13.6.08



Nº 75
Junio de 2008
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SUMARIO

EL SIMBOLO DE LA CIUDAD
Nacido en medio de la “Década infame”, el Obelisco pronto se situó entre los porteños como referente ineludible de Buenos Aires.
Mario Bellocchio

CALLEJEANDO HISTORIA
MARCOS SASTRE Y LA LIBRERIA ARGENTINA
Diego Ruiz

LE SQUARE
Para que el mundo sea soportable hay que exorcizar las obsesiones
Carlos Penelas

LUISITO, DE LOS QUE SIEMPRE HACEN FALTA
Se llamaba Luis Cardey, aunque le decían Luisito.
Juan Alberto Núñez

La mirada joven
EL NIÑO PERPETUO
Algunos dicen que el barrio lo adoptó en un abrazo de verano.
Pablo Bellocchio

QUILOMBINA*
(*) País de América del Sur que se extiende entre la Quiaca y Tierra del Fuego. Esta nota es para lectura exclusiva de quilombinos o allegados al pare-ser nacional.
Josecito poeta boedónico

EL MONUMENTO A LA CARTA MAGNA Y A LAS CUATRO REGIONES ARGENTINAS
Más conocido como “Monumento de los Españoles”
Miguel Ruffo

COMISIÓN PLAZA
La última reunión de la Comisión Todos por la Plaza
Patricia Roselló

SEGÚN EL CGP, PLAZA EN MARZO
Acaba de materializarse el primer envío del Boletín Digital del CGPC5.

DAVID ALVAREZ MORGADE, POETA
Acaba de publicarse la obra poética de este poeta ignorado (uno más y van…)
Edgardo Lois

BAJO LAS LUCES DEL CENTRO
Se traslada la muestra de fotografía con intervención de arte digital de Mario Bellocchio “Boedo, adoquines bajo el asfalto”

EDITORIAL:
Déjenlo solo
El fallecimiento de Bernardo Neustadt
Mario Bellocchio

POEMA
Poema de la ciudad
Edgar Bayley

CULTURA GRATUITA
Actividades culturales en la ciudad de acceso libre y gratuito





El símbolo de la ciudad
Nacido en medio de la “Década infame”, el Obelisco pronto se situó entre los porteños como referente ineludible de Buenos Aires, cuyo día se celebra el 11 de este mes. Los grandes acontecimientos populares lo instalaron, hace 30 años, como centro de celebración y encuentro, a partir del Campeonato Mundial de Fútbol de 1978

Gardel y el Obelisco que, presentados como paradigmas de la porteñidad lucen juntos en la célebre pizzería “Los inmortales”, nunca se conocieron. Sólo las raíces del monumento vieron pasar al cortejo multitudinario que acompañó a Carlitos, por Corrientes, hacia la Chacarita.
La “Década infame”, la del pacto Roca-Runciman, la del “fraude patriótico” fue, paradójicamente, una época plagada de obra pública: la General Paz, el entubamiento del Maldonado, la 9 de Julio..., y el Obelisco, forman parte de la acción de un polémico intendente de la ciudad: Mariano de Vedia y Mitre.
El cuarto centenario de la Primera Fundación de Buenos Aires le dio la propicia oportunidad de instalar un gigantesco mojón como testimonio. Del lugar donde se decidió emplazarlo había sido desalojada la basílica de San Nicolás de Bari. El templo que las topadoras necesitaron derribar para la apertura de la 9 de Julio tenía su historia. Una inscripción en el frente norte del Obelisco lo atestigua: “En este sitio, en la torre de San Nicolás, fue izada por primera vez en la ciudad la Bandera Nacional el 23 de agosto de 1812”. Y allí, en la recién creada Plaza de la República, como cruce de Corrientes, diagonal Roque Sáenz Peña y 9 de Julio, se le encargó al arquitecto Alberto Prebisch —adalid de la estética racionalista— la, entonces, polémica construcción. Fue más veloz su erección —en menos de dos meses el obelisco estaba en pie— que la cantidad de críticas que arreciaron. Los argumentos no escatimaron calificativos que recorrieron todo el arco del descrédito, desde la banalidad hasta el negociado. Poco importó la discrepancia: eran épocas cuando diferir se pagaba con el destierro, la cárcel o la muerte. Los conatos radicales llevaron a sus dirigentes a Ushuaia. La concentración en apoyo de los obreros de la construcción, en Plaza Once, fue reprimida con tal ferocidad que produjo muertos, heridos y alrededor de dos mil detenidos. En esos años de pujanza y hambre, de esplendor edilicio y represión, nacía el Obelisco aportando una contradicción más: el parto de nalgas inicial para la creación de una estructura simbólica, hoy insoslayable, de la Ciudad de Buenos Aires.
Lo cierto es que culminada con celeridad la construcción, en la tarde del 23 de mayo de 1936, la gallarda mole recibió su bautismo ante miles de porteños y la presencia de las más altas autoridades encabezadas por el presidente de la Nación, el general Agustín P. Justo. Allí estaba nuestro Obelisco hueco, a diferencia de los monolíticos milenarios, luciendo su viril erección a despecho del previo rechazo. El intendente, Mariano de Vedia y Mitre, propulsor de la obra, pronunció entonces, como parte de su discurso, palabras que con el deshojar de los almanaques resultarían casi proféticas: “Este Obelisco será con el correr de los años, el documento más auténtico de este fausto del cuarto centenario de la ciudad. Dentro de las líneas clásicas en que se erige, es como una materialización del alma de Buenos Aires que va hacia la altura...”.
Un par de años más tarde, cuando ya los porteños lo miraban con afecto, asume la presidencia de la Nación Roberto M. Ortiz, quien designa intendente de la ciudad a Arturo Goyeneche. En uno de los primeros actos multitudinarios de gobierno se celebra, al pie del Obelisco, el “Día de la Bandera”. Esa misma noche, sin que se produjeran desgracias personales, se desprenden varias de las losas del recubrimiento. El hecho es suficiente para que se renueven las críticas, por lo menos a nivel institucional. El accidente, de todos modos, sirvió para que se reemplazaran las pesadas placas por un recubrimiento de “Iggam” en el que se trazaron líneas simulando las uniones. Las lajas se llevaron, sin reemplazo, la firma del autor de la obra, el arquitecto Prebisch.
Al año siguiente el Concejo Deliberante sancionó, nada menos, la demolición del monumento —Ordenanza Nº 10.251, de junio de 1939—, por veintitrés votos contra sólo tres. A pesar de tal mayoría legislativa el dictamen no se llevó a cabo por el veto del Ejecutivo Municipal, que lo calificó como un “acto carente de valor y contenido jurídico que altera el estado de cosas emanado del Poder Ejecutivo, ya que se trata de un monumento bajo jurisdicción y custodia de la Nación, a cuyo patrimonio pertenece”.

Hace treinta años, el 25 de junio de 1978, el equipo argentino se coronaba, por primera vez en su historia, campeón mundial de fútbol. El Proceso bebía a borbotones en la copa del Mundial. Los argentinos éramos “derechos y humanos” y los holandeses, que desde su gobierno vituperaban a nuestra dictadura, disputaban la final escindidos de la calamidad extradeportiva. Los triunfos de la Selección —y especialmente el de la final— tuvieron multitudinario festejo en el entorno del Obelisco, en una manifestación que los militares supieron explotar con creces aprovechando la pasión futbolera. Tras aquella cortina las atrocidades a las que la euforia cubría tuvieron, entonces, su clímax. Culpar a los hinchas es aliviar el prontuario de los asesinos. El entorno del Obelisco se tranformó en el lugar donde los argentinos aficionados al fútbol celebramos lo único celebrable que hubo en aquellos negros años de nuestra historia. De ahí en más las copas ganadas con la redonda designaron al Obelisco como lugar consagratorio. Y otras multitudes aún más numerosas, entre las que merecen su podio las concentraciones de los radicales y peronistas previas a las elecciones del 83. Y las del espectáculo, como el reciente recordado concierto de Baremboin con la Sinfónica.

El Obelisco de la ciudad de Buenos Aires se halla en el cruce de las avenidas 9 de Julio de 140 metros de ancho, Corrientes y diagonal Roque Sáenz Peña, ambas de 33 metros, ocupando el centro de la Plaza de la República, que comenzó siendo circular y terminó, en la actualidad, adaptándose a las necesidades de la optimización del tránsito, de forma casi ovoidal, cortada por dos carriles de circulación que le permiten continuación rectilínea a la avenida Corrientes. Está emplazado por encima de un triple cruce de túneles: el más profundo, actualmente utilizado por un ramal del ex Sarmiento que conecta Haedo con Puerto Madero, heredero de su viejo uso para trenes cargueros. Por sobre estos rieles corren los del subte D y más hacia la superficie, los del B. Una plataforma de cemento armado de 20 metros de lado se asienta sobre este último conducto para dar segura base al monumento. El Obelisco tiene, desde la vereda al extremo, 67,5 metros. Los 7 metros de lado que ostenta en su inicio se reducen progresivamente a 3,5 metros en la base de la pirámide del ápice. Su estructura es hueca pero cada 8 metros una losa de hormigón con un agujero central y otro lateral aseguran su solidez. El hueco central prevé el izado de elementos, por medio de una roldana, hacia la cúspide. El lateral da paso a una escalera marinera que conduce hacia la última losa ubicada en la base del ápice que permite el acceso a las cuatro ventanas que lo coronan. Por el interior circula el cableado que descarga al pararrayos de la cúspide. Para la construcción se utilizaron alrededor de 680 metros cúbicos de cemento y 1360 metros cuadrados de laja de San Luis, que fue descartada prontamente y reemplazada por su actual acabado después del desprendimiento de algunas de ellas en 1938 al no resistir, seguramente, las vibraciones que los subtes trasladaban a la estructura. Ciento cincuenta operarios se encargaron de su erección que tuvo un costo de $ 200.000 de aquellos años. Sus cuatro caras lucen inscripciones conmemorativas: la ya citada del frente norte; la del frente oeste: “Capital Federal, ley dictada por el Congreso Nacional el XX de setiembre de MDCCCLXXX a iniciativa del Presidente Nicolás Avellaneda, decreto del Presidente Julio A. Roca, VI de diciembre de MDCCCLXXX”; la del frente sur: “Segunda Fundación por Juan de Garay, XI de junio de MDLXXX y la del frente este: “Buenos Aires a la República en el IV Centenario de la fundación de la ciudad por Don Pedro de Mendoza, II de Febrero de MDXXXVI”.

En 1973, siendo camarógrafo de Teleonce, tuve el privilegio de disfrutar de la vista que puede apreciarse por los ventanales del ápice. Y enviar la imagen de mi RCA TK31 para asombro de los televidentes. Administraba el “Canal de las noticias” —como entonces se lo conocía— Héctor Ricardo García. Lo impensado de la salida me privó de llevar conmigo la cámara fotográfica para documentar el hecho, que incluyó ciertas particularidades cercanas a la hazaña: hubo que subir una de las pesadas cámaras de esa época —estábamos lejos de las manuales contemporáneas— por medio de la roldana superior, tarea que incluía el esfuerzo manual y la habilidad para que el delicado equipo no golpeara contra los estrechos huecos de las losas.
Trepar los doscientos escalones de la “marinera” fue, también, una tarea sólo apta para mis jóvenes y carentes de vértigo 33 años. Bajarlos fue más azaroso pero venía con las retinas llenas y la modesta cucarda de haber hecho cima en el Aconcagua porteño.
Mario Bellocchio

FUENTES DE DATOS:
* http://webs.sinectis.com.ar/mcagliani - “Historia del Obelisco” de Martín Cagliani.
* “El barrio de San Nicolás”, obra inédita de Luis Cortese.






Callejeando historia
Marcos Sastre y la Librería Argentina
Este año el cronista callejero se ha empeñado en recorrer algunas de las calles porteñas que llevan nombres de escritores, siguiendo un orden más o menos cronológico como lo hizo en otros años con otras disciplinas artísticas. Pero para poder seguir adelante —después de visitar a los viejos cronistas de Indias como Schmidel, a los escritores de la época virreinal como Lavardén y a los vates de la Revolución como De Luca y Vicente López—, se hace necesaria una pequeña pausa, porque para poder escribir primero hay que leer, generalmente mucho y variado, y es el ambiente cultural de cada época el que forma a los artistas. Existe una especie de leyenda en el sentido de que las épocas colonial y virreinal rioplatense fueron de oscuridad e ignorancia, leyenda creada por los liberales del siglo XIX que, admiradores de Francia e Inglaterra, consideraban a todo lo hispánico como atrasado y bárbaro. Por suerte la historiografía moderna ha desmentido ese prejuicio y los historiadores José Torre Revello y Guillermo Furlong reseñaron hace ya décadas la gran cantidad de libros, libreros y bibliotecas que existieron por estos pagos desde la propia fundación. Los conquistadores no sólo traían armas en sus morrales, sino libros, y de los autores del hoy llamado Siglo de Oro (Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, etc.) cuando no de Virgilio, Homero y otros clásicos. No sólo los curas y frailes leían y poseían bibliotecas, sino también muchos particulares, como podemos comprobar al revisar las donaciones que contribuyeron a formar la primera Biblioteca Pública de Buenos Aires, creada por Mariano Moreno.
Vaya toda esta introducción porque el personaje de nuestro callejeo es conocido como pedagogo y periodista, pero también por haber instalado la primera librería de importancia en Buenos Aires y la primera biblioteca circulante que, como veremos en nuestro próximo callejeo, tuvieron mucho que ver con los acontecimientos históricos de la época. Marcos Sastre, que de él se trata, había nacido en Montevideo en 1808 y estudiado en el cordobés Colegio de Montserrat de donde viajó, becado para estudiar dibujo y pintura, a Buenos Aires en 1827. De regreso en Córdoba ingresó en la Universidad y abrió una escuela de lectura, dibujo y latín en sus primeros floreos como docente. Se inscribió luego en los cursos de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, pero Lavalleja lo convocó para trabajar en el Senado de la flamante República Oriental del Uruguay, cargo que abandonó ante el estallido de los conflictos civiles.
Regresó en 1833 a Buenos Aires y para ganarse la vida instaló la Librería Argentina en la actual calle Defensa 102; la empresa marchó tan bien que, tras un par de mudanzas, terminó recalando en Victoria y Perú, la mejor ubicación de aquella época. Al negocio propiamente dicho, que incluía en su catálogo numerosas novedades europeas, agregó Sastre un pequeño salón de lectura que pronto se convirtió en biblioteca circulante, ejemplo luego seguido por otros libreros de la ciudad. Allí se formó una tertulia de jóvenes universitarios integrada por Miguel Cané (padre), Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi, Vicente Fidel López, Carlos Tejedor, Pastor Obligado, Santiago Calzadilla y muchos otros. El orientador intelectual del grupo era Esteban Echeverría, que de sus años en París había traído el romanticismo literario y las ideas del conde de Saint Simon, que algunos consideran precursoras del socialismo. Estos muchachos fundaron entonces un “Salón Literario” —nuestra primera institución cultural de este tipo— y realizó reuniones, lecturas de trabajos propios o comentarios de obras europeas, pudiendo los concurrentes “hacer libremente las observaciones que (se) le ocurran en pro o en contra de las ideas enunciadas”, como decía su “plan de labor”.
Pero estas tenidas sobre economía, filosofía y otras zarandajas no cayeron nada bien al establishment intelectual de la época y menos a Rosas, que desde 1835 gobernaba con la “suma del poder público”. Don Juan Manuel se enojó mucho con Vicente López por haber participado en una de esas reuniones llevado por el amor filial hacia su hijo Vicente Fidel, y los muchachos fueron advertidos suavemente por la policía de que tales actividades no eran muy bien vistas. El Salón se disolvió y Sastre liquidó la librería, estableciendose con su familia en San Fernando donde instaló una cabaña de ganado merino y haciendo reiteradas excursiones al Delta que, años más tarde, inspirarían su obra más conocida: El Tempe argentino. En 1840 el gobierno lo tildó de “salvaje unitario” y embargó sus bienes, pero el enojo no duró mucho y en 1842 fue nombrado subdirector del Colegio Republicano Federal, mas el conchabo duró poco pues, llamado por Rosas a colaborar en la oficialista Gaceta Mercantil, a Sastre no se le ocurrió mejor idea que negarse. En Entre Ríos el gobernador Pascual Echagüe le dio protección y le encomendó la dirección del Colegio de San Jerónimo, fundando asimismo en Gualeguaychú, para no perder el hábito periodístico, el periódico El progreso de Entre Ríos. En 1849 publicó su obra didáctica más conocida, Anagnosia, un método para aprender a leer y escribir que mereció numerosísimas ediciones —fundamentalmente en la legendaria Casa Coni— y que perduró en las escuelas hasta casi finalizar el siglo.
En 1850 Sastre fue invitado por Urquiza a redactar El Federal Entrerriano y en 1852, caído Rosas, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional. Pero el 11 de septiembre Buenos Aires sobornó a varios regimientos para sublevarse contra Urquiza y se produjo la secesión de la ciudad. Sastre, acusado de urquicista, fue destituido de su cargo y confinado a San Fernando, aprovechando los siguientes tres años para producir otras obras pedagógicas y escribir El Tempe hasta que en 1855 Valentín Alsina lo nombró inspector general de escuelas del Estado de Buenos Aires. Entre otros cargos docentes, fue también designado director de la Escuela Normal que organizó, director de las escuelas municipales durante la presidencia de Sarmiento, miembro de la Comisión que constituyó el Consejo Nacional de Educación —del que formó parte— y participó del Primer Congreso Pedagógico Sudamericano. Pero antes, entre 1872 y 1882, víctima de intrigas políticas, se había quedado nuevamente sin empleos y, casi en la ruina, abierto una pequeña librería en el pueblo de Belgrano para alimentar a su familia. En su quinta de ese pueblo, ubicada en las actuales Arribeños entre Olazábal y Blanco Encalada, falleció en febrero de 1887.
Como decíamos al principio, fue docente, fue periodista —lo que nos hace grato su recuerdo por festejarse este mes, precisamente, el día dedicado a esa profesión— y, no menos importante, fue bibliotecario y fue librero, un oficio hoy casi en desaparición ante la macdonaldización de las librerías. Y, repetimos, fue en esa condición de librero que influyó sobre toda una generación aconsejando lecturas, importando las novedades europeas, facilitando a los jóvenes estudiantes el acceso al conocimiento y el libre debate de las ideas.
Habría sido significativo que la calle que hoy lo recuerda hubiese estado en Belgrano, pero el capricho edilicio quiso que recorriese los barrios de Villa del Parque y Versailles, corriendo desde Bolivia hasta Gallardo entre General Rivas y Ricardo Gutiérrez.
Diego Ruiz





Le Square
Para que el mundo sea soportable hay que exorcizar las obsesiones, le dice él mientras toman un café. Le habla de Margarite Duras, del Subcomandante Marcos, de la Guerra Civil Española. Ella lo mira mientras pone sus manos entre sus piernas, ahuecando la falda. Ella tiene la belleza y la frescura de la fantasía. Ella le habla del objeto sexual, de Freud, de un gramófono de principios del siglo XX. Le sonríe, advierte su ternura, su intranquilidad, cómo le late el párpado izquierdo. La observa con serenidad pues ella le trasmite eso. De pronto le recrimina que sólo habla de él, de su pintura, de su próxima exposición, que es “el ombligo del mundo”. En un instante todo cambia. La mira desde el amor y el silencio; no seas mula, por favor, le señala. Frunce el ceño, siente cansancio. Sin embargo le acaricia la comisura de los labios. Ella hace un movimiento interior, se estimula en la silla y coloca con suavidad su pierna izquierda sobre sus rodillas. “Dale amor”, le sugiere. El evoca a Mónica Vitti de La aventura. No, es El eclipse, se dice.
El le habla de la alienación social, de las exigencias del corazón y de los caprichos del cuerpo. Ella vuelve siempre —como las olas del mar—, es control y desenfreno, letanía y celebración. Cae una hoja del árbol, se palpita el otoño pero la temperatura es primaveral. Ella le comenta las noticias de un diario español, la marcha a favor del aborto en Madrid, la adopción en los matrimonios gay, el posible y deseado triunfo de Zapatero. Le cuenta un sueño, una inquietud con unos vecinos de su departamento, un problema con una sociedad filantrópica, la conducta de su nuevo jefe, el afecto que le hicieron sentir sus amigas. Una tarta que hizo para el cumpleaños de uno de sus hijos. Le habla de su pareja, de su madre, de un estudio clínico que se hará la semana próxima. La incomunicación con su padre, la incomunicación en la vejez, el olor de los geriátricos. Ahora bajó su pierna, se repliega. El le acaricia el brazo, el cuello y enciende un cigarrillo. Le hace ver cómo una señora intenta tomar sol en un balcón cercano, le señala un vagabundo, la mira a los ojos. Es domingo y la plazoleta está concurrida. Se sienten como si estuviesen en otro país, el mundo ha desaparecido, se elevan. Juntos leen un fragmento de un artículo de Chomsky. Se los ve compartiendo con pudor la eternidad del paraíso. ¿Tengo que creerte?, le pregunta ella de improviso. ¿Por qué debo creerte?, le reitera. El frunce el ceño y sopla.
Ella le habla de un proyecto de vida. Habla de un deseo, de transgredir el orden y la razón, de las barreras sociales. El le comenta los sueños de su juventud, una plaza de Florencia, una conferencia que dio sobre plástica en un café de Montevideo. Luego el silencio, el intento de descifrar versiones, afectos. La comunicación, dice ella. Es una mujer desafiante y seductora que sigue buscando la verdad, la memoria, los intersticios de su historia. El es un hombre de unos cincuenta años que recorrió América Latina, que vivió en Europa, que se sostiene con la mirada del arte, de los museos. En el claroscuro de Caravaggio, afirma.
Ella abre un libro donde guarda una hoja seca. Se la muestra y guarda silencio. Ambos se sienten unidos, protegidos por la fragilidad de esa hoja. El le habla del existencialismo, del nouveau roman, de Carla Bruni. Se acerca y le susurra palabras al oído, le recuerda la noche que estuvieron juntos. Ella cierra sus ojos y el semblante es el de Afrodita. El le dice que es imposible que no haya visto Cautivos del amor, de Bertolucci. Ella le reprocha su individualismo, su intelectualidad. “No soy un ser concreto ante vos, toda tu mirada es universal. Parecería que no existo, no soy de plástico.” El se queda pensativo, estupefacto; duda de su fervor, de su inquietud. A veces sospecha que es intolerante. Luego parece que todo pasa. Ella le comenta una inscripción en una pared, en el centro de la ciudad: Nos dicen que llueve y nos están meando. Ambos ríen, se miran con la plenitud de aquellos que están vivos. A ella se la ve distante pero feliz, de pronto aparece el gozo en la mirada: al recoger el cabello hacia atrás, al observar un puesto de flores, al hablar de sus plantas, de su balcón. El cae en un mutismo que no es ausencia, contempla a unos niños jugando, a unos jóvenes hablando por celulares. La imbecilidad avanza, le dice. La industria cultural y la imbecilidad van de la mano, acota.
Diálogos, monólogos, susurros. Mutaciones y mutilaciones de una ciudad, la de Buenos Aires, entre la grandilocuencia, la miseria y la autosatisfacción. Carencias, miradas asombradas y burguesas, obscenidades de la rutina, de lo fatigante. Se provoca la negación del deseo, dice ella. Son seres perversos, enajenados, agrega. La derecha es perversa y enajena, confiesa él. Afuera ven la dramaturgia, la fachada, el enroque de seres que pagan sus impuestos, que obedecen la ley, que solicitan mano dura contra la violencia y la corrupción.
Ahora siente un jadeo íntimo, apelaciones, humedades en el bajo vientre. Se confiesan. Sin eludir la realidad se sienten —por un instante— libres, jubilosos. Paga el café a la camarera y se marchan desnudos. El resto desaparece.
Carlos Penelas





Luisito, de los que siempre hacen falta
Por suerte, aunque suene egoísta decirlo así, hay seres que llegan a este mundo —o por lo menos uno se siente tentado a pensarlo de esa manera— con la pesada cruz de una desdicha, que si bien lo hunde en un cruel padecimiento, por una suerte de piadosa compensación, al mismo tiempo, les infunde un vigor interior, una especie de convulsión interna, una polenta, que es como permitirles nacer de nuevo; algo así como si se intentara remediar su infortunio con una cuota de dicha, aunque la misma no sea más que efímera.
Hay otro mundo posible, pero está en este —dijo alguien que no recuerdo—. Vale decir, sin falsa retórica, puede haber otra cosa, y esa otra cosa, para no pocos de esos místicos del chelibo, puede vivirse como si fuera una benévola palmadita de aliento del que te jedi ante tantas pálidas que nos toca afrontar en esta mata de pasto reseco en que han convertido el mundo quienes pareciera que buscan su extinción. Y para que esta agonía, tal vez, fuera menos sufrida, la madre natura abre sus puertas para que uno de sus preferidos se llegue por estos andurriales a hacernos menos penosa la pena. Y ellos hacen, así, lo que han venido a hacer, con la sencillez de un anillo, diría el poeta, porque no hay otro que lo pueda hacer mejor. Para esos tipos, se llamen como se llamen, tengan o no esa imponente figura que demanda la rutina, el condicionamiento del espectáculo, lo ya establecido, no les es necesario monumentales estadios o la venta anticipada en teatros de las grandes avenidas del microcentro.
Acaso sólo hagan falta cuatro o cinco, como ellos, sentados a la mesa del cualquier feca del barrio frente a un pocillo o a la copa de cualquier brebaje, con una pizca de eso que suelen llamar intuición, afectividad, ternura; sobre todo teniendo en cuenta un mundo donde reina, ordena y somete nada más que el dinero. Tipos que, tal vez, como él, han sabido superar una infancia penosa; que sienten detrás la reconfortante presencia de los que son parte de su propio yo, de un barrio que lo fue nutriendo, y una amplia y perceptible amistad como impulso necesario para salvar escollos.
Pavón y Chiclana fue el lugar donde empezó a sacarle punta al Faber de su talento. Detrás, como preservándolo con su fuelle “cadenero” -diría don Julián-, Antonio. Entonces, en algún momento, cuando el mozo pasaba con el pedido de la mesa cuatro, y alguien hacia girar el tenedor en una parva de fideos, él salía y hablaba. Porque la gente, los que iban a disfrutar de la cena, no iban a otra cosa que comer, pero él hablaba. Charlaba como si estuviera entre viejos conocidos. Contaba asuntos de su infancia, de aquel piberío camorrero y bullicioso del barrio, batallas de potrero, y también de su gente, hombres de trabajo, varones laburantes, madrugadores y amigos de sacarle algunos tonos a la encordada. Sentado en su banqueta, sin grandes aspavientos, sencillito y de alpargatas, que si algo quería dar a entender era que, campechanamente —sin esa pinta impactante de los cantores que te obligan a callar, sólo con su presencia y su voz casi endeble— Luis hablaba de cosas que le eran propias, que eran, también, las cosas de los otros. Los grandes, los consagrados, los que traqueteaban la “candonga nochera” y del centro, iban a verlo a la cantina. El, cantar, lo que es decir cantar, no cantaba; le gustaba más hablar con la gente, hacerles conocer pequeñísimas historias que hablaban de amores tardíos, de gente capaz de ponerle el hombro a las peores tormentas, de soledades, cuestiones de tipos sombríos y de mujeres hermosas, asuntos, llamémosles, humanos, y lo hacía de una manera pausada, como sin apuro; historias que, de diferentes maneras, todos habían vivido. Era uno de esos seres que dicen, aún cuando canten, y lo hacen con cada glóbulo rojo, con cada hilacha del tejido pulmonar, con esa sustancia que le atorrantea por los huesos, acaso, para que él, acompañado por el compinche del fuelle, y su escueta figura, su desgarbada grafía humana de tipo que es todo tango, apareciera, cuando ya ocupaba su lugar el de las tres A, y con esas ganas y ese fluido etéreo, feliz, dichoso, nos llegara, al hacer lo que hacía y de la manera que lo hacía, hasta el rincón más oculto y secreto del alma.
Se llamaba Luis Cardey, aunque le decían Luisito. Cuando su presencia fue haciéndose notar, llenó su valija con todo lo suyo, los recuerdos, la imagen solitaria de Florencio Sánchez, que tantas noches lo esperaba muerto de frío en la plaza, lo que había logrado compartir durante tanto tiempo, con el fuelle de Antonio y toda esa gente de la cantina, y con esas cosas y su chamuyo lunfardesco recaló en “Opera Prima” de Paraná y Arenales. Sonaba como algo diferente su presencia allí. El centro es un reducto que en su amplia mayoría se somete a la curiosidad del que viene de afuera, y este ser chiquito, con ese aire enfermizo, diciendo pausadamente, como si el tiempo para él fuera algo que no tenía nada que ver con esa vorágine de la gran ciudad, decía, creaba un clima tal de intimidad, que era como hacerles vivir el tango desde adentro.
Se llamaba Luis Cardey y falleció, hace ocho años, el 18 de junio del año 2000.
Juan Alberto Núñez





La mirada joven
El niño perpetuo
Los bares de la avenida Boedo han salido a desfilarle sus vestidos a los transeúntes que se pasean indecisos en busca de dos sillas y una mesa en donde anclar su tardecita de sábado.
Las señoras y los señores, emigrantes de fin de semana, estacionan su hora del té en la vereda; ellas guardan los anteojos de sol en la cartera, mientras ellos se desesperan por retener al mozo y agregarle al menú de media tarde alguna porción de torta que los exima de la dieta. Toda la escena combina con el frío tenue del otoño. Pero a lo lejos, doblando por Carlos Calvo, se lo ve venir. Es el niño perpetuo, con su paso zigzagueante. De delantal amarillo e impoluto, buscando serenamente entre las bolsas alguna lata, algún cartón, o algún recuerdo.
Se acerca Bombón.
Algunos dicen que el barrio lo adoptó en un abrazo de verano. Otros dicen saber que fue él quien adoptó al barrio y lo reformó en toscos retazos hasta contagiarlo con su color.
En su sonrisa de crayón se confunden el pibe y el hombre. En sus ojos pardos y apagados brilla nostalgia de Manzi, soledad y cafetín.
Su zigzag ya se dibuja en la esquina del pasaje San Ignacio. Los vecinos o, mejor dicho, aquellos que no salen a conquistar Boedo únicamente los sábados a la tarde, se dejan saludar por él. Reciben su sonrisa como un trofeo, casi como una insignia que los declara oficialmente como habitués del barrio.
—“¡Qué hacés, Bombón!”— responden al saludo. Y él se brinda con encanto a cada uno, les da su tiempo y su amistad sincera. A todos, detenidamente, los saluda con su sello característico.
Algún canoso liga un abrazo. A otros simplemente les extiende la mano, en busca de algún mango.
—“¡No tengo un sope, Bombón!”—, le dice un pelado. Y él, solícito, saca de su bolsillo una colección inagotable de monedas y las ofrece sin reparos, a su amigo.
Las señoras interrumpen su té de media tarde. Los señores detienen su resaca de lemon pie. Miran perturbados cómo Bombón se acerca. Y cuando casi se apresuran a pedir la cuenta... el zigzagueo de Bombón los deja esperando.
Es que él prefiere dedicarse a su amigo el Barbeta, o brindarle su espalda a la palma del mozo que lo espera fiel al ritual de cada tarde, o cada noche…
Y a los turistas les dedica la gambeta. Y logra que se rindan y se dejen dibujar con sus crayones.
Se pierde el niño perpetuo en el atardecer de avenida Independencia. Su paso zigzagueante se aleja y corona de ocaso las veredas.

Algunos dicen que en las suelas gastadas de Bombón está Boedo. Otros dicen saber que es el barrio el que le sigue las huellas.
Pablo Bellocchio





Quilombina*
“La Colombina está triste y da pena,
¡pobrecita nena
tan linda y tan buena!…”
“Pobre Colombina”: música Virgilio Carmona, letra Emilio Falero


Los hermanos sean… pero no son, Martín, ¿serán algún día?, unitarios contra federales, laica contra libre, azules contra colorados, ¿y ahora qué?, ¿“campo” contra “pingüinos”?, ¿por qué no? La línea divisoria bien trazada, un referí inglés para marcar goles en contra y que lluevan patadas para deleite de tribunas y televisores. Gallaretas, teros, horneros… pueblan el aire quilombino, pero estoy seguro de no haber visto pingüinos campo adentro. Río pa’ no llorar, divago pa’ no hervir, escribo pa’ no gritar… ¿Y yo que culpa tengo si a mí me gustan el campo y los pingüinos? Olivares como abuelos centenarios preguntando a la cordillera por la edad de sus nieves, trigales despeinados mostrando que el pan también nace del desorden, vacas poetas con esa mirada triste que sólo puede nacer de la fertilidad de la leche o las palabras. Ya hablaré de la soja, tranquilos, los poetas no tenemos prisa, el que se cansó de leer puede hacer de estas líneas serpentina pa’ alegrar el corso. La línea final es la misma, todos pasarán el casting, hasta los peores actores, la parca es maestra con la guadaña, vieran con qué prolijidad corta cabezas y pretensiones en la línea de llegada…, aclaro pa’ que todos comiencen a bajar del caballo, y sepan que también me gustan los pingüinos, con ese andar oscilante tratando de juntar sus pichones sin perder memoria para buscar huevos enterrados por tantas tormentas.
Que los hermanos sean..., de acuerdo, Martín…¡ pero, ¿que sean qué?! Generosos, solidarios, que dejen de chorrear al prójimo como a nosotros mismos, no hablo de gallinas ni de zapatos, hablo de negociados, coimas, bicicletas financieras, hablo de megachorros, de los que juegan con la bolsa y las vidas. No, no lo digo por zurdo, los poetas tenemos alma cartonera y gustos de oligarca, que haya gente con guita, que haya, si son felices, mucho, poquito o nada, es cosa de ellos, pero que sea plata cristalina, fruto del laburo, que pueda mirarse a través, sentir cómo suena. No es fácil, Martín, en ninguna familia es fácil y esta es una familia bíblica con su historia poblada de Caínes, ya sabés que la última fue terrible, que todavía no es historia, llegan ecos frescos… de seres torturados, de madres cercenadas, de cuerpos arrojados al mar… No tiembles, Quilombina, no tiembles, está bien, me cayo, la pobre quedó con la memoria abierta; el mínimo ruido de botas, de sal o sombras imprevistas, la pone muy mal.
[...] Ahora puedo hablar, desabrochar palabras es trabajo de poetas, componer versos caleidoscópicos para aclarar discursos fragmentados, indagar el sentido del silencio entre los verbos, inventar vuelos entre el eco de los acentos. Las retenciones pueden ayudar a emparchar la rueda, pero no son la principal incógnita, pueden retener el esfínter abierto o cerrado, los glúteos móviles o fijos, treinta o cincuenta por ciento..., las ecuaciones seguirán sin solución. La incógnita es el sueño de país compartido, en el mundo se están deshilachando los modelos wash and wear, viejos odios y racismos germinan entre las hilachas, debemos soñar sin límites de altura, hacer un país admirado, un país que reparta briznas de luz para salir del túnel, de la dinerización de humanos y plantas, de bosques y aguas, un país ejemplar, un país admirable mostrando que amor y solidaridad son aún posibles, ¿y en lugar de eso qué hacemos, Quilombina?, en lugar de dar el ejemplo damos pena lavando ropa sucia a la vista del público. Que los hermanos sean... Martín, comencemos en familia, mostremos que la “fraternité” existe en estos lejanos parajes del sur.

Poeta tenía que ser pa’ delirar así, el problema es ¿cómo hacemos para terminar con este quilombo? Todo depende, amigo, de su punto de vista, todo tiene su lado malo y su lado bueno, este quilombo puede tener también su lado creativo, puede ser quilombo fértil, quilombo abono, quilombo revelador, depende de su manera de ver, como con las fotos, cuando revela los negativos se aprecia mejor la calidad. Por ahora no vemos el sueño de país compartido, tal vez esté oculto entre la grietas del quilombo, aprovechemos para revelarlo. Para ello, señores, hay que evitar discursos iluminados, luz en demasía arruina la visión; los orgullos y egos mejor apagarlos, alteran las personas con sus brillos falsos. Desensillen los caballos, dejen viejos antagonismos bajo el alero, facones y cuchillos en el cajón de la cocina, cuelguen las camisetas con sus tufos revueltos en el perchero del baño, que los próceres en paz descansen y que circule el mate, caliente y bien amargo.
Todavía un consejo antes de comenzar el diálogo: desabrochen fórmulas y palabras, no se trata de hacer verso, se trata de poesía. ¿Campo? ¿Y si pronunciamos tierra, paisajes, comidas, amaneceres...?, ¿si dejamos clarear la palabra hasta que trinen las nubes? ¿Tierra, pachamama, madre de vida, placenta fértil? ¿Tierra ruleta roundup ready? ¿Madre de vida y de dinero?, el sueño del pibe, una madre cariñosa y rica, ¿pero primero el cariño, no es cierto? Entre la bolsa y la vida, primero la vida, dinero también más dinero de vida, no poderosos caballeros que juegan con índices bursátiles y tripas vacías, que poco les importa si las abejas quedan huérfanas o los bosques glifosados. ¿Y nosotros qué soñamos quilombinos? ¿Un país exportador de granos para sosiego de otros cerdos y gallos? ¿Una vez más el granero del mundo?; tal vez podamos atrevernos a soñar algo más, un país que exporte solidaridad y fraternidad, que el amor al prójimo no quede en Biblias y dominicales sermones, un país que exporte derechos humanos, no como manera de decir, sino como manera de vivir : derecho a comida sana , derecho a casa y mantel, derecho a justicia social... Habrá que desabrochar también el “modelo distributivo”, ¿cómo distribuir lo recaudado?, pueblos marginados, dentaduras en ruinas, escuelas a la deriva. ¿municipios? ¿territorios? ¿provincias? ¿Cómo participar a la construcción del sueño compartido?, ¿democracias locales?, ¿provincias feudales?, ¿República federal?. Soñar un país que frente a la pandemia de odialización sea ejemplo de fertilidad cultural, con sus pueblos originarios, sus ríos inmigrantes, y sus maravillosos mestizajes de colores y sabores. Un país rico, de riqueza verdadera, aquella que posee mucho más que dinero.

Ya soñé demasiado, no creo que sean muchos los que lean estas líneas de un poeta nómada, ruego no sean degustadas con paladares políticos. La pobre está triste, da pena y aquí a lo lejos me duele su tristeza, por eso estas palabras al mar, este mensaje de esperanza a todos, al “campo”, a los “pingüinos” y a todos los amigos. Cuando Quilombina crezca avisen, tejeré escarpines para el nacimiento de Argentina, tiene todo para aprender a caminar como un grande, para ser un país ejemplar... Le falta sólo un sueño compartido.
Josecito, poeta boedónico

(*) País de América del Sur que se extiende entre la Quiaca y Tierra del Fuego. Esta nota es para lectura exclusiva de quilombinos o allegados al pare-ser nacional.





El monumento a la Carta Magna
y a las cuatro regiones argentinas
Más conocido como “Monumento de los Españoles” esta obra de arte es un regalo de la colectividad española a la República Argentina en ocasión del Centenario de la Revolución de Mayo. “Allí, en el corazón de Palermo, está emplazado este hermoso monumento como símbolo de hermandad entre la Argentina y España” (1). Ubicado en la intersección de las avenidas del Libertador y Sarmiento, es una obra de Agustín Querol, pero, como veremos, debido a las vicisitudes por las que atravesó la erección del mismo, su proyectista jamás pudo ver el trabajo concluido. Está realizado en mármol y bronce y tiene un aspecto grandioso. Corona el conjunto una imagen de la República y debajo de la misma una figura alada, con los brazos abiertos y una pluma en su mano derecha. Lleva la inscripción “Uno mismo es el Idioma”. Hacia la base encontramos un grupo de personajes del pueblo que mira hacia lo alto, y un conjunto de escenas que exalta la unión de los pueblos argentino y español. El conglomerado central tiene en la base dos grandes espejos de agua, donde se destacan un grupo de ninfas y, en grandes figuras de bronce, lleva representadas a las cuatro regiones argentinas: Los Andes, El Río de la Plata, El Chaco y La Pampa. El proyecto de este monumento se debió a Agustín Querol y Subirats (1860-1909), que había ganado el concurso para que por medio de una obra escultórica España rindiera homenaje a la Argentina. En 1908 inició los trabajos, pero falleció al año siguiente y la obra fue continuada por sus discípulos. La piedra fundamental fue colocada por la infanta Isabel de Borbón en 1910, pero un conjunto de contratiempos determinó que su construcción se prolongase hasta 1927, cuando, el 25 de mayo del año citado, el duque de Amalfi, en nombre del rey de España, entregase el monumento al presidente de la República, Marcelo Torcuato de Alvear. Cuando falleció Querol, después de una suspensión de los trabajos, la obra fue continuada por su alumno, el escultor Cipriano Fogueras. “El 26 de mayo de 1910, se colocó en Palermo y en el lugar ya indicado, la Piedra Fundamental (...) Asistieron al acto el presidente de la República y también la infanta Isabel Francisca de Asís de Borbón, hermana de Alfonso XII y tía de Alfonso XIII, entonces rey de España (...) Mientras tanto la pieza escultórica seguía realizándose, a cargo del artista Fogueras. Pero se presentaron otros inconvenientes y en 1911, también fallecía en Madrid, ese discípulo de Querol. Todo se complicó cuando faltó el blanco mármol de Carrara, que desde Italia llegaba al estudio de los artistas, debido a una huelga de obreros italianos. Fue poco después que prosiguió con la tarea el escultor Antonio Moliné, quien trabajaba dirigiendo a un grupo de alumnos suyos. Por fin las diez figuras principales estuvieron concluidas y en 1916 se instalaron en la cubierta del barco español 'Príncipe de Asturias', rumbo a Buenos Aires, pero con una escala en Brasil. El navío naufragó no lejos de la costa y las piezas cayeron al agua perdiéndose... Hubo que pedir a España nuevas copias, retrasándose considerablemente la proyectada inauguración. Y cuando las estatuas llegaron al puerto de Buenos Aires, una fuerte tormenta desprendió un brazo de la figura principal. Finalmente y luego de tantos incidentes, el 'Monumento de los Españoles' pudo inaugurarse el 27 de mayo de 1927 (...) La obra fue protagonista de un especial momento de nuestra historia, cuando su estructura fue cubierta por una gigantesca cruz de 30 metros de alto. En octubre de 1934, se celebró en Buenos Aires el XXXII Congreso Eucarístico Internacional. El legado papal fue entonces monseñor Eugenio Pacelli, quien en 1939 sería el papa Pío XII, y el 10 de octubre asistieron más de un millón de fieles a la ceremonia religiosa. (...) En 1982, esto se repitió, ya con una cruz de menor tamaño que no cubría el monumento, con motivo de la presencia entre nosotros del papa Juan Pablo II. Pero la historia continúa... En el año 1992, unos buzos que investigaban el fondo del mar, cerca de la costa brasileña, encontraron a varias de las estatuas 'naufragadas' en 1916. Se enviaron a Buenos Aires y aquí se ha procurado restaurarlas. El tiempo dirá cuál será el resultado del intento” (2)
Miguel Ruffo

NOTAS:
(1) CUTOLO, Vicente Osvaldo; “Historia de los barrios de Buenos Aires”, Elche, Bs. As., 1996, tomo II, pág. 683.
(2) DEL PINO, Diego A; “El llamado Monumento de los Españoles y su insólita historia”, Historias Porteñas, Interjuntas, Siete-1999, pags. 7-36-7-38.





Comisión Plaza
La última reunión de la Comisión Todos por la Plaza de Boedo se produjo el pasado miércoles 4 en un espacio cedido por el Club GON, en Pavón 3916.
En el tratamiento de orden del día, en primer término, se escucharon los informes de los delegados y vecinos sobre trámites: el expediente, a la fecha, está en la Administración General de Bienes del GCABA, en el área Legales, a cargo de la Dra. Limia.
La Comisión recibió respuesta de la Dirección General de Espacios Verdes (DGEV). Se comunicó con nosotros el Sr. Andrés Plager, quien nos solicitó unos días para poder leer la documentación entregada por la Comisión. Quedamos a la espera de una cita para los vecinos con la gente del GCABA DGEV, responsable del proyecto.
Sobre el balance de la jornada del 24 de mayo —para difusión de la actividad y de la actualidad sobre el trámite, en la esquina de Loria y EE.UU.— el Grupo Misión de la Parroquia Santa Cruz nos informa que todos se sintieron muy cómodos en la actividad y que la experiencia fue muy buena. El resto de los vecinos pondera la actividad y resalta que la esquina de EE.UU., es más acogedora para el invierno por el tema del sol y los vientos. Se informa que fue muy efectiva la distribución de volantes y charlas con los vecinos que se acercaron al lugar.
Se inicia un debate sobre la eventual participación de estudiantes de la UBA para aportar sobre el diseño y la construcción de una maqueta de la plaza. Se desecha, por el momento, la maqueta y aparece cierto grado de oposición a la participación estudiantil por parte de quienes sostienen la idoneidad y pertinencia de los profesionales de la DGEV

Se da lectura al boletín del CGPC5 en lo relativo a la plaza: “Tras 40 años de lucha Boedo tendrá su plaza”. “El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires concreta, después de cuarenta años de espera, el proyecto de la Plaza Boedo, que estará situada entre las calles Carlos Calvo, Sánchez de Loria y Estados Unidos. Se estima que para marzo de 2009, en el predio que antiguamente era la Estación de tranvías conocida como 'Estación Vail' se inaugurará la plaza de Boedo”.
Entre los vecinos presentes en la reunión prevalece el escepticismo sobre la fecha de inauguración, sobre todo por las tramitaciones y pasos que faltan concretar todavía.
Surge la propuesta de seguir insistiendo con la DGEV, ya que han recibido de buen grado las propuestas de los vecinos para la construcción del espacio y que hagamos las cosas en tiempos reales. Se debate sobre la presentación de una nota de la Comisión revalorizando la intervención vecinal y la representación de esta Comisión. Se sugiere la idea de hacer una carta abierta a los vecinos para informar sobre la situación actual de los trámites y del proyecto vecinal de plaza que avala esta Comisión. Se propone que el texto de la carta contenga la información de que estamos citados por Espacios Verdes para la construcción del espacio colectivo y la invitación a la participación vecinal con sus sugerencias al respecto. Queda para tratar en la próxima reunión el borrador que se elaborará de inmediato.
Se informa que el trámite legislativo sobre el nombre a asignar a la plaza se halla detenido. La propuesta es reincentivar su actualización siguiendo de cerca sus pasos.
Con la lectura de la utilidad que dejó la actividad de difusión en EEUU y Loria, que incluyó venta de choripanes y bebida y exhibición y distribución de material de difusión, se cierra la reunión convocando a todos los vecinos para la próxima a realizarse en el Club GON, Pavón 3916, el miércoles 18 de junio a las 19.30 hs.
Patricia Roselló





Según el CGP, plaza en marzo
Acaba de materializarse el primer envío del Boletín Digital del CGPC5. Entre las novedades que se difunden de su área, dos se refieren particularmente a Boedo: la ya documentada por encima de estas líneas y la del rediseño de la avenida Boedo:

“Reuniones con Comerciantes de Boedo Proyecto rediseño urbanístico Av. Boedo”
“El CGPC5 llevará a cabo una reforma en la Av. Boedo entre San Juan e Independencia, cuyos principales ejes serán la recomposición de aceras, iluminación peatonal y edilicia, tratamiento de fachadas y recuperación de fachadas antiguas, arbolado urbano, unificación de las líneas de cordón, cruces perpendiculares a nivel y renovación del equipamiento urbano, entre otros. Por considerarse la reforma de capital importancia para los comerciantes y vecinos de la zona, se iniciaron una serie de reuniones con los comerciantes de las calles afectadas, a fin de presentar el proyecto y dar lugar a la participación de los vecinos. En el transcurso de las distintas reuniones, se pudo constatar la buena voluntad e interés de los comerciantes en participar activamente de un proyecto tendiente a revalorizar el tradicional barrio de Boedo.”

Desde este periódico invitamos a las autoridades comunales a mantener el delicado equilibrio que permita al histórico barrio de Boedo preservar su identidad sin renunciar a mejoras estéticas o funcionales consensuadas con el vecindario, sus comerciantes y sus instituciones. De manera que las buenas intenciones —a no dudarlo— de las autoridades abandonen una probable unilateralidad que ceda más espacio al negocio turístico que al disfrute de los boedenses.





David Alvarez Morgade, poeta
El texto que sigue fue escrito en agosto de 2002, a los pocos días de la muerte del poeta David Alvarez Morgade. Pasaron los años y hoy los aires no son tan sombríos. Acaba de publicarse la obra poética de este poeta ignorado (uno más y van...), y para llegar a la edición (Editorial Besana), fruto del esfuerzo desinteresado de un puñado de personas (entre ellos los poetas: Otilia Da Veiga y Hugo Ditaranto), hizo falta un primer movimiento luego de aparecida la noticia de la muerte: sucedió una mañana, fui testigo y escribí.

Sobre la mesa del Margot cayó la ficha con el nombre del poeta muerto, David Álvarez Morgade. Hacia el fin de la semana anterior había estado hablando con Hugo Ditaranto, poeta amigo, y gran amigo de David. Nos encontramos en el acto en que se bautizaba con el nombre de Lubrano Zas a la biblioteca pública que así entraba en funciones en el barrio de Boedo. El Tano Ditaranto nada dijo de David, por lo cual sospeché que nada sabía del poeta muerto que yo había visto en una de las caras de la ficha que ayer rodara sobre una mesa del Margot. No quise llamar a la noche, dejé la pregunta para la mañana.
El Tano dijo que no tenía malas noticias, preguntó cuál era la carta turra que yo escondía en la mañana. ¿Cómo sabés?; En el Margot; ¿Quién dijo?; Mario, con la cara triste después de rondar las cercanías de David durante quince años; Pobrecito, ¿cuándo pasó?; Mario dijo que la semana pasada.
No había transcurrido ni media hora cuando el Tano estaba otra vez al teléfono. Hablé con Lidia, una amiga de David, es terrible, pibe, me contó, le dije que iba, pero se me aflojan las piernas, ¿me acompañás?
Mientras íbamos en el auto, mientras escuchaba, una tras otra, anécdotas que tenían como centro a David, pensaba en los cinco minutos que llevó arreglar el viaje. No hizo falta planear, no hizo falta recordar, ni ajustar movimientos. Al Tano se le había muerto un amigo y le temblaban las piernas. Se conocían desde antes de los veinte años, David contaba con ochenta desde el 5 de marzo, le llevaba ocho a Ditaranto. Hice lo que cualquier amigo, acompañé el viaje al interior del llanto. En el auto supe que alguna vez David llevó a su padre al cementerio; supe que pedía por favor, pedía que todos se apuraran, rapidez pedía porque se le moría la madre; supe que después murió un hermano; supe que después murió el otro de los hermanos, y así David quedó solo. Te pasa todo eso y quedás golpeado, David fue un tipo golpeado por la vida, arrimó Ditaranto en el viaje. El Tano también contó que David se enamoraba de todas las mujeres de los amigos, a todas les dedicaba un poema, y a ninguna tocó un pelo. Fue en una noche de puro vino diluviante que el Tano lo encontró en San Telmo. Dos veces a lo largo de la mañana, el Tano, repitió aquello que David pronunció desde las sombras, Caminar, caminar es lo que quiero/ Nací poeta y andariego/ Como otros nacen rubios, románticos o ciegos/ Caminar, caminar es lo que quiero./ Dónde encontrar una moneda/ para saber qué gusto tiene la alegría. David agregó, Hace siete días que no como, hermano.
Mucho escribió David, pero poco es lo que se conserva. Los escritos se fueron perdiendo, Ditaranto guarda mucho material, pero afirma que es poco comparado con lo que David había producido. Siempre fue descuidado con sus papeles, Era así, como un nene, perdía, rompía cosas, se enojaba, después te pedía perdón, arrima el Tano mientras seguimos en camino, Y sumale todo a que nunca tuvo un lugar, siempre vivió de prestado, de la ayuda de los amigos que bien lo querían, porque David te daba mucha ternura, yo siempre le decía, si hay un paraíso, vos vas al paraíso y yo al infierno, un buen tipo, ya vas a ver cómo vivía, acá está desde hace unos treinta años.
El Tano dijo que David siempre aparecía durante o después de una tormenta. En uno de esos días de después de tormenta, David contestó, Se volaron dos paredes; ¿Y qué hiciste, David?, fue la pregunta obligada; Me corrí al ángulo, contestó.
Llegamos a la casa de Lidia, la amiga. Estaba contenta porque hoy era su cumpleaños y David le había mandado visitas. Lidia dijo que habían llamado algunas personas que se enteraron de la muerte de David, pero que nadie le había preguntado por los detalles del hecho, nada más preguntaban por los poemas. Mientras el Tano Ditaranto dejaba a las musas de lado y nombraba como reverendos hijos de puta a tanto buitre amanecido sobre territorio de Lomas de Zamora, Lidia colocó sobre la mesa una bolsa grande y de plástico resistente. Dentro de esa bolsa y de otra más de papel marrón muy resistente, las dos sucias de barro, estaban los papeles de David que ella pudo salvar luego de la muerte y luego de que el vecino usurpara el terreno de David, afirmando que el poeta se lo había dado. Afirmación dudosa que choca con la ética a prueba de miserias que practicaba el poeta, y porque además, el terreno, también era prestado. Nunca voy a olvidar los papeles del poeta en esas dos bolsas, en ellas una vida dedicada a las letras. En las bolsas el símbolo de una muerte triste, sabido es que no hay muerte alegre de una persona querida, pero sí las hay tristes, y muy tristes. La muerte de David era muy triste, estaba en las bolsas, él estaba en ellas, y más allá de la alegría que sentía porque fuera el Tano quien rescatara esos pocos papeles, un rescate cuidadoso, con respeto, despacito, para que David no se enoje, para que David sepa que es la mano de un amigo, aun así me sentí frente a un gran cadáver, un cadáver de poeta que me decía que nunca había estado ante muerto semejante, ante soledad más dolorosa, qué horror cuando tan salvaje puede ser la desprotección en estas tierras.
Lidia dijo que David vino de noche, que pidió unos mates, que dijo que hacía tres días que no comía. Ella preparó comida, pero David no comió ahí, se llevó la cena al rancho. Al otro día, martes 13 de agosto, Lidia supo, dice haber registrado el momento exacto mientras oraba, que David había muerto. Cuando en la mañana entró a la casilla, encontró a Lucero, el perro, echado sobre el pecho de David. Lucero no paraba de pasar su lengua por la cara de David, fue impresionante escuchar a Lidia recordar el momento, Lucero me miraba, le pasaba la lengua por la cara, y con los ojos me preguntaba qué hago. Cada vez que Lidia hablaba de David lo hacía en presente, David es, David siempre viene cuando, poco o nada hay de pasado en las palabras de Lidia.
Caminamos media cuadra por una calle de tierra, la calle me llevó a otras escondidas calles de barro que todavía guardo en la memoria de mi Martín Coronado de pibe. Cuánto hacía que no pisaba barro real, barro de la provincia de Buenos Aires. Llegamos ante el terreno de David, sí, el terreno, porque la casilla de chapa y madera ya no existía. El vecino había usado los materiales para construir otra en distinto sector del terreno. Había sólo dos zonas secas en el rectángulo de tierra, el resto era una especie de pantano lleno de troncos, latas y hierros que peleaban por seguir con la cabeza al aire. La nueva casilla estaba sobre una de las partes secas, en la otra, donde había estado la casa de David, quedaban las marcas de lo que fue. Sobre esas marcas, dormía al sol, Lucero, el perro. Lidia recordó frente al alambrado que si David sólo tenía moneda para una pata de pollo, la mitad la comía él y la otra mitad era para Lucero. Nunca tuvo nada, dijo Lidia, Un día le habían dado dos papas, dos cebollas y dos zanahorias, me obligó a quedarme con la mitad, terminó Lidia al borde del llanto, Siendo el poeta que era.
Es cierto que David Alvarez Morgade fue un tipo especial, un tipo que a veces aceptaba la ayuda y otras no, así lo pintó el Tano Ditaranto en el viaje de vuelta; así es la imagen que me quedó de este ser humano, poeta desesperadamente humano, amigo de la vida, tipo querido, pero algo me quedó atravesado en la garganta, qué poco espacio reserva este mundo para aquél que no nació para imprimir moneda. Nunca estuve frente al cadáver de un poeta como sucedió hoy, fue una suerte estar en Lomas de Zamora para ver cómo el amigo alisaba cada uno de los cabellos escritos del poeta muerto.
Edgardo Lois





Bajo las luces del centro
En el marco de las celebraciones de la Semana de la Ciudad se reabre la Sala Ana Díaz de la Casa de la Cultura, en Avenida de Mayo 575, primer piso. Allí se traslada la muestra de fotografía con intervención de arte digital de Mario Bellocchio “Boedo, adoquines bajo el asfalto”, a partir del miércoles 11 de junio a las 20. Presenta: la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural del Ministerio de Cultura del GCABA. Auspicia: Baires Popular.





EDITORIAL:
Déjenlo solo
“Mientras tanto se va notando una acentuadísima reactivación económica como dándole razón a los pronósticos de Martínez de Hoz. El tema arancelario empieza a tener influencia en el cambio de mentalidad de no pocos industriales puestos ahora a importadores; un conocido hombre de negocios que viajó recientemente a Italia nos explicaba que es de tal dimensión el menor costo encontrado allí que lo llevó a rubricar una frase irónica: ‘Soy nacionalista pero no tanto...’ […] La idea es que ‘la Argentina fácil’ se acabó.” (Bernardo Neustadt, “Se acabó El País Fácil”, revista “Creer”, Nº 50, mayo/junio 1979).
Acaba de fallecer, en el “Día del Periodista”, el más importante “lobbysta” ¿argentino? del siglo XX. Había nacido en Rumania, en 1925, emigró a la Argentina cuando aún era un niño. Comenzó su carrera periodística como cronista deportivo, allá por los 50, en el diario “El Mundo” y la revista “Racing”. E ingresó al ámbito político parlamentario en “PBT” con la firma de “El ratón de la Rotonda”. Con el tiempo (nuevo) crecería... entre los de su especie.
“El ciudadano Neustadt Bernardo, matrícula individual Nº 4.232.285, clase 1925, es afiliado al Partido Peronista”, consta en los registros del año 1952. En esa militancia lo sorprendió, como secretario del almirante Tessaire, la revolución “Libertadora”. Ubicado en una lista negra, solicitó audiencia con uno de los magistrados a cargo de su defenestración profesional. Devino entonces súbitamente “antiperonista” y encargado de “armar los voluminosos expedientes para las comisiones investigadoras del gobierno derrocado...” (“El hombre que se inventó a sí mismo”, Carlos Infante).
Los años de oro de la televisión acogen con beneplácito lo que sería su máxima creación: “Tiempo Nuevo”, el imperio del sofisma, un suceso periodístico de características notables. Aparecen “Doña Rosa”, “¿lo dejamos ahí?”, “duermo cuatro horas por día”...
“Ese viejo temeroso que murió tenía carisma y un gran poder de comunicación. No lo usó para la gente sino para el poder” dice, ante su deceso, Jorge Lanata. Y tira al ruedo la gran incógnita sobre el destino del talento: ¿de qué sirve el genio sin la claridad de sus propósitos?
Estuvo al servicio de la Libertadora, del Proceso, de Menem... “Neustadt ha sido la voz oficial de todos los gobiernos durante los primeros tres años. ¿Usted recuerda alguna vez que no haya sido oficialista durante los primeros tres años de todos los gobiernos?” (Alejandro Romay).
La caída del menemato lo golpeó fuerte. Perdió su espacio en televisión y su voz pasó a formar parte del coro de fantasmas del neoliberalismo. Sus metáforas habían perdido valor de convencimiento, doña Rosa elegía las cacerolas antes que su palabra. Viejo zorro, sin embargo, invocaba a Gandhi en un reciente reportaje. “Es una paradoja, en la época de Gandhi usted hubiera apoyado a los ingleses”, le espetó Ernesto Tenembaum impiadosamente. No era más que lo merecido ampliamente durante los largos años en que ejerció el liderazgo mal habido de “formador de opinión”.
Menem, Blumberg, Grondona, De la Rúa..., lo acompañaron hasta el cementerio privado donde reposa bajo un montículo cuyo epitafio lo tiene como autor: “Aquí yace un hombre que ayudó a pensar”. En su deceso, el primer acuerdo. Buena parte de la formación del pensamiento esclarecido contemporáneo se debe al escozor que produjo Neustadt con sus reflexiones. En cuanto al “no me dejen solo”... lo siento, Bernardo, vos te lo ganaste.
Mario Bellocchio





POEMA
Poema de la ciudad

En difícil amor y opuesta preferencia
en gesto y voz y calle sin cordura
y un adiós solamente
y un tango sin camino
hay un día que es tuyo al principio del mundo

y nombro contigo la vigilia y el viaje
y el muelle reinventado y el cielo sin las horas
y el largo error y la hierba del río
y un reflejo cualquiera y el favor de la sal

poeta en la presencia y el árbol sumergido
sueño secreto
ojos olvidados
mar sin culpa abierto
al cielo del estío

que giran en el frío o la lluvia del muro
tu tiempo de canales y deslices
cristal de noches entornadas

Edgar Bayley





CULTURA GRATUITA
Actividades culturales en la ciudad de acceso libre y gratuito

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MUSEO MONTE DE PIEDAD
(Boedo 870, 2º piso por escalera)
Tel.: 4 931-8204/ 4 931-1605; Fax: 4 932-4680,
E-mail:
museo@bancociudad.com.ar

HORARIOS DE VISITA AL MUSEO:
Lunes, miércoles y viernes de 10 a 17.
Martes y jueves 10 a 20.

VISITAS GRUPALES: concertarlas telefónicamente.
Cursos en el Museo Monte de Piedad

Seminario:
CULTURA Y CLASISMO EN LA ARGENTINA 1930-1983.
A cargo del profesor Leonardo Busquet
Del 5 de junio al 24 de julio 2008, todos los jueves de 18 a 20 hs, en el auditorio del Museo Monte de Piedad -Av. Boedo 870, 2º Piso (por escalera) Cupos limitados.
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MUSEO DEL CINE “Pablo C. Ducrós Hicken” Juan Carlos Thorry 100 años.
Subsecretaría de Patrimonio Cultural - Dirección Gral. de Museos
Los miércoles a las 19.30 hs en el
Auditorio del Colegio Público de Abogados Av. Corrientes 1441, 1º
Junio 18: LA HIJA DEL MINISTRO;
Junio 25: LA SERPIENTE DE CASCABEL;
Julio 2: LA PEQUEÑA SEÑORA DE PEREZ;
Julio 16: EL COMPLEJO DE FELIPE.
Domingos de Cine en el Centro Cultural Recoleta en el microcine del Centro Cultural Recoleta
Domingo 15
A las 14.30: EL ARBOL DEL AHORCADO (EEUU, 1959)
A las 16.30: LA NIÑA SANTA (Argentina, 2004)
A las 19.00: EL HOMBRE QUE SABIA DEMASIADO (Inglat., 1934)
Domingo 22
A las 14.30: LA DILIGENCIA (EEUU, 1939)
A las 16.30: LAS DEPENDENCIAS (Argentina, 1999)
A las 19.00: TUYO ES MI CORAZON (EEUU, 1946)
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Centro Cultural de la Cooperación
Floreal Gorini Av. Corrientes 1543
http://www.centrocultural.coop/

Jueves 26:
“Por caminos diversos”, 7 artistas. Inaugura “La pintura y el viento”. Pinturas de Jessica Antonelli. Continúa “Manos del Delta” Cierra la muestra “Prepo”. Fotografías de Martín Estol. Continúa la muestra “De Balneario”. Muestra gráfica documental

ESPACIO LITERARIO JUAN L. ORTIZ
Jueves 19. Ciclo Poesía y Debate, coordinado por Carlos Juárez Aldazábal. Sala Jacobo Laks. 19:00.
Lunes 30. Presentación del libro Nuez de Roxana Rajmilchuk, con la participación de Paulina Vinderman. Sala Jacobo Laks 19:00.
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LA HISTORIA DE LA MIGRACION BOLIVIANA A LA CIUDAD
El Ministerio de Cultura porteño, a través de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural (CPPHC), organiza las jornadas Buenos Aires Boliviana.

El objetivo es contribuir a la apertura de un espacio para el reconocimiento y la visibilidad de la migración boliviana en la ciudad de Buenos Aires. Se convoca a profesionales a participar.
Se desarrollarán estas jornadas el miércoles 2, jueves 3 y viernes 4 de julio de 2008, de 10 a 19 hs. Lugar de realización: Manzana de las Luces (Perú 272, Ciudad Autónoma de Buenos Aires)
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CINE AL SUR
Asociación Mutual Homero Manzi
TODOS LOS JUEVES A LAS 20:30 HS
Cine argentino - Av. Belgrano 3540
19 junio: El día que bombardearon Buenos Aires (2004)
26 junio: En busca de Ayni (Argentina, 2008)
3 julio: Carne viva (2007)
10 julio: Titrayju (2007)
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CENTRO CULTURAL BOEDO
CASTRO 954 4 931-1524 DE 18 A 21 HS.

Talleres gratuitos - Reservá ya tu lugar.
*Algunos talleres se dividen en nivel inicial y otros por edad.
Talleres: SALSA, TANGO, CANTO CORAL, GUITARRA, TEATRO, YOGA, ARTESANIAS Y BIJOU, DANZA ARABE, FLAMENCO, DANZAS BRASILERAS (AXE), DIBUJO Y PINTURA, PERIODISMO.
Niños: ARTES INTEGRADAS, DANZA ARABE, FLAMENCO, DANZAS BRASILERAS.
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CENTRO CULTURAL “LOLA MORA”
RIO DE JANEIRO 986 - TEL 4 983-5877 / 4 862-7245

ABIERTA LA INSCRIPCIÓN MARTES A VIERNES DE 18 A 21 HS

TALLER SAFARI FOTOGRAFICO. MARTES 18 A 21 HS
Propuesta: mirar la ciudad con ojos de turista, transformando lo cotidiano en una imagen fotográfica diferente. SALIDAS NOCTURNAS Y DIURNAS.

TALLER FOTOGRAFIA AUSTERA. VIERNES 18 A 21 HS
Propuesta: generar imágenes fotográficas con técnicas alternativas. Intervención de fotografías blanco y negro. Fabricaremos emulsiones fotográficas de 1860 a 1900. Goma bicromatada, papel salado, papel a la albúmina. Requisitos: ganas de compartir el proceso (traer mate)

PROGRAMA CULTURAL EN BARRIOS - DIRECCIÓN GRAL DE PROMOCION CULTURAL SUBSECRETARIA DE GESTION CULTURAL - MINISTERIO DE CULTURA - gobBSAS
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JUEGOTECA BOEDO
Nuestra nueva sede es el G.O.N - Pavón 3916

Actividades con los chicos a partir del martes 17 de junio
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C.I.M.U. Club Itinerante de Música Urbana AUSPICIA GCABA –
Min. de Cultura - CGP P. Chacabuco
NO SE COBRA ENTRADA NI DERECHO DE ESPECTACULO

KEBAYTINA (Bolívar 497 Informes 4 331-4624) MES DE JUNIO

JUEVES 21:30 Hs
19-Marcos Serra Cuarteto / JAZZ
26-Simple Song / JAZZ

VIERNES 21:30 Hs
20-Kike Mendoza Quinteto/JAZZ
27-Adrián Birlis Trío/LATIN JAZZ

SABADO 21:30 Hs
14-X X Jazz / JAZZ
21-Jay Jay and The Chaves Jumpers / BLUES & SWING
28-Gustavo Cortajerena Cuarteto / JAZZ
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Espacio Cultural Julián Centeya
San Juan 3255 - Tel. 4 931-9667
espaciojuliancenteya@yahoo.com.ar
El Espacio forma parte del Circuito de Espacios Culturales dependiente de la Dir. de Promoción Cultural, Min. de Cultura, GCABA. Martes a viernes de 10 a 21hs.

Programación Junio de 2008
Sábado 14-20.30hs. Música “Las Tres Lunas del Tango”
Domingo 15-15hs. Teatro infantil “Robin Hood”
Domingo 15-19.30hs. Música “Ciclo de Blues en el Julián Centeya”
Miércoles 18-19hs Cine PROTEGER Y SERVIR:
UNA RETROSPECTIVA DEL CINE POLICIAL NORTEAMERICANO “Bullitt” (Peter Yates, 1968)
Jueves 19-19hs Cine FUNCION ESPECIAL DÍA DE LA BANDERA:
BAJO EL SIGNO DE LA PATRIA (René Mugica, 1971)
Viernes 20-20hs. Perf. (música y poesía) Agrup. de artistas “Che Trova”
Sábado 21-20.30hs. Música Encuentro de Murgas Artística a confirmar.
Domingo 22-15hs Teatro infantil “El libro mágico”
Domingo 22-20.30hs. Música “Las Tres Lunas del Tango”
Martes 24-18hs. En el marco de la Semana del Barrio de San Cristóbal.
Inauguración Muestra Fotográfica “Parte de un todo”
Miércoles 25-19hs Cine. CINE POLICIAL NORTEAMERICANO
Cuando termina el camino (Otto Preminger, 1950)
Jueves 26-19hs. (el mismo ciclo) Odio en el alma (N.Ray, 1951)
Sábado 28- Festejos por el Día del Barrio de San Cristóbal 20hs.
Tango Pablo Mainetti y Cesar Angeleri. Duo Los Ranas.
Domingo 29-15hs. Teatro infantil “Canta que te canta”
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BUENOS AIRES ESQUINA BOEDO
BAIRES POPULAR presentó “Manzi, una geografía”, el audiovisual sobre Homero que Diego Ruiz y Mario Bellocchio produjeron con motivo del centenario del nacimiento de nuestro gran poeta . El intermedio musical estuvo a cargo del cantor Javier Di Ciriaco, su voz y su guitarra. Condujo la presentación Rosa María Silva. Fue el pasado sábado 7 de junio en el café “Esquina Osvaldo Pugliese”, de Boedo y Carlos Calvo.
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WALDIMIRO MELGAREJO MUÑOZ EN EL MARGOT
En el centenario de su nacimiento.
Obras de diversas técnicas del artista cuyo atelier prestigió al barrio de Boedo. En el Café Margot, Boedo y San Ignacio
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CAFÉ LITERARIO RÍO DE LETRAS
Café “La Subasta” (Río de Janeiro 54)

Tendrá lugar una lectura de poemas donde participarán Michou Pourtalé, Paula Toledo, Helios Buira, Isabel Victoria Krisch, Nilda Pigazzini y Rubén Derlis, integrante de Baires Popular. El evento tendrá lugar el sábado 21 de junio a las 18,30 horas. Coordinan: María Isabel Cané y Patricia Ortiz.
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SEMANA DE LA FUNDACION DE BS. AIRES
La Ciudad festeja su aniversario 428
La Dir. Gral. de Patrimonio e Instit. Histórico, el Ente de Turismo de la CABA y la Junta Central de Estudios Históricos invitan a la II Feria del Libro de Historia de la Ciudad y espectáculos musicales en el patio de PB de la Casa de la Cultura, Av. Mayo 575

Sábado 14:
13 hs. Patio (P.B.) Bs. As. y su música: Miguel de Caro y bailarines, tango en saxo Ariel Prat, murga y candombe.
15 hs. Salón Dorado (1er P.) Ciclo: Buenos Aires en el cine: “Nueve Reinas” (dir. Fabián Bielinsky).
17 hs. Salón Dorado (1er P.) “Día de Milonga”: Espectáculo didáctico a cargo de bailarines.
19 hs. Salón Dorado: Sexteto Milonguero con Javier Di Ciríaco.

Domingo 15
13 hs. Patio (P.B.) Ciclo Bs. As. y su música: Ariel Prat, murga y candombe.
15 hs. Salón Dorado (1er P.) Ciclo: Bs. As. en el cine: La sonámbula (dir. Fernando Spiner).
18 hs. Salón Dorado. Quinteto Típico Buenos Aires.
19 hs. Patio (P.B.) Tanghetto (Tango Electrónico).

Visitas guiadas al Palacio Municipal y Casa de la Cultura. En español e inglés.
Sábado: 16 y 17 hs.
Domingo: de 11 a 16 hs. (una cada hora).
Punto de inicio: Bolívar 1. Informes: tel. 4 323-9669.