figuraban en los libros, pero que jamás había visto. Mi precaria cartografía infantil era un acto de fe. ¿Existía realmente China, el país donde hombrecitos amarillos vestidos con trajes de seda multicolores fabricaban tinta negra? Curiosamente, China estaba lejos, pero la librería que vendía la tinta china estaba a la vuelta de mi casa, sobre la calle Pavón. ¿Cómo le llegaban al librero aquellos frasquitos? ¿Los distribuirían de la misma forma en que distribuían la leche que venía en botellas verdes? ¿Le dejarían grandes tanques de tinta que luego él volcaría en aquellos frasquitos de etiqueta amarilla? ¿Cómo hacían los chinos para fabricar tinta negra para todo el mundo?
Los frasquitos en cuestión, por lo menos los que vendían en la librería de la calle Pavón, tenían en la etiqueta caracteres chinos cuyo trazado era similar al que aparecía en un libro de cuentos junto a dibujos de grullas y hombres de ojos oblicuos y coleta negra, como delineada con tinta china. Los chinos del cuento pintaban con pinceles de forma almendrada aquellos caracteres negros. Los chinos pintaban con tinta china. Además, hacían cometas con forma de pájaro y de dragón. Deduje que no sólo eran los dueños de la lejanía, sino también de los mapas, de los barriletes, de la seda multicolor de sus vestimentas y de todos los caracteres del mundo, incluso de aquellos que no comprendía. Y, por supuesto, de la tinta, que desbordándose en ríos oscuros por geografías desconocidas llegaba a la calle Pavón del barrio de San Cristóbal.
Ante lo insondable del misterio, sólo cabe el silencio. Nunca me atreví a preguntarle al librero si era un chino de ropa multicolor el que le golpeaba la ventana en la madrugada para entregarle los frasquitos de etiqueta amarilla y contenido negro, si llegaba a la misma hora que el lechero, si corría por la calle Pavón remontando una cometa con forma de grulla, si traía en la mano un farolito de papel con forma de acordeón. Si aquel chino lo conocía a Marco Polo y en qué lengua había hablado con el viajero. Si la fórmula de la tinta estaba escrita en chino y por eso ningún país podía comprender cuáles eran sus componentes. El silencio preserva el misterio.
Un día descubrí que la tinta china se fabricaba en la Argentina. Lo leí en el frasquito, en una etiqueta pegada debajo que jamás había visto. Aquella tinta me pareció aguada. Era imposible que cada frasquito de tinta argentina guardara los mismos mundos que aquella que me había acompañado en los primeros mapas. El misterio precisa de la lejanía y China era el mundo más lejano. Descubrí entonces que es casi imposible vivir sin misterio, pero que éste se desvanece a medida que nos acercamos a él. Hay mundos que es mejor conocer a medias, sólo por referencias literarias.
Por suerte, conservo uno de los frasquitos de los primeros mapas. Me rehúso a abrirlo para ver si la tinta se ha secado. Me digo que siempre es bueno creer que conservamos una pequeña reserva de lejanía en un frasco de tinta, en una polvera vieja o adentro de una caja. Siempre es bueno creer que un chino diligente llega puntualmente a nuestro barrio para encerrar en un frasco mapas de países lejanos y que el librero nos permite acceder a misterios fabulosos, de esos que no se desvanecen con la luz del día y que duran tanto como la infancia.
Mónica López Ocón
Comisión Plaza
Constituida la Comisión Plaza, este es el informe de lo producido en las dos últimas reuniones:
Sobre la jornada al aire libre del 12 de mayo en las adyacencias del predio (Carlos Calvo y Loria), y a pesar de la negativa de las autoridades para ingresar al interior del lugar, se opina, en general, que la actividad estuvo bien, que fue muy organizada y que las instituciones pudieron estrechar vínculos e intercambiar opiniones sobre distintos temas.
Aunque a la gente le cuesta movilizarse a un lugar que todavía no es plaza, hubo vecinos que se acercaron a pesar de que viven lejos.
La gente que participa en las mesas de Baires y la Junta de Estudios Históricos, en San Ignacio y Boedo todos los sábados, se movilizó hacia la plaza.
Y personajes como el Tata Cedrón y su Sra. se acercaron y sentaron a su niñita en los bancos de nuestra plaza simbólica.
Por momentos la actividad tuvo picos de entre 80 y 100 personas, una jornada para la que el padre Carlos, de la Parroquia Santa Cruz, había conseguido oficialmente el corte de calle.
Se pintó un mural sobre la calle Carlos Calvo dirigido por los Jóvenes de la Santa Cruz (temático plaza y homenaje a Mugica).
La Radio Abierta coordinada por la Asamblea de Boedo fue el motor constante de toda la reunión.
Se elogió muchísimo al Grupo Caravana y al baile folclórico en el que todos participamos.
Los jóvenes de la Escuela de Psicología Social realizaron una miniencuesta sobre la que se informa aparte.
Luego de la choriceada y buffet, de marcado éxito, la reunión culminó con la intervención del Arq. Aquilino González Podestá, quien se refirió, con su bonhomía habitual, al pasado histórico del predio. Y la actuación, como broche final, del conjunto “Boedo Antiguo”.
La conclusión, en general, fue que esta actividad ayudó a estrechar vínculos entre las instituciones y seguir en la propuesta de vincularnos entre los vecinos de las más diversas formas. Todos acordamos que este trabajo comunitario nos gratifica y que toda experiencia sirve para encarar futuras acciones.
Dos votaciones resultaron pioneras para establecer el nombre de la futura plaza. Una de ellas, la llevada a cabo por la Radio Abierta de la Asamblea Vecinal de Boedo que hizo circular una urna con la consigna ¿qué nombre le gustaría a Ud. que tenga la futura Plaza? dejando constancia de que no sería definitivo un escrutinio que luego reveló, como nombres más votados, a “Alvaro Yunque”, “Boedo”, “Cátulo Castillo” y “Homero Manzi”
La Sra. Rosa María Silva, directora de Jardines de Infantes Nucleados “B” DE 6º también realizó una votación dentro de la comunidad escolar. El nombre propuesto por ellos es “Francisco Reyes”.
La Junta de Estudios Históricos también tiene un nombre sugerido que sería “Mariano Boedo”.
Se acuerda la manera de solicitar participación de las escuelas, colegios y jardines zonales para la elección del nombre de la futura plaza.
La Comisión de Instituciones y vecinos por la Plaza de Boedo, invitan a los maestros y alumnos del barrio a buscar juntos un nombre para la futura plaza.
La idea básica es reivindicar a alguna figura barrial que permita ampliar el conocimiento de los vecinos de Boedo sobre los hacedores de su historia.
Los nombres mas votados, que surjan de este consenso, serán elevados a las autoridades pertinentes a manera de sugerencia de la voluntad de los vecinos.
Se acuerda la confección de un tríptico de distribución masiva con una sintética biografía de los candidatos más votados como guía para la decisión final.
Se realiza la redacción del texto.
Se presenta una propuesta sobre un nombre en general para la plaza (Boedo, se sugiere) que estaría acompañada por varios nombres —todos los votados— a diversos sectores de la misma.
Se instrumentará un stand temático sobre la plaza en la celebración del Día de Boedo en Boedo entre C. Calvo y EE. UU. (1º de julio).
Se propone abrir un blog (página Web) sobre la plaza cuya denominación se acuerda como “Plaza de Boedo” donde cualquier persona pueda recurrir para estar al tanto de la información actualizada sobre el lugar.
Seguimos soñando qué plaza queremos.
Patricia Roselló
Infórmese:
Qué plaza queremos
De las preguntas formuladas a los vecinos el día 12 de mayo surgen los siguientes datos:
En relación a las necesidades de los vecinos, la plaza debería incluir:
* Baños públicos, juegos para chicos, un espacio techado para distintas actividades (juegos, deportes, etc.), mantener parte de la edificación del predio, juegos para gente de la tercera edad (cancha de bochas y tejo, tableros de ajedrez...), anfiteatro.
* Cuatro vecinos se manifestaron en relación a una plaza abierta o cerrada: 2 por cada opción. Un vecino consideró que sería necesario que la plaza tuviera “seguridad privada”.
* La Plaza, como espacio verde necesario para el barrio, debería cumplir una función Integradora de los vecinos a través de distinto tipo de actividades (exposiciones de fotos sobre la historia del barrio, actividades deportivas, espacio de expresión —por ejemplo: teatro—).
* Algunos vecinos consideraron que la Plaza mejoraría significativamente el contexto. Habría mejor iluminación.
* La mayoría de los vecinos encuestados manifestaron conocer el motivo por el cual se hacía la actividad, aunque otros consideraron que deberíamos hacer más propaganda de las acciones realizadas.
* En relación a la participación de una Comisión de Vecinos que se reúne cada 15 días, algunos vecinos manifestaron interés y se les entregó la dirección del Club donde nos reunimos.
* Hacemos mención a que la mayoría de los interrogados destaca la necesidad del reclamo (que este es un reclamo justo y necesario) y la de reunirse con tal objetivo.
* Desde la Escuela de Psicología Social Dr. Enrique Pichón Riviere estamos planificando ampliar esta tarea a nivel encuesta en el barrio para seguir relevando necesidades e ideas de los vecinos. Para esto convocaremos a estudiantes de la escuela fundamentando el trabajo en relación a la participación de la escuela en la Comisión, a través de una breve síntesis de la historia y situación actual de la plaza y una reseña histórica del barrio.
Vecinos Participativos
El Día del Vecino Participativo se celebra con una ceremonia que se realiza todos los años —en el marco del programa de fortalecimiento de la participación institucional (FOPAI)— para distinguir a los vecinos elegidos por las propias organizaciones barriales considerando su aporte a la participación comunitaria y la mejora de la calidad de vida de sus barrios.
El 11 de junio, a partir de la ordenanza Nº 15.201, se festeja el aniversario de la Segunda Fundación de la Ciudad de Buenos Aires. Ese mismo día se instituyó, por medio de un decreto del 5/8/90, el “Día del Vecino Participativo” que, desde el año 1991, el Gobierno de la Ciudad lleva a cabo ininterrumpidamente.
Este año la ceremonia que reunió a los vecinos de Almagro, Boedo, Caballito, Flores y Parque Chacabuco se realizó en el amplio auditorio de la escuela Intendente Alvear, Castro 954, el martes 29 de mayo.
BAIRES POPULAR recibió, a través de sus miembros, cinco distinciones directas (Liliana Zuntini, Diego Ruiz, Haydeé Ch. de Caffarena, Mario Valdéz y Mario Bellocchio) y una indirecta, ya que fueron distinguidos los jardines dirigidos por Rosa María Silva.
Entre otros vecinos que recibieron la distinción cabe mencionar a Patricia Roselló, Acho Manzi, el Cuarteto Cedrón, el bar Margot, el bar Sur, Silvia Martínez y Alicia Larreategui, por nombrar sólo a los que son de nuestro conocimiento más cercano. A todos nuestra felicitación.
Un párrafo para la organización que comenzó brillantemente con el show de “Yotivenco”, el conjunto que dirige el talentoso Rodrigo de la Serna.
En la entrega de distinciones, en cambio, predominó la notoria falta de coordinación que privó de algo esencial al espíritu del acto: la interrelación, el conocimiento entre vecinos, dada la modalidad de entrega de trofeos en grupos de a diez nombrados en forma masiva donde fue imposible identificar individualmente. Esta experiencia no debería ser desaprovechada para corregir las futuras entregas.
El Mirador de Comastri y su identidad barrial
Algo más sobre los límites barriales de cuya reglamentación nos ocupamos en la nota de tapa. Esta vez se trata de un error que cometimos en la ubicación del Mirador de Comastri que en nuestra nota del número anterior situábamos sobre Villa Crespo cuando en realidad está en los pagos de Chacarita.
La Ordenanza Nº 23.698 de 1968 fue reemplazada por la Nº 26.607 de 1972, introduciendo algunas precisiones y modificaciones sobre la anterior, entre las que se cuenta un triángulo delimitado por Dorrego, Bonpland, Av. Córdoba y vías del ferrocarril San Martín (TBA) que pasó de Villa Crespo (1968) a Chacarita (1972).
Las respectivas ordenanzas refieren:
Chacarita (1968): Av. El Cano, Av. Garmendia, Av. Warnes, Av. Dorrego, Bonpland, Av. Córdoba, Dorrego, Av. Alvarez Thomas.
Chacarita (1972): Av. El Cano, vías Ferrocarril General Urquiza, Av. del Campo, Av. Garmendia, Av. Warnes, Av. Dorrego, vías del Ferrocarril San Martín, Av. Córdoba, Av. Dorrego, Av. Alvarez Thomas.
Villa Crespo (1968): Bonpland, Dorrego, Av. Warnes, Paysandú, Av. San Martín, Av. Angel Gallardo, Estado de Israel y Av. Córdoba.
Villa Crespo (1972): Vías del Ferrocarril General San Martín, Av. Dorrego, Av. Warnes, Paysandú, Av. San Martín, Av. Angel Gallardo, Estado de Israel, Av. Córdoba.
La ubicación del Mirador cambia de barrio con la modificación de la legislación. Ello no excusa del error por el que pedimos disculpas.
Deseando que el aludido triángulo no emule al “de las Bermudas” con desapariciones indeseadas, nos permitimos volver a ofrecerles, a continuación, una nota —que hoy cumpliría cinco años— con la que Rubén Derlis reflexionaba, con humor y amor barrial, sobre los límites impuestos.
Mario Bellocchio
Algunas apreciaciones sobre cuestiones fronterizas
Siempre albergué la sospecha de que si a los vecinos del barrio de Boedo en su límite con avenida Caseros, y principalmente a los que habitan el extremo nordeste, es decir, en Sánchez de Loria, se les preguntara cuál es su barrio, acaso no duden en decir que Parque de los Patricios, ya que por tener el parque propiamente dicho justo enfrente, grande debe ser la influencia de ese barrio en los moradores fronterizos de Boedo; tal vez algo similar ocurra con los que sientan sus reales en el ángulo noroeste de Caseros y avenida La Plata: acaso se identifiquen más con Pompeya o con Parque Chacabuco, puesto que allí coexisten tres fronteras, pero también puede que no sea así y se asuman plenamente boedenses, dado que la presencia del Gasómetro sanlorencista primero, y posteriormente el fuerte recuerdo del estadio en el imaginario colectivo, marcó de manera indeleble una de las características del ser de Boedo.
De no haber ocurrido tal como lo planteo, no sería como para desesperarse: el influjo de un barrio sobre otro en zona fronteriza siempre es muy fuerte en los habitantes de los límites, tanto que no pocos comparten un amor por ambos sin alienación ni dicotomías. Porque muchas veces lo hemos dicho: una cosa es el barrio que fija la ordenanza munícipe y otra el barrio que se siente. Lo mismo puede ocurrir, y siempre hablando de Boedo, en los algo más de trescientos metros que comparte de frontera con Caballito.
Pero lo que sí creo está libre de toda sospecha y no dudaría en afirmar es que una gran parte de los vecinos que viven desde la avenida Belgrano hasta Independencia —frontera entre Almagro y Boedo— se sienten más de este último que del primero, al menos los de una amplia franja que va desde la calle Treinta y Tres Orientales hasta Virrey Liniers, aproximadamente. Tal vez podría dudar en darles filiación boedense —soy consciente de que son de Almagro—, a los habitantes de ambos extremos, pero no tengo la menor duda de que aquellos que habitan la franja más pequeña desde Castro Barros hasta Maza y siempre desde Belgrano al sur se sienten de Boedo y no quieren otra cosa; este sentimiento de pertenencia se hace más fuerte e irreductible a medida que nos vamos acercando a Independencia. No sé de nadie que viva en Agrelo, pongo por caso —y siempre dentro de esta última franja— que no diga que es de Boedo, barrio que, como todos sabemos, comienza doscientos metros más hacia el sur.
Y esto no es así por capricho de vecinos empecinados; tiene una razón de ser que viene desde muy lejos: desde cuando Boedo era sólo una calle ancha, si bien la más importante entre otras que crecían simultáneamente, cuando las manos gringas derrotaban el malezal, y ya lo iban llamando barrio —sin intención peyorativa—, porque desde su nacimiento respiraba con autonomía. Y si bien fue necesario mucho empeño tesonero, en cambio no necesitó demasiado tiempo para mostrar que poseía vida propia: una dinámica cultural y un desarrollo comercial lo fueron definiendo con nítidos contornos; todo lo que se gestaba dentro de estos límites imprecisos para los de afuera, visibles para los de adentro, sería el espíritu y la materia que harían realidad al futuro barrio, que aún faltaba mucho para que se lo oficializara, pero que su gente sentía y nombraba como tal, por más que en sus inicios se lo conociera como Parroquia de San Carlos Sud y mucho después Almagro. No importó, tanto los primitivos boedenses como los que lo siguieron no convalidaron estas denominaciones: para el natural de este fragmento del sur, siempre fue Boedo.
Lo que resulta increíble es que enclaves boedenses de siempre —sin apelación posible—, no pertenezcan al barrio por cuestiones oficiales. Alguna vez estos errores deberán ser enmendados. La escuela más antigua (que todos los que pasamos por sus aulas llamamos “el colegio de Boedo”), según plano de la ciudad, está en Almagro, ya que se encuentra en la avenida Boedo antes de que ésta salve Independencia y entre en el barrio oficializado. Entonces, el primer establecimiento educacional que tuvo —y tiene— el barrio de Boedo se halla en el barrio de Almagro. Como si la Sorbona —sin comparar niveles educacionales, desde luego— estuviera en Roma.
La antigua fábrica de cigarrillos “La popular”, luego Massalin & Celasco, y mucho antes de todo esto taller de confección de Gath & Chaves, y hoy un centro cubierto de recreación deportiva, poseía una hermosa torre que remataba en una bella escultura; antaño, su gran reloj iluminado servía para poner en hora los relojes del vecindario y su carillón alertaba a su tiempo y a cada cual convocándolos a sus quehaceres: al amanecer llamaba al trabajo, al mediodía nos reunía para el almuerzo familiar y media hora después nos apuraba a la escuela, al atardecer reunía a los novios para la cita junto al buzón, y en las madrugadas aceleraba los pasos del trasnochador. Este gran ojo luminoso con campanas de alerta —el reloj de Caravanas, como lo conocía todo Boedo por la marca de los cigarrillos que allí se elaboraban— sobrevivió hasta fines del siglo XX, aunque ciego y mudo, en la esquina de México y Maza, que, según plano oficial de los barrios de la ciudad, pertenece al barrio de Almagro. Sus campanadas sobresaltaban a los vecinos de varias cuadras a la redonda —todos boedenses—, jamás su tañer se oyó en Rivadavia y Medrano, centro de la almagredad. Decir que esta esquina es de Almagro, es hablar en lunfardo en Beijing y pretender que nos entiendan.
Y un último ejemplo, para no abundar. En un excelente y documentado libro que leí con fruición: Almagro en el intento, de Omar Pedro Granelli, el autor hace un relevamiento de destacados almagrenses. Entre esta nutrida lista hay personajes que, sin dudar, catalogaría como boedenses. Uno sobre todo en especial: el poeta Atilio Jorge Castelpoggi, que fue de Boedo de y durante toda la vida. Siempre vivió fronteras adentro de la avenida Independencia —pleno Boedo y sin chistar—; en los últimos años se mudó a un noveno piso de Boedo 350, casi Belgrano, donde siguió goleando con viril poesía el arco de los autoderrotados, hasta que la Muerte —que jamás paga un pase— lo llevó de goleador poético para su equipo. Y por este último domicilio Granelli lo ubica como almagrense; para ello seguramente el plano de la ciudad le vino de perillas; pero uno no vive en un plano, y menos Castelpoggi, que respiraba boedad por todos sus poros. (Entre paréntesis me digo que falta en esa nómina Alfredo Carlino, que nació en Yapeyú y México —que también sería Almagro según el remanido planito— y que ahora habita en 24 de Noviembre e Hipólito Yrigoyen, sin que por ello el poeta sea de Balvanera, ya que él se sabe y se siente boedense de toda la vida.) Creo que en estos casos —y perdone el autor de ese hermoso libro— nada mejor que preguntarle al interesado —cuando ello aún es posible— qué barrio asume como propio, porque, a riesgo de exagerar, diría que viviendo en otro país, e incluso habiendo tomado carta de ciudadanía, nunca se dejará de ser argentino, y si se es de Boedo, mejor ni hablar.
Siempre los límites barriales se han prestado a confusión, tal vez porque los planos municipales se pergeñaron sobre tableros de dibujo de acuerdo a pautas burocráticas marcadas por las intendencias de turno, haciendo poco caso —o tal vez ninguno— de los sentimientos de aquellos que viven y palpitan la intensidad de un territorio que sienten como propio, y en este sentir, las diferencias de unas cuadras generan ciertas ansiedades con respecto al lugar de pertenencia. Y creo no equivocarme; si alguien no está de acuerdo con esta teoría —salgo de Boedo para no parecer boedotemático—, le sugiero que le diga a cualquier vecino de Coronel Díaz y Soler que él vive en Recoleta y no en Palermo, como seguramente cree; o a otro de Virrey Olaguer y Feliú y Ciudad de La Paz que él pertenece a Colegiales y no a Belgrano, como tal vez siempre supuso. Y después me cuenta.
Rubén Derlis
San Lorenzo
Devolución de un predio
Aprobación en primera lectura
El jueves 17 de mayo, se llevó a cabo la votación, en primera lectura, en la que la Legislatura de la ciudad aprobó la restitución de un predio en el barrio de Boedo, en terrenos que había ocupado el Viejo Gasómetro de avenida La Plata, al Club Atlético San Lorenzo de Almagro, para ser utilizado como Sede Social, Deportiva y Cultural.
La aprobación en primera lectura da comienzo al proceso de restitución del predio ubicado en Salcedo 4220, entre Las Casas e Inclán, y claramente asigna su utilización “como Sede Social, Deportiva y Cultural”.
Las comisiones de Turismo y Presupuesto de la Legislatura se encargaron de elaborar el texto de la norma —aprobada por 41 votos— basándose en las propuestas del diputado Francisco Talento y del jefe de Gobierno —responsable del veto de una legislación anterior sobre el mismo tema—.
Quedan por delante: el llamado a audiencia pública para que la ciudadanía pueda expresarse sobre el tema y la votación en segunda lectura, en la que se espera la sanción definitiva de la Ley.
La industria de la imbecilidad
Debemos confesar que nos formaron bajo una educación bizarra. En los últimos años no hay duda de que los gobiernos se encargaron de avances tecnológicos, de guerras, de la opresión que domestica. Trivialidad, bufonadas de lo cotidiano que petrifican lo sensible. Etiquetas fraudulentas cubrieron el sentido común en todo el planeta y un automatismo robótico generó la fatuidad vaciando todo contenido. Y aquí estamos, querido lector, aquí estamos. En el dogma de la ambición, la urgencia y la infelicidad.
G. C. Lichtenberg, a leerlo, ya lamentaba que la historia se compusiera únicamente del relato de los hombres despiertos. En 1951, Jean Schuster escribió: “Cuando, una noche, todos los explotados sueñen que es preciso terminar y cómo terminar con el sistema tiránico que los gobierna, entonces, tal vez, la aurora surgirá en todo el mundo, sobre las barricadas”. No deja de ser bello. Utópico y bello. Las familias bien constituidas no pensarán lo mismo ni las escuelas dominicales ni los espectadores que deliran con participar en Gran Hermano o Bailando por un sueño. Así es, todo mezclado, ricos y pobres, todo mezclado. El espíritu es otra cosa. De eso saben los artistas, los amantes y los solitarios. Sutil, el tema, cálida lectora.
¿Cómo hacer? nos preguntamos una y otra vez. La lectura puede ser un camino. Hay otros, sin duda. La lectura debe emocionarnos, de lo contrario nos embalsama, nos fosiliza. Alguien dirá que no es una obligación leer. De acuerdo. Alguien dirá que hay gente feliz sin libros y sin ópera y sin pintura. No nos oponemos. Ahora bien, ¿qué gente es? ¿Cuál es la felicidad, el gozo, el placer de sus vidas? ¿Cómo medirlo, cómo sentirlo, cómo saberlo? Bien, sigamos. Uno no dice que nos da felicidad la lectura. También nos aproxima al dolor, a la angustia, a la existencia. A una realidad diferente. Teóricamente nos hace más profundos, más humanos. Por otra parte, advertimos que sobrevive la mediocridad y sucumbe la mirada crítica. Se perpetúa la industria de la imbecilidad.
La humillación implantada por los grandes medios de comunicación se convierte en orgullo. Mojamos la medialuna con placer mientras vemos crímenes, violaciones, casas destruidas y pornografía. Hay gente feliz sin libros, qué duda cabe. Está lo formal y lo vulgar, los profesionales que se lavan los dientes con prolijidad, se miran al espejo y sonríen. En el fondo una sociedad que ostenta apatía, movida por fuerzas de una ignorancia supina. La maquinaria está en marcha una vez más. Con nuevas técnicas, con formas disimuladas. Coordina una voluntad envenenada. El resentimiento, el sentido de inferioridad. Mientras tanto lo pasamos lo mejor posible. Cerramos los ojos, la culpa está en otra parte, la responsabilidad también. ¿Somos infieles? ¿A qué somos infieles? Y eso de la fidelidad ¿cómo se construye? Y la felicidad, ¿qué es la felicidad? Esta sociedad -tal vez no quiera verlo, tal vez le moleste lo que hoy escribo, tal vez me odie sin conocerme- esteriliza hasta el vacío absoluto. Después vienen los delirios colectivos, la señal de los tiempos, las fachadas monótonas, los almuerzos familiares, los cumpleaños de quince. La broma deja de ser graciosa, la adulación se convierte en hábito, la fatuidad un latido de nuestro corazón. Pero en el fondo —usted sabe tan bien como yo— la verdad está en el amado y en la amada, en el instante en que sus miradas se aíslan de la Tierra , en el momento en que sus cuerpos flotan. Y son primitivos, lúcidos, rebeldes.
Nuestro querido John Berger lo explica mejor: “El perfume me devuelve a mi primera infancia, al primer jardín que conocí, y de pronto, desde aquel tiempo tan lejano, vuelven ambos olores, desde mucho antes que el lilio o la mierda tuvieran nombre para mí”.
Carlos Penelas
En La Boca: tornillos alrededor del maestro
Por primera vez aparecieron las paradas del 29 y el 53. Y por primera vez pasé frente a la puerta, en la ochava, del café y bar Roma, en la esquina de Almirante Brown y Olavarría. Caminaba, y, como corresponde, hacía unos momentos, había visto Casa Amarilla desde el colectivo y el estadio de Boca desde el bondi.
Llegué en transporte público de pasajeros hasta Pedro de Mendoza, a unos metros del esqueleto negro puente y desde un cuarto piso sobre la negrura Riachuelo miré sobre costanera y agua o lo que queda de ella, miré sobre algún barco y quizá sobre un puñado de pájaros que volaban rasantes sin importarles la contranoche tan cerca del pecho.
En el cuarto piso con balcón vive Salvador Linares, crítico de arte, un hombre de la cultura, pero, por sobre todo, un amigo, un buen tipo, galardón que no está a mano de cualquier atontado en estas épocas destempladas. No se lo dije, pero yo estaba en La Boca, en sábado a la tarde, debido a su escritura. Llevé papel impreso, eso que siempre lleva encima, eso que siempre transporta cualquier escriba o lector: libros, periódicos, revistas, puro intercambio. A las tres me esperaban en una esquina, o pensé que así iba a ser, y la visita fue corta.
Al final de cuentas, las tres de la tarde llegaron con el aroma de la demora y entonces tuve una hora para caminar. Fue cuando vi por primera vez las paradas del 29 y el 53, cuando el Roma, porque a la ida sólo pensaba en la mujer con la que me iba a encontrar.
Una piba rubia caminaba por la vereda de enfrente. Un grupo de trabajadores se aplicaban al arreglo de una vereda. Uno de ellos detuvo las actividades e inició el silbido característico que nace cuando grata damisela se desliza en las cercanías. Pero es sabido que hoy es la distancia la que autoriza el silbido. Decir qué linda refugiado en la distancia, decir qué linda con la bocina del auto, gritar qué linda desde la velocidad de un camión. Un intento de decir que en nada puede cambiar el paisaje, pero el hombre se muestra feliz, realizado, cuando, en definitiva, ella no se entera.
Ropa en los balcones, en los viejos balcones de un edificio, en su frente, pintado de un rosa sucio, se lee su nombre; alguna vez el edificio fue nido para La Victoria en letras verdes, no hay más datos, persiana baja y silencio, ¿qué habrá sido La Victoria? Sólo ropa en los balcones y el sol de la tarde. Cerca de esta victoria olvidada sigue en su lugar la Casa Natale de pastas frescas, ni muy vieja, ni nueva, en el mientras tanto de los días, ni ametrallada de dicroicas ni de moho.
Otra vez aparecen las paradas del 29 y el 53, y entonces, en la cercanía del puente negro, alcanzo a leer el cartel: Obras públicas de la Ciudad: Reacondicionamiento y puesta en servicio del transbordador Nicolás Avellaneda. De puro óxido el paisaje, un portón bajito de dos hojas se abisma al borde del Riachuelo, nada más. Cemento y madera podrida en los alrededores, en los cimientos del puente; botellas plásticas vacías como posible marca de nuestra época, marca que flota en un mismo lugar y sin para qué. Ramas muertas y árboles creciendo desde la mugre flotante y la madera, pilotes solitarios, no logro imaginar a qué construcción pertenecieron. Las palomas velan los restos del animal.
Dos botes cruzan el Riachuelo, en la otra orilla, el otro puerto, hay una pequeña casilla de madera pintada de amarillo. La piba rubia que nunca escuchó el silbido del hombre que arreglaba la vereda caminó por la rampa hacia el bote. Las barandas están pintadas de varios colores: naranja, amarillo, verde, azul, tienen un tramo cubierto con un techo plástico, y el bote es de color rojo y verde. Un muchacho de barba, de unos treinta y cinco años, recibe las monedas que la piba rubia paga para llegar al otro lado. Alrededor de ellos flotan los desperdicios y los sonidos metálicos desprendidos del otro puente; a la izquierda de la pantalla, señor, señora, el puente joven se queja desde sus metales bajo el veloz paso de un camión de Cliba.
Salvador Linares me invitó a La Boca desde las páginas del periódico de la SAAP (Sociedad Argentina de Artistas Plásticos) del mes de mayo: Lo que más desorientaba a la “intelligentzia” vernácula era comprobar cómo alguien —desde un origen y un lugar tan humilde— se atrevía a ser totalmente original a partir de sus propias vivencias y conclusiones prescindiendo de las academias y las influencias europeas. Los encargados de proclamarlo estaban ante el primer auténtico pintor nacional y no se daban cuenta. Sí, en cambio, los hombres comunes y los intelectuales del campo popular. Ellos supieron, desde un primer momento, que asistían al surgimiento de un artista argentino de proyección universal. Quinquela Martín (1890-1977) entraba en escena: La Boca que recorrió Quinquela en su infancia, era tan gris como es Barracas hoy, unas cuadras más allá. Si bien su colorido se manifestaba incipiente en algunas de las casas de chapa pintadas con el sobrante de las pinturas de los barcos, la explosión policromática que hoy ostenta, es un montaje ideado por el artista para que el barrio se asemejara a sus telas. Así La Boca se parece a sus cuadros, y no al contrario. El mismo cuenta —y hay quien lo recuerda— que periódicamente distribuía pintura entre los vecinos e instrucciones de dónde y cómo tenían que aplicarla; lo mismo que para su conservación hace hoy la comuna. Linares afirma: Esa constituye otra de sus virtudes imponderables: habernos convencido que su visión era la genuina imagen de esa ribera que abraza la Vuelta de Rocha y no la menos deslumbrante que en realidad enfrentamos. [...] Quinquela no olvidó que era más que nadie un hijo del pueblo y cuando le llegó el triunfo quiso compartirlo con él de una manera concreta. Así comienza su obra filantrópica con la donación de diversos establecimientos educativos y de salud destinados principalmente a niños y jóvenes, haciendo valer una de sus frases: “Los hombres no valen por lo que tienen, ni siquiera por lo que son, valen por lo que dan”.
La gran muestra de la obra de Quinquela estuvo colgada hasta el 3 de junio en el museo que lleva su nombre, donde también funciona una escuela, y que fuera domicilio del pintor. Linares informa que la muestra no tuvo espacio en los medios de comunicación; quizá, se me ocurre, otra hubiese sido su relevancia si el artista se hubiese dedicado a las instalaciones y al concepto.
Entre las pertenencias del pintor, puede observarse el atuendo que usaba Quinquela a la hora de entregar la orden del tornillo: vieja casaca y gorro de azul y oro militar cuyos botones fueron cambiados por tornillos. En la misma vitrina reposa un ejemplar de tornillo de madera, casi medio metro de altura alcanza la distinción, tornillo atornillado en una sola pieza a la base, a un lado de ésta descansa un gran destornillador; era todo lo necesario para distinguir a aquellos que se destacaban en el arte popular; la ceremonia de entrega se realizaba en medio de una comilona de fideos.
La invitación de Linares siguió su curso y me llevó, días después y sin previo aviso, hasta el escritor Joaquín Gómez Bas (1907-1984), amigo de Quinquela, a su inolvidable novela La comparsa y a uno de sus momentos. Calixto Ribas, el personaje de la historia, relata: [...] Al sábado siguiente me llevó al lugar prometido. Café Tortoni. Bajé con paso indeciso la escalera del sótano, almohadillada con alfombra de esterilla. Sobre la pared del recodo unas letras enmarcadas informaban sobre la finalidad de la cueva. “La Peña. Agrupación de Gente de Arte y Letras”. Alrededor de unas mesas cuadradas se apretaba la concurrencia dicharachera, los rostros esfumados en la compacta humareda del tabaco. En abundancia, cuadros y esculturas de distintos tamaños y tendencias. Ante las recomendaciones de Bardisone a favor de la pianista que hacía su presentación, Calixto Ribas encasilla a los oyentes: [...] Tilingas en posición de embeleso, viejas juanetudas respirando profundo y abanicándose la papada, jovencitos con el rostro ciano reblandecido con los ojos fijos en la porción de pianista que rebasaba del área del taburete. Entre ellos, los artistas de la plástica y de las letras, localizables por las crenchas al descuido, por la chalina llorosa o por la pinta de conductor de carroza fúnebre. Bardisone le presenta al mismísimo Quinquela, antes lo informa de que el quía Es el que diseca el bacalao en este antro. Calixto lo describe: [...] Cráneo ovoide, mondo y reluciente; ojos inquisidores, con apagones de mansedumbre; pómulos agresivos; abundante nariz picuda, y en toda su prestancia un no sé qué de andaluz señorito que alterna con el populacho sin olvidar su abolengo. Bardisone había avisado que Calixto quería decir algunas palabras en la peña, entonces Quinquela lo advierte: [...] Aquí no le llevamos el apunte a los recitadores. Tienen que ser versos propios. Cada poeta dice lo suyo... Corto, ¿eh? Cinco minutos. La gente no aguanta más. Se duermen todos...
El recorrido se termina, la muestra de Quinquela (plenitud en la serie del fuego, en las obras no tan vistas, en la mayoría de sus aguafuertes) sin difusión; los libros de Gómez Bas (Barrio gris, Oro bajo, Suburbio) sólo para buscadores en librerías de viejo; y las botellas plásticas, vacías sobre la noche del petróleo, algunos de los ingredientes hacedores del combo oferta de la época.
Edgardo Lois
NO HABRA MAS PENAS NI OLVIDO
¿Cómo puedo explicarles tal rareza
a cuantos ven la fama, las modas, el olvido,
el estruendo que pasa?
¿Quién fue Gardel?
O más: ¿quién sigue siendo?
Media vida en la muerte. Y no se nota
porque vuelve a cantar todos los días.
Pero el misterio es otro.
No es la suma
de la técnica a secas, de las cifras,
de algún pobre recuerdo interesado.
Es el empuje de su voz que salta
viejos tiempos y músicas y letras
para dar en el blanco, donde duele.
Gardel es la memoria del tango, ese chispazo
que nos arruga el corazón y canta.
Rafael Alberto Vásquez
Editorial:
La elección
Una vez más —y reconfortados de que así sea— hemos podido expresar nuestra voluntad ante las urnas. Los seudoencuestadores —los mismos gurúes de siempre, prestos a la información conveniente— han vuelto a equivocarse, aunque ahora, como siempre, tendrán a mano las explicaciones del caso: que los indecisos se volcaron a..., que no estaba previsto que...
La realidad salida del cuarto oscuro es, paradójicamente, clara: los finalistas para esta contienda son Macri y Filmus. Uno, reafirmando que la tercera es la vencida, logró treparse a un porcentual que no estaba ni siquiera en la mente del más optimista de sus adeptos. El otro, remontando la pendiente a la que lo sometió la presurosa convocatoria del actual jefe de gobierno.
Y un perdedor: el multimediático Telerman, al que no le alcanzaron las facilidades que da el ejercicio del poder, ni la catarata de cortes de cinta de última hora, ni la presurosa convocatoria, para disimular sus contradicciones, su regodeo con el poder heredado de manera confusa, cuando menos. Entre las reflexiones sugeridas surge una para el futuro inmediato: ¿ahora qué hacemos con los cinco largos meses para la entrega del poder? Es obvio que no estaba en los cálculos perder esta partida.
Un párrafo para nuestra izquierda, nuestra bulliciosa y empeñosa izquierda: ¿no habrá llegado el momento de hacer autocrítica y abandonar antinomias que no lo son, sutilezas antagónicas, matices de egoísmo personalista para darle algo de vigor a ese 7 a 8 % atomizado y estéril? O que alguien demuestre la eficacia de colocar uno o dos legisladores, cuanto mucho, que, ante la carencia de cohesión, terminan haciendo la suya en el entorno hostil.
Queda por delante la instancia de la segunda vuelta. La herramienta democrática para lograr la mayoría absoluta se presenta complicada para el ala progresista, si es que perdura el término. La dura pendiente de los 22 puntos de diferencia presenta agudas dificultades para el repecho, aunque la dualidad que ahora cobra vigencia, la reducción a dos de la multitud de ofertas electorales, brinda una oportunidad, que no debe ser desaprovechada, de exposición clara de propuestas y antagonismos.
Y después..., a pronunciarse nuevamente, responsablemente, generosamente, optando entre lo ofrecido por quien esté más cerca de la ciudad que queremos. Es lo que hay, dirían con crudo realismo los más jóvenes. Y la pelea hay que seguirla dando en el ámbito más propicio que podamos conseguir.
Mario Bellocchio
CULTURA GRATUITA
BAIRES POPULAR
Muestra de fotografías BOEDO y LA BOCA EN LOS 80
en el Café Margot, Boedo y San Ignacio.
Los parroquianos del “Homero Manzi” se entrecruzan con el paisaje boquense y su pintoresquismo, hace un cuarto de siglo.
Expone: Mario Bellocchio
Inauguración: lunes 18 de junio
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Todos los sábados de 11 a 14:
Mesa de publicaciones: ABC, Desde Boedo, Ediciones BP, Papeles de Boedo y otras publicaciones y ediciones barriales. En la vereda del Café Margot. Material fotográfico (Boedo antiguo) de la colección “Desde Boedo”, restaurado por Mario Bellocchio.
Todos los sábados de 11 a 14:
Mesa de publicaciones: ABC, Desde Boedo, Ediciones BP, Papeles de Boedo y otras publicaciones y ediciones barriales. En la vereda del Café Margot. Material fotográfico (Boedo antiguo) de la colección “Desde Boedo”, restaurado por Mario Bellocchio.
Primer sábado de cada mes a las 17: presentación del ciclo
Buenos Aires esquina Boedo, en Esquina Osvaldo Pugliese (C. Calvo esq. Boedo). Presentaciones, charlas e ilustración musical.
Entérese y participe en nuestras actividades culturales:
periodicodesdeboedo.blogspot.com
bairesp.blogspot.com
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bairesp.blogspot.com
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DE JULIO A DICIEMBRE
CICLO DE CINE GRATUITO EN “LA BALEAR”
El imprevisto cierre que soportó la Casa Balear —ya superado— obligó a la postergación del inicio del ciclo de cine programado juntamente con el CGPC5. BAIRES POPULAR ofrece las disculpas del caso e invita a los vecinos a participar, los primeros viernes de cada mes hasta diciembre, en la proyección gratuita de importantes películas nacionales.
Iniciamos el viernes 6 de julio a las 19.30 con “Luna de Avellaneda”.
EL PRIMER VIERNES DE CADA MES A LAS 19.30
EL PRIMER VIERNES DE CADA MES A LAS 19.30
En Colombres 841
Presentan: BAIRES POPULAR - CASA BALEAR DE BS. AS. - CGP COMUNAL 5
6 DE JULIO: Luna de Avellaneda (2004), Dir. J. J. Campanella.
6 DE JULIO: Luna de Avellaneda (2004), Dir. J. J. Campanella.
Cortometraje: Palma (de Mallorca), una ciudad en azul.
3 DE AGOSTO: Tiempo de valientes (2005), Dir. Damián Szifron.
3 DE AGOSTO: Tiempo de valientes (2005), Dir. Damián Szifron.
Cortometraje: Parques nacionales.
7 DE SEPTIEMBRE: Derecho de familia (2006), Dir. Daniel Burman.
7 DE SEPTIEMBRE: Derecho de familia (2006), Dir. Daniel Burman.
Video: Ibiza y Formentera. Documental sobre ambas islas.
5 DE OCTUBRE: El abrazo partido (2003), Dir. Daniel Burman.
5 DE OCTUBRE: El abrazo partido (2003), Dir. Daniel Burman.
Cortometraje: Días de vino. Industria vitivinícola en Mallorca.
2 DE NOVIEMBRE: El último payador (1950), guión y dirección de Homero Manzi. Homenaje en el centenario de su natalicio. Protagonizada por Hugo del Carril.
2 DE NOVIEMBRE: El último payador (1950), guión y dirección de Homero Manzi. Homenaje en el centenario de su natalicio. Protagonizada por Hugo del Carril.
Cortometraje: Un país en la mochila. Mallorca. Documental sobre la mayor de las Islas Baleares.
7 DE DICIEMBRE: Historias mínimas (2002), Dir. Carlos Sorín.
7 DE DICIEMBRE: Historias mínimas (2002), Dir. Carlos Sorín.
Cortometraje: Un país en la mochila. Menorca.
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BAIRES POPULAR, los periódicos ABC y DESDE BOEDO y la revista HISTORIAS DE LA CIUDAD participan en la
PRIMERA FERIA DEL LIBRO DE HISTORIA DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
conmemorando su FUNDACION
PATIO de la CASA DE LA CULTURA (p. baja)
Av. de Mayo 575 y/o Rivadavia 576
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA
Exposición y venta de libros de historia de la Ciudad de Buenos Aires
organizada por la Junta Central de Estudios Históricos juntamente con el Ministerio de Cultura GCABA, del 11 al 16 de junio de 10 a 17.
CICLO DE MUSICA
“Buenos Aires y su música”. Patio de la Casa de la Cultura, 13 hs.
LUNES 11: Esteban Riera (Tango)
MARTES 12: Quique Condomí (Fusión Ciudadana)
MIERCOLES 13: David Sotelo (Candombe y...)
JUEVES 14: Antonio Birabent (Rock)
VIERNES 15: Miguel de Caro (Tango)
SABADO 16: Coco Romero y La Matraca (Murga)
CICLO DE CINE
“Buenos Aires en el cine”. Sala de Proyecciones, Casa de la Cultura, 17 hs.
LUNES 11: “Pizza, birra, faso”. (1997)
MARTES 12: “El abrazo partido” (2003)
MIERCOLES 13: “Sol de Otoño”. (1996)
JUEVES 14: “Derecho de Familia”. (2005)
VIERNES 15: “Moebius”. (1996)
EN EL SALON DORADO:
Espectáculos de Tango a las 19 hs.
Lunes 11: Adolfo Gómez Trío con Alberto Podestá.
Miércoles 13: Quinteto Típico Buenos Aires con Gabriel Domínguez.
Viernes 15: Daniel Viacava Trío con Karina Rivero
ORGANIZAN:
Ministerio de Cultura - Subsecretaría de Patrimonio - Comisión de Patrimonio -
Instituto Histórico - Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken - Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires.
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MUSEO MONTE DE PIEDAD
(Boedo 870, 2º piso por escalera)
Tel.: 4 931-8204/ 4 931-1605; Fax: 4 932-4680,
E-mail: museo@bancociudad.com.ar
CICLO DE MUSICA
“Buenos Aires y su música”. Patio de la Casa de la Cultura, 13 hs.
LUNES 11: Esteban Riera (Tango)
MARTES 12: Quique Condomí (Fusión Ciudadana)
MIERCOLES 13: David Sotelo (Candombe y...)
JUEVES 14: Antonio Birabent (Rock)
VIERNES 15: Miguel de Caro (Tango)
SABADO 16: Coco Romero y La Matraca (Murga)
CICLO DE CINE
“Buenos Aires en el cine”. Sala de Proyecciones, Casa de la Cultura, 17 hs.
LUNES 11: “Pizza, birra, faso”. (1997)
MARTES 12: “El abrazo partido” (2003)
MIERCOLES 13: “Sol de Otoño”. (1996)
JUEVES 14: “Derecho de Familia”. (2005)
VIERNES 15: “Moebius”. (1996)
EN EL SALON DORADO:
Espectáculos de Tango a las 19 hs.
Lunes 11: Adolfo Gómez Trío con Alberto Podestá.
Miércoles 13: Quinteto Típico Buenos Aires con Gabriel Domínguez.
Viernes 15: Daniel Viacava Trío con Karina Rivero
ORGANIZAN:
Ministerio de Cultura - Subsecretaría de Patrimonio - Comisión de Patrimonio -
Instituto Histórico - Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken - Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires.
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MUSEO MONTE DE PIEDAD
(Boedo 870, 2º piso por escalera)
Tel.: 4 931-8204/ 4 931-1605; Fax: 4 932-4680,
E-mail: museo@bancociudad.com.ar
HORARIOS DE VISITA AL MUSEO:
Lunes, miércoles y viernes de 10 a 17.
Martes y jueves 10 a 20.
VISITAS GRUPALES: concertarlas telefónicamente.
CURSOS en el Museo Monte de Piedad
Seminario: TEATRO ARGENTINO
“La conmoción de la vida”. De la Ranchería a Teatro Abierto.
A cargo del Profesor Leonardo Busquet
Del 31 de mayo al 19 de julio, todos los jueves de 18 a 20 hs, en el auditorio del Museo Monte de Piedad -Av. Boedo 870, 2º Piso.
Cupos limitados - Informes: a las direcciones del encabezado
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MUESTRA COLECTIVA
de documentalistas de Acción Fotográfica
Librería “El gato escaldado”- Independencia 3548
Desde el 30 de mayo al 30 de junio
AF - www.accionfotografica.com.ar
Librería “El gato escaldado”- Independencia 3548
Desde el 30 de mayo al 30 de junio
AF - www.accionfotografica.com.ar
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ESPECTACULOS EN BARES NOTABLES
Los espectáculos se realizarán en el marco del programa de revitalización de los Bares Notables perteneciente a la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables, que coordina la Subsecretaría de Patrimonio del Ministerio de Cultura de la Ciudad.
Informes:
* JAVIER DI CIRIACO (Tango) - Viernes 8 y 15 de a las 20.
EL PROGRESO. Montes de Oca 1700 (Barracas). Tel.: 4 301-0671
* CUARTETO CATENACHO (Tango Instrumental) - Viernes 9 y 16 a las 18.
CAFÉ DE GARCIA - Sabria 3302- (Devoto) - Tel. 4 501-5912
* ARCANO (Folklore). Domingos 3 y 10 a las 19.
BAR OVIEDO - Lisandro de la Torre 2407 (Mataderos) - Tel 4 687-8690
CICLO FAMILIAS NOTABLES
* LITO VITALE Y LILIANA VITALE (Hermanos) - Viernes 1º a las 19
36 BILLARES - Avda. de Mayo 1265/71 (Monserrat)
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LA ORUGA
Biblioteca pública de La Oruga:
todos los sábados de 16 a 19 hs en la plaza de México y Jujuy.
E-mail: laorugacolectivoautonomo@yahoo.com.ar
todos los sábados de 16 a 19 hs en la plaza de México y Jujuy.
E-mail: laorugacolectivoautonomo@yahoo.com.ar
Página web: www.laorugaweb.com.ar
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TEATRO LEIDO
Ciclo de presentación de las últimas obras del grupo de dramaturgos que integran Susana Torres Molina, Susana Gutierrez Posse, Susana Poujol, Víctor Winer, Héctor Lewy-Daniel, Jorge Huertas, entre otros, como teatro semimontado con actores como Rita Terranova, Carlos Belloso, entre otros.
Los 2os. lunes de cada mes en distintas bibliotecas públicas
Consultas: 4 811-0867 int.102 - ENTRADA LIBRE Y GRATUITA
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ACADEMIA DE HISTORIA DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
“Buenos Aires, hacia el Bicentenario”
Casa del Virrey Liniers, Venezuela 469
Los martes de 19 a 20.30 hs
Martes 5 de junio: Elisa Radovanovic y José María Peña : La ciudad colonial, escenario urbano y arquitectónico
Martes 12 de junio: Enrique Mario Mayochi: Cultura y Educación en el Buenos Aires de las invasiones.
Martes 19 de junio: Carlos Moreno y María del C. Magaz: Artes y Oficios en la primera década del siglo XIX.
Martes 26 de junio: Daniel Schávelzon, Maxine Hanon y Sandra Condoleo: La vida cotidiana porteña.
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Junta de Estudios Históricos del barrio PARQUE CHACABUCO
Ciclo de conferencias
(el tercer jueves de cada mes a las 19)
Jueves 21 de junio:
Jueves 21 de junio:
“Tango y medicina”, por el Dr. Donato De Palma.
Jueves 19 de julio:
“El pintoresco Clemente Onelli en Buenos Aires”, por el Dr. Carlos Trueba.
Jueves 16 de agosto:
“La música en el barrio P. Chacabuco”, por el maestro Mario Valdéz.
SAN JOSÉ DE CALASANZ 1059
(Salón de la parroquia Santa Isabel de Hungría)
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Presentación del libro de
Carlos Penelas
El Centro Betanzos / Ediciones se complace en invitarlos a la presentación del libro Romancero de la melancolía, de Carlos Penelas,
El Centro Betanzos / Ediciones se complace en invitarlos a la presentación del libro Romancero de la melancolía, de Carlos Penelas,
con ilustraciones originales de Juan Manuel Sánchez.
Interpretará fragmentos del poemario Onofre Lovero.
Actuará, especialmente invitado, el Grupo de Música Tradicional de la Fundación Xeito Novo.
Sábado 23 de junio a las 19, en el Salón Geno Díaz
del Centro Betanzos de Buenos Aires, Venezuela 1536.
Al finalizar, se servirá un vino de honor.
Sábado 23 de junio a las 19, en el Salón Geno Díaz
del Centro Betanzos de Buenos Aires, Venezuela 1536.
Al finalizar, se servirá un vino de honor.
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CONCURSO “UN POEMA PARA HOMERO”
BAIRES POPULAR llama al concurso de poesía “Un poema para Homero”,
en conmemoración de los cien años del nacimiento de Homero Manzi.
Primer premio: $ 500 y medalla;
Segundo premio: medalla.
También se otorgarán menciones.
Primer premio: $ 500 y medalla;
Segundo premio: medalla.
También se otorgarán menciones.
La participación en este certamen no tiene costo alguno. Las bases pueden retirarse todos los sábados (de 11 a 13,30) en la mesa de Baires Popular: Boedo y San Ignacio esquina del café “Margot”; en la librería “El gato escaldado”, avenida Independencia 3548, Capital (de 10 a 13 y de 15,30 a 20,30); o pedirlas por correo electrónico a:
o “bajarlas” del blog:
La recepción de material cierra el 31 de agosto de 2007.