Nº 70
Diciembre de 2007
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SUMARIO
La fuerza vecinal. Conjunción de logros del esfuerzo popular
El regreso del ”Petit Colón” - La reapertura del -ahora- Complejo Cultural 25 de Mayo en Villa Urquiza. (a la izquierda una vista de la sala el día de la inauguración). Por Carlos Salatino
Freno a las torres - sanción de protecciones legales a la proliferación de torres en distintos barrios
Hay que parar un rato - Un prestigioso arquitecto-urbanista analiza el desmadre inmobiliario - Por F. Pompeyo Ramos-Marrau
La plaza. Todo listo para la expropiación, nominación y construcción de la plaza de Boedo. Informe de Patricia Roselló
La escalera. Según Metrovías, en mayo inauguramos nueva escalera en la estación Boedo del subte E
Callejeando historia. Victorica, Quinquela Martín y el arte en La Boca. Por Diego Ruiz
La vida es un sainete. Origen del estilo teatral más porteño. Por Leonardo Busquet
Villa Crespo, encrespado. Una "invasión" barrial de la ambición inmobiliaria. Por Rubén Derlis
¿Se cae el Mirador? El Mirador Comastri en riesgo de derrumbe
Homenaje en "Tierra Santa". La Subcomisión del Hincha de San Lorenzo y el homenaje a sus viejas glorias
"Manzi, una geografía", premios a los poetas y la "Orden del Buzón" al director de "Desde Boedo". Crónica de la jornada del 20 de noviembre en el Museo Monte de Piedad
Tiembla la escritura dentro del botellón. "Mi botellón con lapiceras y corchos espera el tiempo por venir, y tiembla la escritura dentro del vidrio...".Por Edgardo Lois
POEMA: Taxi libre. Por Marta Vega de Bonifacio
EDITORIAL: Cerca, muy cerca, el rastro del horror. El recuerdo de la terrible jornada del 8 de diciembre en la Iglesia de la Santa Cruz, hace 30 años. Por Mario Bellocchio
CULTURA GRATUITA
Actividades barriales de acceso gratuito
La fuerza vecinal
En estos últimos días se ha verificado, en una bienvenida conjunción, que la perseverancia en el esfuerzo común es la mejor arma del pueblo para acudir a las autoridades. Los vecinos de Boedo, Villa Urquiza, Caballito, Palermo, Coghlan y Colegiales pueden dar testimonio de los logros hasta ahora conseguidos a través del persistente trabajo comunitario.
El regreso del ”Petit Colón”
El 21 de noviembre pasado se reabrieron las puertas del 25 de Mayo devenido Complejo Cultural merced a la persistencia vecinal. Rescatado del abandono, el “Petit Colón de Villa Urquiza”, como se lo conoció tiempo atrás, revive en todo su esplendor. A la ceremonia inaugural asistieron las más altas autoridades de la ciudad presididas por el jefe de Gobierno y la ministra de Cultura. Los vecinos pudieron disfrutar el fruto del esfuerzo de años por tan ansiada recuperación.
El edificio del Cine-Teatro 25 de Mayo (Av. Triunvirato 4440) fue construido en 1927, según los planos del arquitecto Máximo Gasparutti, y decorado por el artista plástico Felipe Galante. Considerado el Pequeño Colón del barrio de Villa Urquiza, debido a los amplios palcos de su sala histórica, de excelente acústica, clásica fachada y ornamentación de estilo neorrománico con imponentes vitrales, funcionó como sala teatral y de proyecciones cinematográficas hasta el invierno de 1982, fecha en la que las diversas crisis económicas que asolaron el país motivaron el cierre de sus puertas.
Por su escenario pasaron Carlos Gardel, Olinda Bozán, Jorge Salcedo y Agustín Magaldi, entre otras figuras de renombre [...]. A partir de 1996, el periódico barrial Lo que Faltaba realizó una amplia convocatoria, logrando recolectar más de 8000 firmas, con el objetivo de que se lo declare patrimonio arquitectónico y cultural de la Ciudad de Buenos Aires en pos de su recuperación, conformando la primera Comisión Pro Recuperación Cine-Teatro 25 de Mayo
El reclamo vecinal se potenció a partir de las jornadas de diciembre de 2001, cuando nuevos actores y organizaciones sociales de todo tipo se incorporaron a la lucha por la reapertura de la sala. Se presentó ante la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en 2002 un petitorio con más de 5000 firmas solicitando la recuperación para los vecinos de la ciudad del cine-teatro. En de diciembre de 2003, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en respuesta al legítimo reclamo vecinal, dispuso su adquisición por decreto 3089/03, en $ 5.520.000. Como consecuencia de este acto administrativo, los vecinos movilizados impidieron que el 25 de Mayo se transformara en un supermercado, un bingo o un boliche bailable.
En marzo de 2004, al momento de la entrega simbólica de las llaves del edificio recuperado, el Gobierno se comprometió a consensuar el proyecto de recuperación ante más de 300 vecinos. Así, continuaron las reuniones, ya con el nombre definitivo de Vecinos por el 25 de Mayo, en búsqueda de un Proyecto Cultural Vecinal —que fue tomando forma a partir de las propuestas e inquietudes de todos— realizando además movidas culturales, festivales y muestras colectivas artísticas. Se logró definir un proyecto edilicio discutido con los funcionarios, con quienes se intercambiaron ideas, acordando por consenso, a fines de 2004, la firma de un Acta de Acuerdo entre Vecinos por el 25 de Mayo y el Gobierno de la Ciudad, donde se aprobaron los planos del proyecto, definiendo el carácter público del Complejo Cultural 25 de Mayo. Se establece, además, que el 25 de Mayo será un Complejo Cultural, organismo único integrado por la Sala Histórica de Cine-Teatro, el Centro Cultural y los anexos que se constituyan en el futuro. Las actividades del Complejo Cultural 25 de Mayo serán planificadas y gestionadas de manera conjunta entre Vecinos por el 25 de Mayo y el Gobierno de la Ciudad. Estos compromisos, así como que el Complejo será un espacio público no concesionable, fueron ratificados como Política de Estado por el entonces secretario de Cultura, en febrero de 2005.
En Vecinos por el 25 de Mayo, espacio abierto permanente de reflexión, propuesta, control y acción en defensa de la Cultura, confluyen los vecinos y entidades de Villa Urquiza y barrios aledaños que a lo largo de los años lucharon por la recuperación del cine-teatro para los vecinos, para la Ciudad y, fundamentalmente, para la Cultura. Para cumplir con estos objetivos, Vecinos por el 25 de Mayo propone consolidar la identidad barrial, enfatizar la memoria colectiva, la historia y los derechos humanos, ponderar el mayor nivel profesional y la experimentación, ofrecer un lugar de encuentro y participación [...]
La labor de Vecinos por el 25 de Mayo continuó a pesar del cambio que se produjo en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Tras un período en el que prácticamente no hubo contacto con las nuevas autoridades del Ministerio de Cultura, el reclamo fue retomado gracias a la insistencia de la agrupación vecinal. Reanudadas las obras de reconstrucción, se llega a este momento en el que la recuperación del 25 de Mayo y su transformación en Complejo Cultural se hacen realidad. La sala histórica, que tiene una capacidad para 700 espectadores, fue reacondicionada acústicamente permitiendo que se comporte de igual manera estando vacía o colmada de público. El escenario puede ampliarse por medio de elevadores hidráulicos que permiten ocupar el foso reservado para una orquesta de 30 músicos. La sala circular del primer piso, conocida históricamente como el Duomo, posibilitará realizar exposiciones y conciertos de grupos de cámara o acústicos para 150 personas. El Complejo contará además con cuatro salas (dos de las cuales se pueden a su vez subdividir en otras dos aisladas acústicamente), en donde se podrán realizar talleres, charlas, conferencias y proyecciones. [...]
El lunes 1 de octubre, y luego del compromiso asumido por la jefa de Asesores del Gabinete de la ministra de Cultura de CABA, Arq. Delia Krupnik, en una reunión con integrantes de Vecinos por el 25 de Mayo, la ministra de Cultura, Arq. Silvia Fajre, designó mediante la resolución número 2842 al Lic. Aldo Omar Formento (director general adjunto del Teatro Colón), como coordinador general ad honórem de las actividades artísticas y culturales que se desarrollarán en el Complejo Cultural 25 de Mayo, y al Sr. Claudio Patricio Massetti (director ejecutivo del Centro Cultural General San Martín), coordinador ad honórem del Centro Cultural del Complejo Cultural 25 de Mayo de las actividades culturales que se desarrollarán en los espacios destinados a Centro Cultural ubicado en el primer piso de dicho Complejo, a partir del día 17 de octubre del corriente año. Además, afirmó que el coordinador general será el interlocutor válido con Vecinos por el 25 de Mayo en este período de transición para todo lo relacionado con la gestión del Complejo. [...] El Proyecto de Ley de gestión consensuada presentado en la Legislatura, servirá de instrumento para permitir el manejo del ámbito en acuerdo entre vecinos y las autoridades de Cultura. El apoyo obtenido por el proyecto cultural elaborado por Vecinos por el 25 de Mayo de parte de vecinos, instituciones e importantes referentes del tema no hacen más que aumentar el compromiso en pos de una cultura realmente para todos y sin exclusiones.
Carlos Salatino
carlosdsalatino@yahoo.com
Freno a las torres
Los vecinos de Caballito son los “culpables” de la sanción en primera lectura de la ley que limita la cantidad de pisos que pueden elevarse sobre el horizonte caballitense. En su primera sesión y por tratarse de una modificación al Código de Planeamiento que requiere doble lectura, la Legislatura sancionó la norma que impide la continuidad de la proliferación de edificios torre. La primera semana hábil de diciembre resultó portadora de otras buenas nuevas para las preocupaciones vecinales en tal sentido en los barrios de Palermo, Colegiales y Coghlan. En amplias áreas de los barrios mencionados se limitó la cantidad de pisos de las futuras construcciones en concordancia con las protestas vecinales ante la invasión de la apetencia inmobiliaria. Es un comienzo que no reemplaza al demorado Plan Urbano Ambiental pero que, sin duda, pone un freno provisional al desmadre edilicio y, sobre todo, fortalece la unión vecinal cuando de justos reclamos se trata.
La plaza
A un año de la sanción de la ley, todo está listo para firmar el decreto de expropiación
El 21 de este mes se cumplirá un año de la recordada sesión de la Legislatura cuando se sancionó —en segunda lectura, por 38 votos a favor, 9 en contra, 2 abstenciones y 11 ausencias— la ley 2266 que declaró de utilidad pública y sujeto a expropiación al predio conocido como Estación Vail. Así comenzaron las largas negociaciones con sus propietarios —hoy a punto de culminar felizmente— para hacer efectiva la expropiación y comenzar la etapa de contrucción y nominación del paseo público tan ansiado.
Las últimas novedades se producen sobre el cierre de esta edición que coincide con los días finales del actual Gobierno de la Ciudad. Se nos informa que el expediente que contiene el avenimiento de los propietarios con los términos y cifras de la expropiación se encontraba desde el viernes 30 de noviembre en el Ministerio del Espacio Público donde recibió la firma del ministro el lunes 3 de diciembre y fue girado a la Secretaría Administrativa, Legal y Técnica del Ministerio de Hacienda del Gobierno de la Ciudad aguardando la firma del Decreto por Jorge Telerman para efectivizar la expropiación.
Con fecha 23 de noviembre de 2007 fue enviada a la Legislatura de la CABA —con la referencia: “Proyecto nominación espacio verde, barrio de Boedo”, iniciativa particular, Comisión Vecinal Todos por la Plaza de Boedo—, la siguiente nota:
La Comisión Vecinal Todos por la Plaza de Boedo integrada por instituciones y vecinos del barrio se dirige a Uds. con el objeto de solicitarle considere nuestra propuesta de nombre para la plaza a construirse en el predio ubicado en la calle Sánchez de Loria, entre Estados Unidos y Carlos Calvo.
Desde que fue aprobada por amplia mayoría en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires la expropiación y el cambio de zonificación, destinando como Unidad Parque a la antigua Estación Vail de tranvías, la Comisión Vecinal Todos por la Plaza de Boedo viene trabajando en la búsqueda consensuada, con respecto a sus características, del nombre para nuestra anhelada plaza.
Para llevar adelante estos objetivos se plantearon diferentes estrategias:
1- La distribución de urnas ubicadas en distintos lugares y esquinas de nuestro barrio para facilitar la opinión de los vecinos.
2- La producción de materiales gráficos como elementos de difusión y comunicación.
3- La realización de una encuesta diseñada y llevada a cabo por el Centro de Estudiantes de Psicología Social Dr. Enrique Pichón Riviere.
Los resultados obtenidos a partir de estos sondeos arrojaron que, mayoritariamente, los vecinos han optado por el nombre “Plaza de Boedo”, como forma genérica de identificación barrial, considerando además que será la primera plaza que tendremos.
La Comisión Vecinal Todos por la Plaza de Boedo acompaña y apoya democráticamente esta elección con la salvedad de sugerir que se le agregue el nombre “Mariano”, para rescatar la figura del prócer con el que se ha bautizado al barrio.
De esta forma, solicitamos que el nombre definitivo sea: “Plaza Mariano Boedo”.
Respetando las otras opciones aportadas por demás entidades y/o vecinos —que figuran en el tríptico que adjuntamos—, se solicita que se las tenga en cuenta para nombrar a los diferentes sectores internos de la futura plaza.
Sin otro particular, aprovechamos la oportunidad para saludarlo muy atentamente.
Se adjuntaron al envío:
* Acta Nº 1 de constitución de la Comisión Vecinal Todos por la Plaza de Boedo.
* Acta Nº 16. Aprobación del nombre de la plaza.
* Tríptico con los nombres sugeridos y sus pertinencias.
* Datos de la encuesta del Centro de Estudiantes de la Escuela de Psicología Social Dr. Enrique Pichón Riviére.
Patricia Roselló
patriciavalentina@yahoo.com.ar
La escalera
El 21 de este mes se cumplirá un año de la recordada sesión de la Legislatura cuando se sancionó —en segunda lectura, por 38 votos a favor, 9 en contra, 2 abstenciones y 11 ausencias— la ley 2266 que declaró de utilidad pública y sujeto a expropiación al predio conocido como Estación Vail. Así comenzaron las largas negociaciones con sus propietarios —hoy a punto de culminar felizmente— para hacer efectiva la expropiación y comenzar la etapa de contrucción y nominación del paseo público tan ansiado.
Las últimas novedades se producen sobre el cierre de esta edición que coincide con los días finales del actual Gobierno de la Ciudad. Se nos informa que el expediente que contiene el avenimiento de los propietarios con los términos y cifras de la expropiación se encontraba desde el viernes 30 de noviembre en el Ministerio del Espacio Público donde recibió la firma del ministro el lunes 3 de diciembre y fue girado a la Secretaría Administrativa, Legal y Técnica del Ministerio de Hacienda del Gobierno de la Ciudad aguardando la firma del Decreto por Jorge Telerman para efectivizar la expropiación.
Con fecha 23 de noviembre de 2007 fue enviada a la Legislatura de la CABA —con la referencia: “Proyecto nominación espacio verde, barrio de Boedo”, iniciativa particular, Comisión Vecinal Todos por la Plaza de Boedo—, la siguiente nota:
La Comisión Vecinal Todos por la Plaza de Boedo integrada por instituciones y vecinos del barrio se dirige a Uds. con el objeto de solicitarle considere nuestra propuesta de nombre para la plaza a construirse en el predio ubicado en la calle Sánchez de Loria, entre Estados Unidos y Carlos Calvo.
Desde que fue aprobada por amplia mayoría en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires la expropiación y el cambio de zonificación, destinando como Unidad Parque a la antigua Estación Vail de tranvías, la Comisión Vecinal Todos por la Plaza de Boedo viene trabajando en la búsqueda consensuada, con respecto a sus características, del nombre para nuestra anhelada plaza.
Para llevar adelante estos objetivos se plantearon diferentes estrategias:
1- La distribución de urnas ubicadas en distintos lugares y esquinas de nuestro barrio para facilitar la opinión de los vecinos.
2- La producción de materiales gráficos como elementos de difusión y comunicación.
3- La realización de una encuesta diseñada y llevada a cabo por el Centro de Estudiantes de Psicología Social Dr. Enrique Pichón Riviere.
Los resultados obtenidos a partir de estos sondeos arrojaron que, mayoritariamente, los vecinos han optado por el nombre “Plaza de Boedo”, como forma genérica de identificación barrial, considerando además que será la primera plaza que tendremos.
La Comisión Vecinal Todos por la Plaza de Boedo acompaña y apoya democráticamente esta elección con la salvedad de sugerir que se le agregue el nombre “Mariano”, para rescatar la figura del prócer con el que se ha bautizado al barrio.
De esta forma, solicitamos que el nombre definitivo sea: “Plaza Mariano Boedo”.
Respetando las otras opciones aportadas por demás entidades y/o vecinos —que figuran en el tríptico que adjuntamos—, se solicita que se las tenga en cuenta para nombrar a los diferentes sectores internos de la futura plaza.
Sin otro particular, aprovechamos la oportunidad para saludarlo muy atentamente.
Se adjuntaron al envío:
* Acta Nº 1 de constitución de la Comisión Vecinal Todos por la Plaza de Boedo.
* Acta Nº 16. Aprobación del nombre de la plaza.
* Tríptico con los nombres sugeridos y sus pertinencias.
* Datos de la encuesta del Centro de Estudiantes de la Escuela de Psicología Social Dr. Enrique Pichón Riviére.
Patricia Roselló
patriciavalentina@yahoo.com.ar
La escalera
Contestación de Metrovías ¿mayo de 2008?
Otra añeja lucha vecinal, la reparación de la escalera mecánica de la estación Boedo del subte “E”, parece entrar en etapa definitoria.
Con fecha 22 de noviembre la Asamblea Vecinal de Boedo, representada por Carlos José Tyndyk, recibe una nota de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Bs. As. donde le informa, a su solicitud, que “se ha recibido respuesta por parte de la entidad requerida, de la cual se acompaña copia”. Se hace referencia a la respuesta de Metrovías, largamente demorada, a los sucesivos interrogantes que le plantearon Subterráneos de Bs. As., la Comisión Nacional de Regulación del Transporte, la Defensoría, la Asamblea Vecinal de Boedo y DESDE BOEDO sobre los procedimientos de rehabilitación de la escalera mecánica de marras.
La nota está dirigida al jefe del Area de Asuntos Urbanos, Espacios y Servicios Públicos de Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Bs. As., Ing. Carlos M. Salomone, y la firma por METROVIAS S. A. el Ing. Celestino Martínez, representante general (Alterno). Y dice así:
Ref.: ACTUACION N° 6737/07. De nuestra consideración:
Tenemos el agrado de dirigimos a Ud. en respuesta a vuestra Cédula de Notificación —sin número— recibida por este Concesionario el día 31/10/07, correspondiente a la Actuación N° 6737/07 referida a la escalera mecánica de la Estación Boedo de la Línea "E" de subterráneos.
Al respecto, señalamos que el día 23/02/04 Metrovías S.A. solicitó al juez interviniente en la causa el levantamiento de la clausura de la escalera en cuestión, el cual fue denegado por auto de fecha 15/04/04.
Cabe destacar que la situación se mantuvo sin variantes en lo que refiere a la clausura hasta el día 30/07/07, fecha en la que Metrovías S.A. recibió la única notificación oficial del juzgado, mediante la cual fuimos informados que "...la escalera en cuestión queda desafectada de la causa, quedando la misma a disposición del organismo del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la que previa habilitación deberá expedirse al respecto".
Por otra parte, ya en el mes de agosto de 2005, teniendo en cuenta la antigüedad de muchas escaleras mecánicas instaladas en la red de subterráneos, este Concesionario presentó a la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) para su visado el pliego de la obra "Instalación de 29 escaleras mecánicas" para reemplazar otras tantas, entre las que se contaba el equipo de la Estación Boedo. La citada CNRT aprobó el trámite solicitado en el mismo mes de agosto de 2005.
Asimismo, Metrovías S. A. presentó la obra mencionada dentro del programa de obras propuestas para ser incluidas en el Plan Nacional de Inversiones Ferroviarias (PLANIFER) al efecto de su ejecución.
Corresponde destacar, además, que a partir de la clausura del equipo (día 14/01/04) y por lo prolongado de esa condición, más de tres años sin posibilidad de intervención alguna, se produjo tal estado de deterioro que las tareas a realizar para su eventual puesta en marcha, considerando la inexistencia de repuestos originales en el mercado, hubieran demandado plazos sumamente prolongados y en gran medida inciertos. Por tal motivo, estando aún clausurada se decidió adelantar la fecha programada de fabricación y montaje de la escalera nueva destinada a su reemplazo en la Estación Boedo.
Finalmente, informamos que el lote de 7 (siete) equipos ya fabricados (entre los cuales está el que nos ocupa) será sometido a inspección en origen por nuestro personal técnico en el corriente mes. Prevemos completar las etapas restantes del cronograma de la obra (traslado terrestre, embarque, traslado marítimo, montaje y puesta en marcha) y habilitar la unidad al uso público en la Estación Boedo durante el mes de mayo de 2008. (el resaltado es nuestro)
Sin otro particular, saludamos a Ud. muy atentamente...
Ante tan precisas declaraciones de Metrovías habría una larga lista de interrogantes. El principal: si contaremos por fin con la escalera en mayo próximo. Si eso se cumple palidecerían las restantes dudas y procederes que dejan huecos sin explicación a las actitudes, cuando menos, escurridizas y dilatorias de los permisionarios para explicar la larga demora.
Si se sabía del deterioro irreversible ¿a qué el engaño de “estamos reparando”? Si la primera comunicación fehaciente de la rehabilitación judicial es, como se dice, de julio de 2007, y el juzgado asevera que hubo anteriores incomparencias a la citación, es evidente que Metrovías “se sentó” a esperar la comunicación judicial desinteresándose en absoluto de la restauración del servicio.
Lo cierto es que la eficaz intervención vecinal movilizó a las autoridades responsables del contralor para generar esta respuesta de la empresa prestataria.
Mario Bellocchio
Otra añeja lucha vecinal, la reparación de la escalera mecánica de la estación Boedo del subte “E”, parece entrar en etapa definitoria.
Con fecha 22 de noviembre la Asamblea Vecinal de Boedo, representada por Carlos José Tyndyk, recibe una nota de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Bs. As. donde le informa, a su solicitud, que “se ha recibido respuesta por parte de la entidad requerida, de la cual se acompaña copia”. Se hace referencia a la respuesta de Metrovías, largamente demorada, a los sucesivos interrogantes que le plantearon Subterráneos de Bs. As., la Comisión Nacional de Regulación del Transporte, la Defensoría, la Asamblea Vecinal de Boedo y DESDE BOEDO sobre los procedimientos de rehabilitación de la escalera mecánica de marras.
La nota está dirigida al jefe del Area de Asuntos Urbanos, Espacios y Servicios Públicos de Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Bs. As., Ing. Carlos M. Salomone, y la firma por METROVIAS S. A. el Ing. Celestino Martínez, representante general (Alterno). Y dice así:
Ref.: ACTUACION N° 6737/07. De nuestra consideración:
Tenemos el agrado de dirigimos a Ud. en respuesta a vuestra Cédula de Notificación —sin número— recibida por este Concesionario el día 31/10/07, correspondiente a la Actuación N° 6737/07 referida a la escalera mecánica de la Estación Boedo de la Línea "E" de subterráneos.
Al respecto, señalamos que el día 23/02/04 Metrovías S.A. solicitó al juez interviniente en la causa el levantamiento de la clausura de la escalera en cuestión, el cual fue denegado por auto de fecha 15/04/04.
Cabe destacar que la situación se mantuvo sin variantes en lo que refiere a la clausura hasta el día 30/07/07, fecha en la que Metrovías S.A. recibió la única notificación oficial del juzgado, mediante la cual fuimos informados que "...la escalera en cuestión queda desafectada de la causa, quedando la misma a disposición del organismo del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la que previa habilitación deberá expedirse al respecto".
Por otra parte, ya en el mes de agosto de 2005, teniendo en cuenta la antigüedad de muchas escaleras mecánicas instaladas en la red de subterráneos, este Concesionario presentó a la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) para su visado el pliego de la obra "Instalación de 29 escaleras mecánicas" para reemplazar otras tantas, entre las que se contaba el equipo de la Estación Boedo. La citada CNRT aprobó el trámite solicitado en el mismo mes de agosto de 2005.
Asimismo, Metrovías S. A. presentó la obra mencionada dentro del programa de obras propuestas para ser incluidas en el Plan Nacional de Inversiones Ferroviarias (PLANIFER) al efecto de su ejecución.
Corresponde destacar, además, que a partir de la clausura del equipo (día 14/01/04) y por lo prolongado de esa condición, más de tres años sin posibilidad de intervención alguna, se produjo tal estado de deterioro que las tareas a realizar para su eventual puesta en marcha, considerando la inexistencia de repuestos originales en el mercado, hubieran demandado plazos sumamente prolongados y en gran medida inciertos. Por tal motivo, estando aún clausurada se decidió adelantar la fecha programada de fabricación y montaje de la escalera nueva destinada a su reemplazo en la Estación Boedo.
Finalmente, informamos que el lote de 7 (siete) equipos ya fabricados (entre los cuales está el que nos ocupa) será sometido a inspección en origen por nuestro personal técnico en el corriente mes. Prevemos completar las etapas restantes del cronograma de la obra (traslado terrestre, embarque, traslado marítimo, montaje y puesta en marcha) y habilitar la unidad al uso público en la Estación Boedo durante el mes de mayo de 2008. (el resaltado es nuestro)
Sin otro particular, saludamos a Ud. muy atentamente...
Ante tan precisas declaraciones de Metrovías habría una larga lista de interrogantes. El principal: si contaremos por fin con la escalera en mayo próximo. Si eso se cumple palidecerían las restantes dudas y procederes que dejan huecos sin explicación a las actitudes, cuando menos, escurridizas y dilatorias de los permisionarios para explicar la larga demora.
Si se sabía del deterioro irreversible ¿a qué el engaño de “estamos reparando”? Si la primera comunicación fehaciente de la rehabilitación judicial es, como se dice, de julio de 2007, y el juzgado asevera que hubo anteriores incomparencias a la citación, es evidente que Metrovías “se sentó” a esperar la comunicación judicial desinteresándose en absoluto de la restauración del servicio.
Lo cierto es que la eficaz intervención vecinal movilizó a las autoridades responsables del contralor para generar esta respuesta de la empresa prestataria.
Mario Bellocchio
(sobre un informe de Carlos Tyndyk de la Asamblea Vecinal de Boedo)
Hay que parar un rato
La Ciudad de Buenos Aires se desarrolló a golpes de rematadores, quienes fueron sus “urbanistas”
La metrópolis de Buenos Aires es una de las mayores del mundo por su extensión y población, que ha ido acumulando población inmigrante, y se ha convertido en una megalópolis. Sin intentar dirigir este proceso de inmigración del campo, o ciudades muy pequeñas, a la metrópolis, hacia localizaciones dentro del suculento y envidiado territorio nacional. Este proceso es perverso, de graves consecuencias para la misma ciudad y el país.
Hoy se da el hecho de que en una milésima parte de la superficie de la Argentina, se acumula más de un tercio del total de su población —trece millones de habitantes en 2.500 km2— con una densidad promedio de 3.600 hab./km2 —y con puntos colapsados de 180.000 hab./km2, en barrios de la Ciudad Autónoma— contra un promedio de 13 hab./km2 en todo el país.
Nuestra Metrópolis de Buenos Aires —Ciudad+Gran Bs. As.— se fue desarrollando a golpes de rematadores de tierras, quienes fueron sus “urbanistas”. Su administración depende de diferentes gobiernos: nacional, provincial, municipal y de la Ciudad Autónoma; esta última aparece como una pequeña provincia de 200 Km2, delimitada por la avenida General Paz y el Riachuelo, dentro de los 2.500 km2 que ocupa el tejido urbano de la ciudad metropolitana.
Existe una manifiesta ausencia a nivel nacional de planificación del territorio y de cada una de las regiones, provincias y ciudades que son la razón fundamental del desequilibrio social y económico que tiene el país y por tanto actúa como el enemigo que hay que combatir para destrabar el desarrollo integral del país.
La nueva Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, que la define como Ciudad Autónoma, es un avance en relación a la dependencia que tenía con el gobierno nacional manifestada en la determinación del Poder Ejecutivo Nacional de nombrar al intendente de la ciudad. Y deja ambigüedades importantes que repercuten en el caos actual de la ciudad. Una de ellas es la de no definir claramente la administración de la ciudad, ya que la figura del ejecutivo actual, con su jefe de gobierno, da la noción de provincia y ciudad en la misma función. Por tanto confundiendo funciones y gestiones, ralentizando su labor. Es decir, o se es el gobierno de la provincia o se es el gobierno de la ciudad, pero ambas a la vez, de manera sui géneris, comete el error de no ser ni chicha ni limonada, y esas consecuencias se sienten. Quizás habría que reflexionar en este punto, es decir dotar a la Ciudad de su administración, como lo tienen todas las ciudades capitales de provincia, en la cual está la administración provincial por un lado y la administración de la ciudad por el otro.
La nueva Constitución de la ciudad de 1996 plasma expresamente que esta debe tener un plan urbano y ambiental. Consideración importantísima para poder gestionarla en general, pero que en el caso de Buenos Aires cobra mayor importancia por la ausencia histórica de planificación. Lamentablemente se lo ha remplazado por un instrumento normativo: “el Código de planeamiento”. Incomprensible, ya que no se entiende cómo puede existir una norma sin la existencia del plan urbano ambiental que le dé origen. Es esta la razón por la cual el Código, interpretado por el funcionario correspondiente, se convierte en el comodín del mercado inmobiliario.
No dudo en remarcar que la falta de planificación es lo que hoy los vecinos reclaman, aunque para ellos este concepto les resulte abstracto. Las luchas parciales contra las densidades horizontales —las torres—, no sólo expresa el desacuerdo a construir edificaciones para el negocio de los inversores privados, cercenando el derecho a la iluminación y la visión, sino que plantea lo innecesario de ellas, porque sabe que no resuelven el déficit de vivienda que tienen millones de argentinos y miles de bonaerenses, que viven en asentamientos precarios o en la calle, y que tampoco son para la clase media con poca o nula capacidad de ahorro. Porque también percibe que el suelo para edificaciones hay que crearlo en otros territorios, para equilibrar esta anomalía que señalábamos al comienzo de este artículo. Y porque es de sentido común pensar que a la contaminación, al caos del transporte automotor y ferroviario, y a la desfasada red de servicios del subsuelo no le vendrán nada bien tantas “torres invasoras”.
Cuando los reclamos peticionan espacio verde como la plaza, pasa lo mismo. Lo que se reclama son barrios con lugares para el paseo, el deporte, el ocio, el cine, el teatro en emplazamientos acordes, preferentemente, en lugares más recogidos del barrio. Porque los barrios carecen de centros de esta naturaleza. Lo que tienen, y hoy ha llegado al hastío del vecino, son las calles comerciales, es decir, las enloquecedoras autopistas comerciales, ruidosas y contaminantes. Cuando los vecinos de Boedo luchan por lograr en la vieja y abandonada construcción de Carlos Calvo y Loria una plaza, quizá no saben que están luchando por una centralidad, y tampoco que la ciudad de Buenos Aires cuenta con unas 600 hectáreas de espacios verdes parquizados, y que cada porteño, al menos en los papeles, dispone de casi 2 m2 de estos para su solaz.
Cuando los vecinos de Caballito quieren recuperar la Playa de cargas del ferrocarril, para espacio verde y conservar la casa construida a principios del siglo XX, pasa lo mismo. No piensan en la planificación en abstracto y quizás sin conocer que la especulación salvaje en el loteo del Gran Buenos Aires dio por resultado la práctica inexistencia de plazas en su territorio, salvo las centrales en las localidades más antiguas. Tal es así, que el conurbano, con más de 9 millones de habitantes, sólo dispone de unas 800 hectáreas de espacios verdes parquizados, correspondiéndole a cada uno de aquellos la irrisoria cantidad de 0,90 m2.
Y que esto es aún más grave de lo que parece, pues en esta cifra están incluidos los grandes parques de la zona sur como son el Pereyra Iraola y los bosques de Ezeiza, ambos en proceso de extinción. Sin ellos, cada partido promedia los 0,50 m2 de espacio verde por habitante.
Y que las consecuencias observables en forma inmediata de estos datos son, por un lado, el sobreuso y la degradación permanente de las áreas verdes existentes, y por otro, que un porcentaje importante de población no tenga acceso, por obvias razones de distancia y costos, al uso de espacios verdes públicos de recreación.
Y que esto sucede en nuestras ciudades, mientras internacionalmente se toma como mínimo adecuado a los grandes centros urbanos, entre 10 y 12 m2/habitante.
Y así también con los vecinos de La Isla de La Paternal/Agronomía, cuando plantan bandera de guerra para defender la plaza que tienen y que se la quieren sacar para construir muchas torres. Hay algunos reclamos que avanzan un poquito más de la petición de espacio verde, y defensa de las agresivas torres, colocando elementos de ordenación vial, y embellecimientos morfológicos y paisajísticos del sitio, como es el caso de los vecinos de Villa Crespo y Paternal o tantas otras experiencias que multiplicarían, quizás por mil, este simple muestreo.
Estos son agudos mensajes a los responsables políticos para hacer un lógico “stop”, consensuar una ley de Emergencia Urbano-Ambiental para atemperar urgencias contaminantes, Riachuelo, transporte de mercancías, transporte de pasajeros, vivienda social, etc., etc. Dejar definitivamente de lado el desarrollo de la ciudad “a golpe de rematadores de tierra” y realizar seriamente —no a las apuradas como ese documento que está en la Legislatura— el Plan Urbano-Ambiental con participación real de la ciudadanía, que como hemos dicho, es la madre del borrego, y además porque nos obliga la Constitución del 94.
Y en el mientras tanto… Creo que estas vivencias que la ciudadanía está realizando, y que muchos profesionales están planteando, dan coordenadas suficientes, mensajes, a la bella Buenos Aires en peligro, para mejorar los barrios, más pronto que tarde, con centralidades y mayor calidad de vida.
F. Pompeyo Ramos-Marrau
Ramos-Marrau es arquitecto-urbanista graduado en la Fac. de Arquitectura y Urbanismo de la Ciudad de Aachen, Rep. Fed. Alemana. Master en Gestión Urbanista, en la Universidad Carlos III, de Getafe en la Comunidad de Madrid, entre otros títulos habilitantes. Actualmente trabaja como planificador urbano, en la Subsecretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda.
Callejeando historia
Victorica, Quinquela Martín y el arte en La Boca
Se acaba el año y al cronista callejero se le acabaron los pintores y escultores recordados en las calles de Buenos Aires. Una y otra vez, a lo largo de los meses, ha clamado a los cielos por la injusticia de que en tanta calle como hay en la ciudad fueran tan pocos los artistas que merecieran la gratitud ciudadana pero piensa que, en realidad, tal situación no es sino reflejo de una sociedad que aún no ha comprendido el sentido y la función del arte —tanto como de la cultura y la educación— en su propio desarrollo, pervivencia y proyección hacia el futuro. En once meses el cronista sólo halló en sus recorridos trece pintores y dos escultores, contando a los que hoy convoca y a un caso que ha quedado fuera de la crónica e ilustra el grado de improvisación y anarquía de la nomenclatura urbana: la calle “De la Cárcova” —a la vera del Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”— que no evoca a Ernesto, el maestro de Sin pan y sin trabajo, sino a su hijo Carlos, escultor y arquitecto de grandes méritos pero que no iguala el papel rector del padre en el arte argentino.
Pero en fin, el cronista debe pasar a los personajes del mes y encuentra que felizmente esta vez coincide el orden cronológico que se autoimpuso con el azar edilicio contra el que ya ha descargado su infaltable diatriba: Miguel Carlos Victorica y Benito Quinquela Martín pertenecen a la última generación artística representada en nuestras calles. Dos vidas en gran medida paralelas —el primero nacido en 1894, Quinquela en 1890— y protagonistas estelares del movimiento artístico de La Boca, disímiles, sin embargo, y como no podía ser de otra forma, en su historia personal y en su arte. Por un lado, Victorica, que tras recibir las primeras lecciones con el pintor romano Ottorino Pugnaloni ingresa a la inefable Sociedad Estímulo de Bellas Artes, donde estudió cinco años con figuras de la talla de Angel Della Valle, Eduardo Sívori, Ernesto Giúdici y el propio Ernesto de la Cárcova. En 1911 se dirige a París, donde trabaja con Desiré Lucas y luego, becado a iniciativa de De la Cárcova, realiza diversos viajes a España e Italia, frecuentando museos y centros artísticos hasta 1917, cuando al regresar a la Argentina instala su estudio en La Boca, en un edificio del que ya hablaremos.
El otro, el huérfano de la Casa de Expósitos, recogido a los seis años por un ex marinero genovés, convertido en carbonero y estibador, y una criolla entrerriana que lo eligió por ser el más flaquito y menudo. (Y seguramente, agregamos, por parecer el más desamparado y, pese a la benemérita acción de dicha Casa, el de más cara de hambre.) Quiere la tradición que, ya adulto, Quinquela conoció su origen y a uno de sus medio hermanos de aristocrática familia con el que tuvo trato permanente; sin embargo, siempre reivindicó a sus padres adoptivos y en especial a su madre, que lo estimuló y amparó; una frase de Quinquela nos permite entrever los difíciles primeros años del huérfano: “ella me defendía”. Lo cierto es que el carbonerito fue borroneando sus primeros cartones entre reparto y reparto en ese barrio proletario pleno de actividad portuaria, gremial, política y artística hasta que un día se acercó a la Sociedad Unión de La Boca donde enseñaba dibujo y pintura Alfredo Lázzari, a quien reconocería como su único maestro, cuyas clases también frecuentaban Camilo Mandelli, Arturo Maresca y Fortunato Lacámera. Allí trabaría amistad de por vida con otro muchacho del barrio, lustrabotas, mandadero, estibador, metalúrgico y algunas cosas más que estudiaba en el Conservatorio Pezzini-Sttiatessi: Juan de Dios Filiberto.
Como se dijo, a su regreso al país Victorica se instaló en el barrio, en un edificio construido por la familia Cichero allá por 1868 en la esquina de Pedro de Mendoza y Australia (hoy Quinquela Martín hasta Pinedo), que se constituyó en el centro artístico de La Boca y del que hoy sólo se conserva parte de los muros. Allí nació la primera agrupación artística local, El Bermellón, y tendrían estudio el propio Quinquela, Juan del Prete, Centurión, Adolfo Montero, Lacámera y Guillermo Facio Hébecquer, el grabador de origen uruguayo que luego integrará el grupo de Los Artistas del Pueblo y, lo más importante para esta historia, contactará a Quinquela con Pío Collivadino, encuentro del que ya se ha hablado hace un par de números. A partir de allí, las principales galerías y la propia Europa se abrirían para el carbonerito que llegó a hacer una fortuna con sus cuadros pero la devolvió toda al barrio, comprando lote tras lote y financiando la construcción de la Escuela-Museo, la Escuela de Artes Gráficas, el Lactario, el Teatro de la Ribera, etc.
Y la pintura de ambos... Victorica, si bien recibió influencia de los impresionistas y de “intimistas” como Bonnard, fue un ecléctico tanto en la temática como en la técnica con un estilo lírico y muy personal; en realidad, uno de los pocos artistas que pudo plasmar un lenguaje plástico propio e inconfundible. Quinquela, por su parte, es el pintor del trabajo, de dos o tres temas recurrentes del ámbito boquense: barcos, astilleros, estibadores, todo expresado con una paleta expresionista y enormes cantidades de óleo trabajado con espátula. Tan sólo en su serie de aguafuertes, poco conocidos, aborda una temática colateral seguramente bajo la influencia de Facio Hébecquer, que le habría enseñado la técnica: interiores de bodegones, de cabarets, de bares de marineros, de ese otro mundo nocturno que también pertenecía al barrio.
Victorica ganó todos los premios posibles y dejó una profunda huella hasta su muerte en 1951. Reseñar la vida y obra de Quinquela excedería el marco de esta columna, de este periódico y de todos los números de un año, pero baste decir que a su muerte, en 1977, había conquistado todos los halagos y que, en gran medida, había transformado, “inventado” a La Boca como mito, no sólo a través de sus fundaciones benéficas sino al darle esa policromía que la distinguió y quizá se esté perdiendo: las pinturas de Quinquela no fueron una representación de La Boca; La Boca terminó siendo una representación de los cuadros de Quinquela.
Ambos, con toda justicia, son recordados en el barrio. Miguel Carlos Victorica por una cortada en el barrio Catalinas Sur, que corre desde Gaboto hasta Necochea entre Zonza Briano y Manuel Gálvez. La vieja calle Australia —que también tiene una larga prosapia artística que algún día será reseñada— fue renombrada en 1989 como Benito Quinquela Martín, como se ha dicho, en el tramo que corre desde Pedro de Mendoza hasta Pinedo. Y ambos son homenajeados en el Museo de Bellas Artes de La Boca creado por Quinquela y que llevó luego su nombre, donde una sala se llama Victorica, otra Alfredo Lázzari, otra Eduardo Sívori y otra Américo Bonetti, el escultor y tallista de los mascarones de proa que se conservan tanto como las obras de esos artistas, entre otros muchos, y tanto como la vivienda y taller que Quinquela ocupó más de treinta años.
Y ahora sólo le queda a este cronista agradecer la infinita paciencia a los lectores y convocarlos para el año que viene, para retomar nuestros callejeos por esta Buenos Aires tan grande y, a la vez, tan íntima. Esta Buenos Aires en la que siempre habrá una baldosa que nunca hemos pisado y una baldosa que ya nunca volveremos a pisar.
Diego Ruiz
mandinga@arnet.com.ar
“Querido Raúl”
Algunos, pocos, tuvimos la suerte de asistir en la noche del 14 de noviembre a la representación de la obra Querido Raúl, un homenaje al poeta Raúl González Tuñón realizado por el Grupo de Teatro Nueva Vida, formado por internos de la Unidad Penal Nº 25 del Complejo Lisandro Olmos. La representación tuvo lugar en el Bar Tuñón de la calle Maipú, Ciudad de Buenos Aires.
Habría que ser poeta, y no lo soy, para dar cuenta de lo que ahí sucedió. El espectáculo fue concebido en torno a una entrevista que Juan Tata Cedrón le hizo a Raúl González Tuñón a fines de los sesenta y a algunas de sus canciones (musicalización de poemas de Tuñón interpretadas por el Cuarteto Cedrón). Lo que se escuchó fue la palabra del poeta, sus versos, y las canciones que nacieron de esos versos.
Esto fue posible por el esfuerzo conjunto de los internos, del Sr. Ricardo Bizarra –educador– y de las autoridades del recinto penal, según decía la breve información que recibí por correo electrónico.
Hace algunos años, el dramaturgo Václav Havel, quien fuera luego presidente de la República Checa, se refirió al teatro como a uno de los pocos escenarios en los que un hombre se dirige a otro hombre. No recuerdo exactamente sus palabras, pero creo que lo que ocurrió esa noche, en un sótano de la ciudad de Buenos Aires, en el Bar Tuñón, tiene que ver con su pensamiento. Un hombre, no sólo un actor. Un hombre, no sólo un interno.
Teniendo muy presente las palabras que pronunció una de las autoridades del penal al finalizar la obra, pregunto junto a él: ¿qué será de nosotros, los externos, si no salimos a las calles con bombos y platillos para clamar que no todo está perdido en la Argentina de la pobreza, de la injusticia, de la violencia, mientras haya en su territorio, y en los más inesperados lugares, hombres capaces de mirarse cara a cara, directamente a los ojos, olvidando por un segundo el currículo o el prontuario (según), con voluntad de trabajar juntos para que, simplemente, revivan los versos de un poeta muerto?
En la noche del 14 de noviembre del año 2007, un coro de muchachos cantaba La cerveza del pescador Schiltigheim. O sea cantaban “Para que un día nos queden unos cuantos recuerdos: decir, estuve, estuve en tal pasión, en tal recodo. Estuve…”
Es un hecho que tanto los actores como los organizadores eran hombres. Y yo, que soy una mujer, quiero decirles a todos ellos: gracias por la ilusión que sus esfuerzos devuelven a quienes, siendo externos, a veces, creemos haberla perdido.
Antonia García Castro
La vida es un sainete
En la influencia del llamado género chico español con la impronta del zarzuelismo, podemos encontrar la esencia de uno de los estilos teatrales más populares de nuestra escena porteña, el sainete.
Para entender la época bien vale la cita de Luis Ordaz, uno de nuestros más importantes historiadores del teatro argentino: Nuestro teatro comenzó con la Nación; los Podestá lo afianzaron... Florencio Sánchez, Gregorio de Laferrere y Roberto J. Payró son los autores más importantes de la década de oro de la escena nacional. Sánchez, el primer dramaturgo; Laferrere, quien se adelanta a Pirandello; Payró, el del teatro cargado de ideología.
Entre influencias externas y evoluciones internas, como la del gaucho al compadrito, llegamos a la época del sainete criollo que nace con el siglo XX, recibe la influencia española y el abanico cultural —con sus costumbres e idiosincrasias— que llegan de la mano del proceso inmigratorio. La escena característica es la del patio del conventillo. En este género, que mezcla el ridículo con la picardía, podemos reconocer un mestizaje cultural entre criollos e inmigrantes. Así nace la figura del compadrito, personaje pendenciero, sin oficio, vividor de mujeres desprevenidas que confronta con españoles, italianos, polacos, judíos y tantos otros descendidos de los barcos. El lenguaje es lunfardesco. De esta mezcla nace otro personaje que merece mención aparte: el cocoliche.
Francisco Cocoliche (así su verdadero nombre) era un inmigrante italiano, peón del circo de los Podestá, que trataba de hablar como un compadrito. José Podestá lo observó y comenzó a imitar su particular forma de expresión, amalgama de dos tierras. Así nació el “idioma” cocoliche que el gran actor puso en boca de su inolvidable Pepino el 88.
Muchas plumas abrevaron en el género: Florencio Sánchez, Carlos Mauricio Pacheco, José González Castillo, Alberto Novión y el propio Armando Discépolo, quien luego evolucionaría hacia el grotesco pirandelliano. El sainete se afianzó en nuestro medio en un juego dialéctico entre sus formas tradicionales y la circundante realidad. Con todo, el género, cargado de realismo costumbrista y romanticismo de suburbio, tuvo en Alberto Vacarezza a su mejor exponente. Podemos recordar, entre tantas obras, Tu cuna fue un conventillo, Juancito de la Rivera y El Conventillo de La Paloma.
La inspiración de su barrio, Villa Crespo, lo llevó a registrar en sus retinas la vida cotidiana que se desarrolló en un inquilinato real, el de Serrano 156. Aun hoy existe aquel viejo conventillo, regenteado por La Paloma, que inspiró al maestro. El pasado 21 de septiembre la Legislatura porteña descubrió una placa en su frente que recuerda a don Alberto Vacarezza (1886-1959) y a esa casa, musa inspiradora de uno de los más consagrados sainetes. Desde el año pasado, el inmueble fue declarado patrimonio de la ciudad y en su centenario pasillo vuelan los fantasmas de aquellos pintorescos personajes que Vacarezza caracterizó en otra de sus obras.
En La comparsa se despide, escrita en 1932, el autor pone en boca de uno de sus personajes, Serpentina, una aproximación al espíritu y estructura del sainete.
En el cuadro segundo de la pieza un inglés de visita le pregunta a Serpentina:
¿Y qué es eso de la sainete pourteño?
(Serpentina) ¡Poca cosa!... Un patio de conventillo, un italiano encargao, un yoyega retobao, una percanta, un vivillo, dos malevos de cuchillo, un chamuyo, una pasión. Choque, celos, discusión, desafío, puñalada, aspamento, disparada, auxilio, cana, telón.
(Inglés) ¿Y toudo eso es la sainete?
(Serpentina) No se apure don mister, que voy a mandarle el resto; pues debajo de todo esto, tan sencillo al parecer, debe el sainete tener, rellenando su armazón, la humanidad, la emoción, la alegría, los donaires y el color de Buenos Aires metido en el corazón.
Leonardo Busquet
Villa Crespo encrespado
...Y con sobrada razón, pues llevado de la mano del angurriento y codicioso Creso, siempre intentando rapiñar un denario más —como quizá le habría señalado Tesler a su amigo Adán Buenosayres—, el dueño de una inmobiliaria alistaba a sus huestes, armadas de calculadoras, para una invasión barrial, en una especie de blitzkrieg en propiedad horizontal. Palermo invadiría parte de Villa Crespo, al que previamente habría dado el nombre de Palermo Queens, para clavar allí los carteles de Se vende. Y como no podía ser de otra manera, la reacción no se hizo esperar: desde entidades barriales como la Junta de Estudios Históricos de Villa Crespo hasta la Asociación Civil Principios, Identidad, Cultura y Educación, pasando por vecinos que denunciaban la inaudita “palermización” que intentaba este expansionista führer inmobiliario.
Pero existió publicidad previa acerca de este pustch barrial, donde se sostenía: “El crecimiento que tuvo esta zona con la creación de Palermo Hollywood y Soho, se ha expandido hoy a un nuevo sector: Palermo Queens”. En el caso de las dos primeras denominaciones —espurias de todas maneras, inaceptables para porteños identitarios— ellas se dan dentro del barrio al que aluden, pero el Queens se pasa de la raya, lisa y llanamente invade fronteras: Córdoba, Lavalleja, Pringles, Corrientes, Thames, Uriarte, calles villacrespenses.
Pero ahora resulta que para el propietario de una inmobiliaria —al parecer su Tercer Reich privado—, todo es Palermo, más allá del color particular de cualquier barriada, hasta donde los negocios de los inmuebles lo lleven. El ascendiente de este vendedor de propiedades es originario de Asia occidental, al igual que el de aquel otro que en los noventa compartió el desguace del país que llevó adelante el Yo el Supremo de Anillaco, y que nombraba cariñosamente como “Gordo Bolú”. No quiero decir con esto que este operador en bienes raíces pertenezca a la misma escuela donde se “instruyó” toda una generación de colonizados proclives a las “relaciones carnales” con el Imperio, pero su actitud y forma de obrar parecen situarlo no demasiado lejos de esta idea. Pruebas al canto: “Nadie pretende cambiarle el nombre al barrio y respeto la opinión de algunos vecinos, especialmente la de la gente mayor a la que le parece foránea la expresión Palermo Queens. Esto es un tema de marca. Vender siete manzanas alrededor de Gurruchaga y Aguirre, llamándolas con un nombre apéndice de Palermo, es comercialmente más atractivo que designarlas como Villa Crespo...”, y más adelante: “Hay manzanas de barrios de zona sur a las que también sería ingenioso cambiarles el nombre para comercializarlas”. Y podríamos seguir citando más despropósitos, pero con estas pocas palabras —textuales— de una nota donde el mencionado empresario responde a un cronista del diario “Clarín” (23-8-2007), nos sobra para delinear cierto aspecto de su perfil.
Este señor dado a rebautizar extensas parcelas de la ciudad dice respetar a los vecinos —“especialmente a la gente mayor”—, pero a poco que se indague en el texto se ve claramente que no existe tal respeto, ni por el vecindario ni por el lugar.
Primero: desconoce totalmente el sentido de identidad, no sólo barrial, sino de pertenencia a Buenos Aires —lo que es ir mucho más lejos—, por ignorancia del ser porteño, o por no importarle en absoluto estos valores. Al desconocer la personalidad intrínseca de un fragmento de la ciudad que se identifica con nombre propio desde hace más de un siglo, ningunea desde el vamos el sentimiento de los habitantes de ese foco ciudadano, en este caso Villa Crespo; lo mismo cabría para cualquiera de los otros 47 barrios. Al intentar traspasar fronteras haciendo tabla rasa de dónde terminan unas y comienzan otras, pone de manifiesto que estos mojones lo tienen sin cuidado cuando se trata de transacciones inmobiliarias —al igual que las multinacionales, para las que no existen países sino negocios—, incluso mintiendo (“llamándolas con nombre apéndice de Palermo”, dice) y confundiendo (“...es comercialmente más atractivo que designarlas como Villa Crespo”, son sus palabras). ¡Menos mal que comienza diciendo que “nadie pretende cambiarle el nombre al barrio”! Bueno estaría, ya que si en sus manos cupiese tal posibilidad, no dudo que, visto y considerando su mentalidad yanquizada, precedería a Buenos Aires con la palabra New.
Segundo. ¿Dónde está el respeto con el que se escuda y que dice guardar? Anota por allí: “...algunos vecinos [...] que le parece foránea la expresión Palermo Queens”. Y esto ya es para la guía Guinness de sandeces. ¿Qué cosa es la locución Palermo Queens sino una palabra castellana bastardeada con un apelativo foráneo? Pero no, en nuestra lengua sonaría demasiado a Tercer Mundo, a patio trasero. El castellano “no vende”, no es apropiado para una cartera de clientes sedientos de down town o villages, que fantasearán con vivir en Manhattan o sus inmediaciones, porque a un señor de negocios —devenido patrón de la vereda— que sobre identidad barrial demuestra una ignorancia atroz, se le ocurrió connotar con una palabra inglesa al nombre propio de un barrio de porteña estirpe, como ya ocurrió con Palermo Hollywood y Soho hace tiempo. Para cerrar este punto, señalemos el menoscabo que hace de la prosapia porteña del barrio, muy suelto de cuerpo, cuando afirma con ínfula pedante y sin sustento alguno que lo respalde -salto mortal al vacío sin la mínima red de cordura dentro de su propia insensatez- que es “más atractivo que designarlas como Villa Crespo”. ¿Es éste el respeto que dice tener hacia esta barriada? Lisa y llanamente es un insulto sin más vueltas, un agravio que golpea por fuerza propia con todo su peso en las palabras “más atractivo” con las cuales remata el “que designarlas como Villa Crespo”. Ergo, el barrio de Villa Crespo no resulta atractivo para nada ni para nadie, al menos que se le cambie el nombre de su fundador, o se le adicione otro más “atractivo” (léase, sinónimo de vendedor) ...pero en inglés.
No soy yo quien debe salir en defensa de los fueros villacrespenses —sería una intromisión hacerlo—, para eso sus vecinos se bastan; sólo he anotado lo antedicho por porteña devoción, y porque tengo para mí que todo yanquizado, aunque travestido de ciudadano común, es siempre un enemigo de la identidad, sea esta nacional, regional o ciudadana. Y con esto no transijo.
Quisiera referirme ahora en lo que al sur respecta cuando hace referencia en su parrafada: “Hay manzanas de barrios de zona sur a las que también sería ingenioso cambiarles el nombre para comercializarlas”, pero tengo a mi lado a Juan Vedera —veterano boedense— que insiste en contestarle. Y como sé de compartir, le dejo la birome para este final.
Señor Inmobil: desde que el sur es sur, sus barrios nacieron bordeando la ciudad como una frontera entre los últimos faroles y los primeros yuyos de una pampa que comenzaba aquí.
Tanos y gallegos inmigrantes —laburantes anarquistas en su mayoría, que tenían en su sesera ideales y en sus puños las armas para defenderlos—, y algún que otro moishe (porque la gran mayoría estaba todavía en los conventillos del bajo y la primera avanzada se daba hacia Balvanera hasta llegar poco después a Villa Crespo, barrio de proletarios, cantores, tauras y poetas), levantaron sus humildes casitas y sus grandes sueños, que usted parece tener a menos, porque ¡cómo ha de saber de lo nuestro quien no tiene ojos más que para lo de afuera! Y cuando digo afuera no me refiero a las tierras de allende el charco de donde vinieron nuestros mayores —los suyos también, porque su apellido de criollo no tiene ni el viento en el ala del chambergo—, sino a las de arriba, donde viven los yonis, siempre a expensas de otros (¿o esto tampoco lo sabe, o no le interesa?) a quienes usted me parece que mucho admira, por eso de querer imponer tanto nombre gringo, según lo que llevo leído en este asunto de bronca barrial, que su razón tiene, pues nadie quiere que un cualunque de otro barrio (y dispense por lo que le toca) venga a querer pisarle el poncho. Este es el punto, porque no es caso de meterse en gallinero ajeno a patear pollitos. ¡Ojo al piojo, compadre, porque entonces la cosa estará que arde!
Mientras la taba estaba en el aire y caía hacia Palermo o Villa Crespo, me conformaba con mirar, aunque refunfuñando, claro. Luego después se adentró en el sur con su perorata y ya no me gustó. Perdone si lo siente como ofensa, pero entiendo que donde hay verdad aquella no existe, según he aprendido, y lo que paso a narrarle su razón tiene.
Estos barrios sureños tienen su nombre desde cuando dejaron de ser parroquias; algunos de ellos lo tomaron de éstas, como Balvanera o San Cristóbal, por ejemplo; otros luego se llamaron Almagro, Pompeya, Villa Soldati, Boedo; hacia el este ya estaban nacidos los de San Telmo y Monserrat. Todos conocieron el techo de paja y llegaron a ser lo que son sin necesidad de agregarles calificativos madinusa, y menos por razones comerciales, que veo que es lo que sugiere ahora. ¿Comerciales? ¡Tenga a mano, tallador!, aquí somos porteños, por si le quedan dudas, no comerciales. ¿O usted cree que hace falta de su “ingenio” —bastante de cuarta, créame, por eso de andar copiando— para vender propiedades en el sur? Tengo visto que inmobiliarias no faltan por estos barrios y que ninguna de ellas necesitó rebautizar su lugar de pertenencia: el que vende en Constitución vende en Constitución, quien lo hace en Parque Patricios anuncia Parque Patricios, que a veces le agrega el “de los”, pero esto no por cursilería, sino porque no está muy claro si es de los Patricios o Patricios a secas. Así que, como ve, cada uno merca sin disfrazar su lugar. A nadie se le ocurrió ni se le ocurriría jamás llamar en una lengua que no nos pertenece, a Barracas, Barracas brave, aludiendo a su pasado de guapos; ni nombrar a la Boca como bohemien, porque todo el barrio es un inmenso taller de artistas; ni bautizar como Patricios hurricane a los alrededores del parque, que es feudo quemero (le informo: el Club Atlético Huracán); ni tampoco señalar a las adyacencias de la plaza Martín Fierro como San Cristóbal strike, por las reivindicativas luchas obreras que allí se dieron durante la Semana Trágica. Todo esto sucedió, o es así, pero en castellano, y está en la memoria colectiva de cada barrio, forma parte de su historia y no tiene valor comercial. Es más, hasta me atrevería a decir que está impresa en los genes de su gente. Lo que nuestros inmobiliarios venden son bienes inmuebles, ubicados en barrios cuyos nombres no admiten aditamento alguno. Por eso cuando usted escribe: “Hay manzanas de barrios de zona sur a las que también sería ingenioso cambiarles el nombre para comercializarlas”, comete un grave error. Lo que llama ingenioso (la palabra inglesa que adjunta al nombre propio del barrio) nosotros lo traducimos como servidumbre imperial; y lo que considera [para mejor] comercializarlas, es sin más ni más, una falacia a todas luces, que se desprende del sentido final de la misma frase.
Si alguna vez se le ocurriese visitar los barrios de estas latitudes e interesarse un poco por la cultura popular que no tiene precio (porque no todo es “comerciable”,¿o para usted, sí?), en cada uno verá cómo se manifiesta y se irradia hacia otros barrios capitalinos. En este caso estaremos prestos a hacerle de cicerone, con el convencimiento de que al regresar a su Palermo Soho algo nuevo se llevará aprendido de estos cielos del sur de barrios sin aditamento; pero si viene con su attaché atiborrado de esas ideas con tufillo foráneo y a cuánto en dólares el metro cuadrado si lo vendemos como Neighborhood typical, entonces no puedo garantizarle que regrese invicto a Palermo Hollywood, porque tal vez podría llevarse alguna que otra kick in the ass. Atte.: Juan Vedera.
Rubén Derlis
rubder@fibertel.com.ar
¿Se cae el Mirador?
Una de las pocas reliquias barriales del siglo XIX corre serio peligro de derrumbe. La Asociación Cuidemos al Mirador Comastri*, casi como un último recurso, envió la carta —cuyos párrafos esenciales transcribimos— al jefe de Gobierno, solicitando su urgente intervención.
Sr. Jefe de Gobierno, Jorge Telerman, S/D. Un nuevo fracaso envuelve la gestión de puesta en valor del Mirador Comastri.
En esta oportunidad, además de haberse agotado hace mucho tiempo todas las instancias de diálogo entre los vecinos y los Ministerios de Educación y de Cultura, se suma el fracaso del área Jefatura de Gobierno llevada adelante a través de la Dra. Mariana Torres y equipo de asesores.
[...] Lamentamos que ahora desde el área que depende exclusivamente de usted, se reiteren los mismos incumplimientos que en las gestiones llevadas adelante por casi un año entre vecinos y ambos Ministerios.
[...] Solicitamos su urgente intervención para que la falta de gestión en el ámbito del Ministerio de Educación, quien es hoy el actual responsable del edificio, se revierta y evitemos que se profundicen aún más las consecuencias que está provocando este nuevo fracaso de la gestión. EL MIRADOR SE ESTA CAYENDO.
Por último adjuntamos en el cuerpo de este mensaje copia del correo enviado hace dos semanas al Ministerio de Educación y aún sin respuesta donde solicitamos la urgente intervención de esa repartición a fin de que restablezca las condiciones de seguridad y protección al edificio histórico pues ha desaparecido un sector importante de rejas históricas sobre la calle Bonpland junto con la demolición de algunos pilares de mampostería de la época que conformaban el cerco perimetral. Acerca de esto último además le solicitamos instruya a las áreas que correspondan el urgente refuerzo referente a la seguridad, vigilancia y custodia del edificio hasta que se normalicen las condiciones de protección del mismo.
Atentamente. CAM “Cuidemos al Mirador Comastri”
Hay que parar un rato
La Ciudad de Buenos Aires se desarrolló a golpes de rematadores, quienes fueron sus “urbanistas”
La metrópolis de Buenos Aires es una de las mayores del mundo por su extensión y población, que ha ido acumulando población inmigrante, y se ha convertido en una megalópolis. Sin intentar dirigir este proceso de inmigración del campo, o ciudades muy pequeñas, a la metrópolis, hacia localizaciones dentro del suculento y envidiado territorio nacional. Este proceso es perverso, de graves consecuencias para la misma ciudad y el país.
Hoy se da el hecho de que en una milésima parte de la superficie de la Argentina, se acumula más de un tercio del total de su población —trece millones de habitantes en 2.500 km2— con una densidad promedio de 3.600 hab./km2 —y con puntos colapsados de 180.000 hab./km2, en barrios de la Ciudad Autónoma— contra un promedio de 13 hab./km2 en todo el país.
Nuestra Metrópolis de Buenos Aires —Ciudad+Gran Bs. As.— se fue desarrollando a golpes de rematadores de tierras, quienes fueron sus “urbanistas”. Su administración depende de diferentes gobiernos: nacional, provincial, municipal y de la Ciudad Autónoma; esta última aparece como una pequeña provincia de 200 Km2, delimitada por la avenida General Paz y el Riachuelo, dentro de los 2.500 km2 que ocupa el tejido urbano de la ciudad metropolitana.
Existe una manifiesta ausencia a nivel nacional de planificación del territorio y de cada una de las regiones, provincias y ciudades que son la razón fundamental del desequilibrio social y económico que tiene el país y por tanto actúa como el enemigo que hay que combatir para destrabar el desarrollo integral del país.
La nueva Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, que la define como Ciudad Autónoma, es un avance en relación a la dependencia que tenía con el gobierno nacional manifestada en la determinación del Poder Ejecutivo Nacional de nombrar al intendente de la ciudad. Y deja ambigüedades importantes que repercuten en el caos actual de la ciudad. Una de ellas es la de no definir claramente la administración de la ciudad, ya que la figura del ejecutivo actual, con su jefe de gobierno, da la noción de provincia y ciudad en la misma función. Por tanto confundiendo funciones y gestiones, ralentizando su labor. Es decir, o se es el gobierno de la provincia o se es el gobierno de la ciudad, pero ambas a la vez, de manera sui géneris, comete el error de no ser ni chicha ni limonada, y esas consecuencias se sienten. Quizás habría que reflexionar en este punto, es decir dotar a la Ciudad de su administración, como lo tienen todas las ciudades capitales de provincia, en la cual está la administración provincial por un lado y la administración de la ciudad por el otro.
La nueva Constitución de la ciudad de 1996 plasma expresamente que esta debe tener un plan urbano y ambiental. Consideración importantísima para poder gestionarla en general, pero que en el caso de Buenos Aires cobra mayor importancia por la ausencia histórica de planificación. Lamentablemente se lo ha remplazado por un instrumento normativo: “el Código de planeamiento”. Incomprensible, ya que no se entiende cómo puede existir una norma sin la existencia del plan urbano ambiental que le dé origen. Es esta la razón por la cual el Código, interpretado por el funcionario correspondiente, se convierte en el comodín del mercado inmobiliario.
No dudo en remarcar que la falta de planificación es lo que hoy los vecinos reclaman, aunque para ellos este concepto les resulte abstracto. Las luchas parciales contra las densidades horizontales —las torres—, no sólo expresa el desacuerdo a construir edificaciones para el negocio de los inversores privados, cercenando el derecho a la iluminación y la visión, sino que plantea lo innecesario de ellas, porque sabe que no resuelven el déficit de vivienda que tienen millones de argentinos y miles de bonaerenses, que viven en asentamientos precarios o en la calle, y que tampoco son para la clase media con poca o nula capacidad de ahorro. Porque también percibe que el suelo para edificaciones hay que crearlo en otros territorios, para equilibrar esta anomalía que señalábamos al comienzo de este artículo. Y porque es de sentido común pensar que a la contaminación, al caos del transporte automotor y ferroviario, y a la desfasada red de servicios del subsuelo no le vendrán nada bien tantas “torres invasoras”.
Cuando los reclamos peticionan espacio verde como la plaza, pasa lo mismo. Lo que se reclama son barrios con lugares para el paseo, el deporte, el ocio, el cine, el teatro en emplazamientos acordes, preferentemente, en lugares más recogidos del barrio. Porque los barrios carecen de centros de esta naturaleza. Lo que tienen, y hoy ha llegado al hastío del vecino, son las calles comerciales, es decir, las enloquecedoras autopistas comerciales, ruidosas y contaminantes. Cuando los vecinos de Boedo luchan por lograr en la vieja y abandonada construcción de Carlos Calvo y Loria una plaza, quizá no saben que están luchando por una centralidad, y tampoco que la ciudad de Buenos Aires cuenta con unas 600 hectáreas de espacios verdes parquizados, y que cada porteño, al menos en los papeles, dispone de casi 2 m2 de estos para su solaz.
Cuando los vecinos de Caballito quieren recuperar la Playa de cargas del ferrocarril, para espacio verde y conservar la casa construida a principios del siglo XX, pasa lo mismo. No piensan en la planificación en abstracto y quizás sin conocer que la especulación salvaje en el loteo del Gran Buenos Aires dio por resultado la práctica inexistencia de plazas en su territorio, salvo las centrales en las localidades más antiguas. Tal es así, que el conurbano, con más de 9 millones de habitantes, sólo dispone de unas 800 hectáreas de espacios verdes parquizados, correspondiéndole a cada uno de aquellos la irrisoria cantidad de 0,90 m2.
Y que esto es aún más grave de lo que parece, pues en esta cifra están incluidos los grandes parques de la zona sur como son el Pereyra Iraola y los bosques de Ezeiza, ambos en proceso de extinción. Sin ellos, cada partido promedia los 0,50 m2 de espacio verde por habitante.
Y que las consecuencias observables en forma inmediata de estos datos son, por un lado, el sobreuso y la degradación permanente de las áreas verdes existentes, y por otro, que un porcentaje importante de población no tenga acceso, por obvias razones de distancia y costos, al uso de espacios verdes públicos de recreación.
Y que esto sucede en nuestras ciudades, mientras internacionalmente se toma como mínimo adecuado a los grandes centros urbanos, entre 10 y 12 m2/habitante.
Y así también con los vecinos de La Isla de La Paternal/Agronomía, cuando plantan bandera de guerra para defender la plaza que tienen y que se la quieren sacar para construir muchas torres. Hay algunos reclamos que avanzan un poquito más de la petición de espacio verde, y defensa de las agresivas torres, colocando elementos de ordenación vial, y embellecimientos morfológicos y paisajísticos del sitio, como es el caso de los vecinos de Villa Crespo y Paternal o tantas otras experiencias que multiplicarían, quizás por mil, este simple muestreo.
Estos son agudos mensajes a los responsables políticos para hacer un lógico “stop”, consensuar una ley de Emergencia Urbano-Ambiental para atemperar urgencias contaminantes, Riachuelo, transporte de mercancías, transporte de pasajeros, vivienda social, etc., etc. Dejar definitivamente de lado el desarrollo de la ciudad “a golpe de rematadores de tierra” y realizar seriamente —no a las apuradas como ese documento que está en la Legislatura— el Plan Urbano-Ambiental con participación real de la ciudadanía, que como hemos dicho, es la madre del borrego, y además porque nos obliga la Constitución del 94.
Y en el mientras tanto… Creo que estas vivencias que la ciudadanía está realizando, y que muchos profesionales están planteando, dan coordenadas suficientes, mensajes, a la bella Buenos Aires en peligro, para mejorar los barrios, más pronto que tarde, con centralidades y mayor calidad de vida.
F. Pompeyo Ramos-Marrau
Ramos-Marrau es arquitecto-urbanista graduado en la Fac. de Arquitectura y Urbanismo de la Ciudad de Aachen, Rep. Fed. Alemana. Master en Gestión Urbanista, en la Universidad Carlos III, de Getafe en la Comunidad de Madrid, entre otros títulos habilitantes. Actualmente trabaja como planificador urbano, en la Subsecretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda.
Callejeando historia
Victorica, Quinquela Martín y el arte en La Boca
Se acaba el año y al cronista callejero se le acabaron los pintores y escultores recordados en las calles de Buenos Aires. Una y otra vez, a lo largo de los meses, ha clamado a los cielos por la injusticia de que en tanta calle como hay en la ciudad fueran tan pocos los artistas que merecieran la gratitud ciudadana pero piensa que, en realidad, tal situación no es sino reflejo de una sociedad que aún no ha comprendido el sentido y la función del arte —tanto como de la cultura y la educación— en su propio desarrollo, pervivencia y proyección hacia el futuro. En once meses el cronista sólo halló en sus recorridos trece pintores y dos escultores, contando a los que hoy convoca y a un caso que ha quedado fuera de la crónica e ilustra el grado de improvisación y anarquía de la nomenclatura urbana: la calle “De la Cárcova” —a la vera del Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”— que no evoca a Ernesto, el maestro de Sin pan y sin trabajo, sino a su hijo Carlos, escultor y arquitecto de grandes méritos pero que no iguala el papel rector del padre en el arte argentino.
Pero en fin, el cronista debe pasar a los personajes del mes y encuentra que felizmente esta vez coincide el orden cronológico que se autoimpuso con el azar edilicio contra el que ya ha descargado su infaltable diatriba: Miguel Carlos Victorica y Benito Quinquela Martín pertenecen a la última generación artística representada en nuestras calles. Dos vidas en gran medida paralelas —el primero nacido en 1894, Quinquela en 1890— y protagonistas estelares del movimiento artístico de La Boca, disímiles, sin embargo, y como no podía ser de otra forma, en su historia personal y en su arte. Por un lado, Victorica, que tras recibir las primeras lecciones con el pintor romano Ottorino Pugnaloni ingresa a la inefable Sociedad Estímulo de Bellas Artes, donde estudió cinco años con figuras de la talla de Angel Della Valle, Eduardo Sívori, Ernesto Giúdici y el propio Ernesto de la Cárcova. En 1911 se dirige a París, donde trabaja con Desiré Lucas y luego, becado a iniciativa de De la Cárcova, realiza diversos viajes a España e Italia, frecuentando museos y centros artísticos hasta 1917, cuando al regresar a la Argentina instala su estudio en La Boca, en un edificio del que ya hablaremos.
El otro, el huérfano de la Casa de Expósitos, recogido a los seis años por un ex marinero genovés, convertido en carbonero y estibador, y una criolla entrerriana que lo eligió por ser el más flaquito y menudo. (Y seguramente, agregamos, por parecer el más desamparado y, pese a la benemérita acción de dicha Casa, el de más cara de hambre.) Quiere la tradición que, ya adulto, Quinquela conoció su origen y a uno de sus medio hermanos de aristocrática familia con el que tuvo trato permanente; sin embargo, siempre reivindicó a sus padres adoptivos y en especial a su madre, que lo estimuló y amparó; una frase de Quinquela nos permite entrever los difíciles primeros años del huérfano: “ella me defendía”. Lo cierto es que el carbonerito fue borroneando sus primeros cartones entre reparto y reparto en ese barrio proletario pleno de actividad portuaria, gremial, política y artística hasta que un día se acercó a la Sociedad Unión de La Boca donde enseñaba dibujo y pintura Alfredo Lázzari, a quien reconocería como su único maestro, cuyas clases también frecuentaban Camilo Mandelli, Arturo Maresca y Fortunato Lacámera. Allí trabaría amistad de por vida con otro muchacho del barrio, lustrabotas, mandadero, estibador, metalúrgico y algunas cosas más que estudiaba en el Conservatorio Pezzini-Sttiatessi: Juan de Dios Filiberto.
Como se dijo, a su regreso al país Victorica se instaló en el barrio, en un edificio construido por la familia Cichero allá por 1868 en la esquina de Pedro de Mendoza y Australia (hoy Quinquela Martín hasta Pinedo), que se constituyó en el centro artístico de La Boca y del que hoy sólo se conserva parte de los muros. Allí nació la primera agrupación artística local, El Bermellón, y tendrían estudio el propio Quinquela, Juan del Prete, Centurión, Adolfo Montero, Lacámera y Guillermo Facio Hébecquer, el grabador de origen uruguayo que luego integrará el grupo de Los Artistas del Pueblo y, lo más importante para esta historia, contactará a Quinquela con Pío Collivadino, encuentro del que ya se ha hablado hace un par de números. A partir de allí, las principales galerías y la propia Europa se abrirían para el carbonerito que llegó a hacer una fortuna con sus cuadros pero la devolvió toda al barrio, comprando lote tras lote y financiando la construcción de la Escuela-Museo, la Escuela de Artes Gráficas, el Lactario, el Teatro de la Ribera, etc.
Y la pintura de ambos... Victorica, si bien recibió influencia de los impresionistas y de “intimistas” como Bonnard, fue un ecléctico tanto en la temática como en la técnica con un estilo lírico y muy personal; en realidad, uno de los pocos artistas que pudo plasmar un lenguaje plástico propio e inconfundible. Quinquela, por su parte, es el pintor del trabajo, de dos o tres temas recurrentes del ámbito boquense: barcos, astilleros, estibadores, todo expresado con una paleta expresionista y enormes cantidades de óleo trabajado con espátula. Tan sólo en su serie de aguafuertes, poco conocidos, aborda una temática colateral seguramente bajo la influencia de Facio Hébecquer, que le habría enseñado la técnica: interiores de bodegones, de cabarets, de bares de marineros, de ese otro mundo nocturno que también pertenecía al barrio.
Victorica ganó todos los premios posibles y dejó una profunda huella hasta su muerte en 1951. Reseñar la vida y obra de Quinquela excedería el marco de esta columna, de este periódico y de todos los números de un año, pero baste decir que a su muerte, en 1977, había conquistado todos los halagos y que, en gran medida, había transformado, “inventado” a La Boca como mito, no sólo a través de sus fundaciones benéficas sino al darle esa policromía que la distinguió y quizá se esté perdiendo: las pinturas de Quinquela no fueron una representación de La Boca; La Boca terminó siendo una representación de los cuadros de Quinquela.
Ambos, con toda justicia, son recordados en el barrio. Miguel Carlos Victorica por una cortada en el barrio Catalinas Sur, que corre desde Gaboto hasta Necochea entre Zonza Briano y Manuel Gálvez. La vieja calle Australia —que también tiene una larga prosapia artística que algún día será reseñada— fue renombrada en 1989 como Benito Quinquela Martín, como se ha dicho, en el tramo que corre desde Pedro de Mendoza hasta Pinedo. Y ambos son homenajeados en el Museo de Bellas Artes de La Boca creado por Quinquela y que llevó luego su nombre, donde una sala se llama Victorica, otra Alfredo Lázzari, otra Eduardo Sívori y otra Américo Bonetti, el escultor y tallista de los mascarones de proa que se conservan tanto como las obras de esos artistas, entre otros muchos, y tanto como la vivienda y taller que Quinquela ocupó más de treinta años.
Y ahora sólo le queda a este cronista agradecer la infinita paciencia a los lectores y convocarlos para el año que viene, para retomar nuestros callejeos por esta Buenos Aires tan grande y, a la vez, tan íntima. Esta Buenos Aires en la que siempre habrá una baldosa que nunca hemos pisado y una baldosa que ya nunca volveremos a pisar.
Diego Ruiz
mandinga@arnet.com.ar
“Querido Raúl”
Algunos, pocos, tuvimos la suerte de asistir en la noche del 14 de noviembre a la representación de la obra Querido Raúl, un homenaje al poeta Raúl González Tuñón realizado por el Grupo de Teatro Nueva Vida, formado por internos de la Unidad Penal Nº 25 del Complejo Lisandro Olmos. La representación tuvo lugar en el Bar Tuñón de la calle Maipú, Ciudad de Buenos Aires.
Habría que ser poeta, y no lo soy, para dar cuenta de lo que ahí sucedió. El espectáculo fue concebido en torno a una entrevista que Juan Tata Cedrón le hizo a Raúl González Tuñón a fines de los sesenta y a algunas de sus canciones (musicalización de poemas de Tuñón interpretadas por el Cuarteto Cedrón). Lo que se escuchó fue la palabra del poeta, sus versos, y las canciones que nacieron de esos versos.
Esto fue posible por el esfuerzo conjunto de los internos, del Sr. Ricardo Bizarra –educador– y de las autoridades del recinto penal, según decía la breve información que recibí por correo electrónico.
Hace algunos años, el dramaturgo Václav Havel, quien fuera luego presidente de la República Checa, se refirió al teatro como a uno de los pocos escenarios en los que un hombre se dirige a otro hombre. No recuerdo exactamente sus palabras, pero creo que lo que ocurrió esa noche, en un sótano de la ciudad de Buenos Aires, en el Bar Tuñón, tiene que ver con su pensamiento. Un hombre, no sólo un actor. Un hombre, no sólo un interno.
Teniendo muy presente las palabras que pronunció una de las autoridades del penal al finalizar la obra, pregunto junto a él: ¿qué será de nosotros, los externos, si no salimos a las calles con bombos y platillos para clamar que no todo está perdido en la Argentina de la pobreza, de la injusticia, de la violencia, mientras haya en su territorio, y en los más inesperados lugares, hombres capaces de mirarse cara a cara, directamente a los ojos, olvidando por un segundo el currículo o el prontuario (según), con voluntad de trabajar juntos para que, simplemente, revivan los versos de un poeta muerto?
En la noche del 14 de noviembre del año 2007, un coro de muchachos cantaba La cerveza del pescador Schiltigheim. O sea cantaban “Para que un día nos queden unos cuantos recuerdos: decir, estuve, estuve en tal pasión, en tal recodo. Estuve…”
Es un hecho que tanto los actores como los organizadores eran hombres. Y yo, que soy una mujer, quiero decirles a todos ellos: gracias por la ilusión que sus esfuerzos devuelven a quienes, siendo externos, a veces, creemos haberla perdido.
Antonia García Castro
La vida es un sainete
En la influencia del llamado género chico español con la impronta del zarzuelismo, podemos encontrar la esencia de uno de los estilos teatrales más populares de nuestra escena porteña, el sainete.
Para entender la época bien vale la cita de Luis Ordaz, uno de nuestros más importantes historiadores del teatro argentino: Nuestro teatro comenzó con la Nación; los Podestá lo afianzaron... Florencio Sánchez, Gregorio de Laferrere y Roberto J. Payró son los autores más importantes de la década de oro de la escena nacional. Sánchez, el primer dramaturgo; Laferrere, quien se adelanta a Pirandello; Payró, el del teatro cargado de ideología.
Entre influencias externas y evoluciones internas, como la del gaucho al compadrito, llegamos a la época del sainete criollo que nace con el siglo XX, recibe la influencia española y el abanico cultural —con sus costumbres e idiosincrasias— que llegan de la mano del proceso inmigratorio. La escena característica es la del patio del conventillo. En este género, que mezcla el ridículo con la picardía, podemos reconocer un mestizaje cultural entre criollos e inmigrantes. Así nace la figura del compadrito, personaje pendenciero, sin oficio, vividor de mujeres desprevenidas que confronta con españoles, italianos, polacos, judíos y tantos otros descendidos de los barcos. El lenguaje es lunfardesco. De esta mezcla nace otro personaje que merece mención aparte: el cocoliche.
Francisco Cocoliche (así su verdadero nombre) era un inmigrante italiano, peón del circo de los Podestá, que trataba de hablar como un compadrito. José Podestá lo observó y comenzó a imitar su particular forma de expresión, amalgama de dos tierras. Así nació el “idioma” cocoliche que el gran actor puso en boca de su inolvidable Pepino el 88.
Muchas plumas abrevaron en el género: Florencio Sánchez, Carlos Mauricio Pacheco, José González Castillo, Alberto Novión y el propio Armando Discépolo, quien luego evolucionaría hacia el grotesco pirandelliano. El sainete se afianzó en nuestro medio en un juego dialéctico entre sus formas tradicionales y la circundante realidad. Con todo, el género, cargado de realismo costumbrista y romanticismo de suburbio, tuvo en Alberto Vacarezza a su mejor exponente. Podemos recordar, entre tantas obras, Tu cuna fue un conventillo, Juancito de la Rivera y El Conventillo de La Paloma.
La inspiración de su barrio, Villa Crespo, lo llevó a registrar en sus retinas la vida cotidiana que se desarrolló en un inquilinato real, el de Serrano 156. Aun hoy existe aquel viejo conventillo, regenteado por La Paloma, que inspiró al maestro. El pasado 21 de septiembre la Legislatura porteña descubrió una placa en su frente que recuerda a don Alberto Vacarezza (1886-1959) y a esa casa, musa inspiradora de uno de los más consagrados sainetes. Desde el año pasado, el inmueble fue declarado patrimonio de la ciudad y en su centenario pasillo vuelan los fantasmas de aquellos pintorescos personajes que Vacarezza caracterizó en otra de sus obras.
En La comparsa se despide, escrita en 1932, el autor pone en boca de uno de sus personajes, Serpentina, una aproximación al espíritu y estructura del sainete.
En el cuadro segundo de la pieza un inglés de visita le pregunta a Serpentina:
¿Y qué es eso de la sainete pourteño?
(Serpentina) ¡Poca cosa!... Un patio de conventillo, un italiano encargao, un yoyega retobao, una percanta, un vivillo, dos malevos de cuchillo, un chamuyo, una pasión. Choque, celos, discusión, desafío, puñalada, aspamento, disparada, auxilio, cana, telón.
(Inglés) ¿Y toudo eso es la sainete?
(Serpentina) No se apure don mister, que voy a mandarle el resto; pues debajo de todo esto, tan sencillo al parecer, debe el sainete tener, rellenando su armazón, la humanidad, la emoción, la alegría, los donaires y el color de Buenos Aires metido en el corazón.
Leonardo Busquet
Villa Crespo encrespado
...Y con sobrada razón, pues llevado de la mano del angurriento y codicioso Creso, siempre intentando rapiñar un denario más —como quizá le habría señalado Tesler a su amigo Adán Buenosayres—, el dueño de una inmobiliaria alistaba a sus huestes, armadas de calculadoras, para una invasión barrial, en una especie de blitzkrieg en propiedad horizontal. Palermo invadiría parte de Villa Crespo, al que previamente habría dado el nombre de Palermo Queens, para clavar allí los carteles de Se vende. Y como no podía ser de otra manera, la reacción no se hizo esperar: desde entidades barriales como la Junta de Estudios Históricos de Villa Crespo hasta la Asociación Civil Principios, Identidad, Cultura y Educación, pasando por vecinos que denunciaban la inaudita “palermización” que intentaba este expansionista führer inmobiliario.
Pero existió publicidad previa acerca de este pustch barrial, donde se sostenía: “El crecimiento que tuvo esta zona con la creación de Palermo Hollywood y Soho, se ha expandido hoy a un nuevo sector: Palermo Queens”. En el caso de las dos primeras denominaciones —espurias de todas maneras, inaceptables para porteños identitarios— ellas se dan dentro del barrio al que aluden, pero el Queens se pasa de la raya, lisa y llanamente invade fronteras: Córdoba, Lavalleja, Pringles, Corrientes, Thames, Uriarte, calles villacrespenses.
Pero ahora resulta que para el propietario de una inmobiliaria —al parecer su Tercer Reich privado—, todo es Palermo, más allá del color particular de cualquier barriada, hasta donde los negocios de los inmuebles lo lleven. El ascendiente de este vendedor de propiedades es originario de Asia occidental, al igual que el de aquel otro que en los noventa compartió el desguace del país que llevó adelante el Yo el Supremo de Anillaco, y que nombraba cariñosamente como “Gordo Bolú”. No quiero decir con esto que este operador en bienes raíces pertenezca a la misma escuela donde se “instruyó” toda una generación de colonizados proclives a las “relaciones carnales” con el Imperio, pero su actitud y forma de obrar parecen situarlo no demasiado lejos de esta idea. Pruebas al canto: “Nadie pretende cambiarle el nombre al barrio y respeto la opinión de algunos vecinos, especialmente la de la gente mayor a la que le parece foránea la expresión Palermo Queens. Esto es un tema de marca. Vender siete manzanas alrededor de Gurruchaga y Aguirre, llamándolas con un nombre apéndice de Palermo, es comercialmente más atractivo que designarlas como Villa Crespo...”, y más adelante: “Hay manzanas de barrios de zona sur a las que también sería ingenioso cambiarles el nombre para comercializarlas”. Y podríamos seguir citando más despropósitos, pero con estas pocas palabras —textuales— de una nota donde el mencionado empresario responde a un cronista del diario “Clarín” (23-8-2007), nos sobra para delinear cierto aspecto de su perfil.
Este señor dado a rebautizar extensas parcelas de la ciudad dice respetar a los vecinos —“especialmente a la gente mayor”—, pero a poco que se indague en el texto se ve claramente que no existe tal respeto, ni por el vecindario ni por el lugar.
Primero: desconoce totalmente el sentido de identidad, no sólo barrial, sino de pertenencia a Buenos Aires —lo que es ir mucho más lejos—, por ignorancia del ser porteño, o por no importarle en absoluto estos valores. Al desconocer la personalidad intrínseca de un fragmento de la ciudad que se identifica con nombre propio desde hace más de un siglo, ningunea desde el vamos el sentimiento de los habitantes de ese foco ciudadano, en este caso Villa Crespo; lo mismo cabría para cualquiera de los otros 47 barrios. Al intentar traspasar fronteras haciendo tabla rasa de dónde terminan unas y comienzan otras, pone de manifiesto que estos mojones lo tienen sin cuidado cuando se trata de transacciones inmobiliarias —al igual que las multinacionales, para las que no existen países sino negocios—, incluso mintiendo (“llamándolas con nombre apéndice de Palermo”, dice) y confundiendo (“...es comercialmente más atractivo que designarlas como Villa Crespo”, son sus palabras). ¡Menos mal que comienza diciendo que “nadie pretende cambiarle el nombre al barrio”! Bueno estaría, ya que si en sus manos cupiese tal posibilidad, no dudo que, visto y considerando su mentalidad yanquizada, precedería a Buenos Aires con la palabra New.
Segundo. ¿Dónde está el respeto con el que se escuda y que dice guardar? Anota por allí: “...algunos vecinos [...] que le parece foránea la expresión Palermo Queens”. Y esto ya es para la guía Guinness de sandeces. ¿Qué cosa es la locución Palermo Queens sino una palabra castellana bastardeada con un apelativo foráneo? Pero no, en nuestra lengua sonaría demasiado a Tercer Mundo, a patio trasero. El castellano “no vende”, no es apropiado para una cartera de clientes sedientos de down town o villages, que fantasearán con vivir en Manhattan o sus inmediaciones, porque a un señor de negocios —devenido patrón de la vereda— que sobre identidad barrial demuestra una ignorancia atroz, se le ocurrió connotar con una palabra inglesa al nombre propio de un barrio de porteña estirpe, como ya ocurrió con Palermo Hollywood y Soho hace tiempo. Para cerrar este punto, señalemos el menoscabo que hace de la prosapia porteña del barrio, muy suelto de cuerpo, cuando afirma con ínfula pedante y sin sustento alguno que lo respalde -salto mortal al vacío sin la mínima red de cordura dentro de su propia insensatez- que es “más atractivo que designarlas como Villa Crespo”. ¿Es éste el respeto que dice tener hacia esta barriada? Lisa y llanamente es un insulto sin más vueltas, un agravio que golpea por fuerza propia con todo su peso en las palabras “más atractivo” con las cuales remata el “que designarlas como Villa Crespo”. Ergo, el barrio de Villa Crespo no resulta atractivo para nada ni para nadie, al menos que se le cambie el nombre de su fundador, o se le adicione otro más “atractivo” (léase, sinónimo de vendedor) ...pero en inglés.
No soy yo quien debe salir en defensa de los fueros villacrespenses —sería una intromisión hacerlo—, para eso sus vecinos se bastan; sólo he anotado lo antedicho por porteña devoción, y porque tengo para mí que todo yanquizado, aunque travestido de ciudadano común, es siempre un enemigo de la identidad, sea esta nacional, regional o ciudadana. Y con esto no transijo.
Quisiera referirme ahora en lo que al sur respecta cuando hace referencia en su parrafada: “Hay manzanas de barrios de zona sur a las que también sería ingenioso cambiarles el nombre para comercializarlas”, pero tengo a mi lado a Juan Vedera —veterano boedense— que insiste en contestarle. Y como sé de compartir, le dejo la birome para este final.
Señor Inmobil: desde que el sur es sur, sus barrios nacieron bordeando la ciudad como una frontera entre los últimos faroles y los primeros yuyos de una pampa que comenzaba aquí.
Tanos y gallegos inmigrantes —laburantes anarquistas en su mayoría, que tenían en su sesera ideales y en sus puños las armas para defenderlos—, y algún que otro moishe (porque la gran mayoría estaba todavía en los conventillos del bajo y la primera avanzada se daba hacia Balvanera hasta llegar poco después a Villa Crespo, barrio de proletarios, cantores, tauras y poetas), levantaron sus humildes casitas y sus grandes sueños, que usted parece tener a menos, porque ¡cómo ha de saber de lo nuestro quien no tiene ojos más que para lo de afuera! Y cuando digo afuera no me refiero a las tierras de allende el charco de donde vinieron nuestros mayores —los suyos también, porque su apellido de criollo no tiene ni el viento en el ala del chambergo—, sino a las de arriba, donde viven los yonis, siempre a expensas de otros (¿o esto tampoco lo sabe, o no le interesa?) a quienes usted me parece que mucho admira, por eso de querer imponer tanto nombre gringo, según lo que llevo leído en este asunto de bronca barrial, que su razón tiene, pues nadie quiere que un cualunque de otro barrio (y dispense por lo que le toca) venga a querer pisarle el poncho. Este es el punto, porque no es caso de meterse en gallinero ajeno a patear pollitos. ¡Ojo al piojo, compadre, porque entonces la cosa estará que arde!
Mientras la taba estaba en el aire y caía hacia Palermo o Villa Crespo, me conformaba con mirar, aunque refunfuñando, claro. Luego después se adentró en el sur con su perorata y ya no me gustó. Perdone si lo siente como ofensa, pero entiendo que donde hay verdad aquella no existe, según he aprendido, y lo que paso a narrarle su razón tiene.
Estos barrios sureños tienen su nombre desde cuando dejaron de ser parroquias; algunos de ellos lo tomaron de éstas, como Balvanera o San Cristóbal, por ejemplo; otros luego se llamaron Almagro, Pompeya, Villa Soldati, Boedo; hacia el este ya estaban nacidos los de San Telmo y Monserrat. Todos conocieron el techo de paja y llegaron a ser lo que son sin necesidad de agregarles calificativos madinusa, y menos por razones comerciales, que veo que es lo que sugiere ahora. ¿Comerciales? ¡Tenga a mano, tallador!, aquí somos porteños, por si le quedan dudas, no comerciales. ¿O usted cree que hace falta de su “ingenio” —bastante de cuarta, créame, por eso de andar copiando— para vender propiedades en el sur? Tengo visto que inmobiliarias no faltan por estos barrios y que ninguna de ellas necesitó rebautizar su lugar de pertenencia: el que vende en Constitución vende en Constitución, quien lo hace en Parque Patricios anuncia Parque Patricios, que a veces le agrega el “de los”, pero esto no por cursilería, sino porque no está muy claro si es de los Patricios o Patricios a secas. Así que, como ve, cada uno merca sin disfrazar su lugar. A nadie se le ocurrió ni se le ocurriría jamás llamar en una lengua que no nos pertenece, a Barracas, Barracas brave, aludiendo a su pasado de guapos; ni nombrar a la Boca como bohemien, porque todo el barrio es un inmenso taller de artistas; ni bautizar como Patricios hurricane a los alrededores del parque, que es feudo quemero (le informo: el Club Atlético Huracán); ni tampoco señalar a las adyacencias de la plaza Martín Fierro como San Cristóbal strike, por las reivindicativas luchas obreras que allí se dieron durante la Semana Trágica. Todo esto sucedió, o es así, pero en castellano, y está en la memoria colectiva de cada barrio, forma parte de su historia y no tiene valor comercial. Es más, hasta me atrevería a decir que está impresa en los genes de su gente. Lo que nuestros inmobiliarios venden son bienes inmuebles, ubicados en barrios cuyos nombres no admiten aditamento alguno. Por eso cuando usted escribe: “Hay manzanas de barrios de zona sur a las que también sería ingenioso cambiarles el nombre para comercializarlas”, comete un grave error. Lo que llama ingenioso (la palabra inglesa que adjunta al nombre propio del barrio) nosotros lo traducimos como servidumbre imperial; y lo que considera [para mejor] comercializarlas, es sin más ni más, una falacia a todas luces, que se desprende del sentido final de la misma frase.
Si alguna vez se le ocurriese visitar los barrios de estas latitudes e interesarse un poco por la cultura popular que no tiene precio (porque no todo es “comerciable”,¿o para usted, sí?), en cada uno verá cómo se manifiesta y se irradia hacia otros barrios capitalinos. En este caso estaremos prestos a hacerle de cicerone, con el convencimiento de que al regresar a su Palermo Soho algo nuevo se llevará aprendido de estos cielos del sur de barrios sin aditamento; pero si viene con su attaché atiborrado de esas ideas con tufillo foráneo y a cuánto en dólares el metro cuadrado si lo vendemos como Neighborhood typical, entonces no puedo garantizarle que regrese invicto a Palermo Hollywood, porque tal vez podría llevarse alguna que otra kick in the ass. Atte.: Juan Vedera.
Rubén Derlis
rubder@fibertel.com.ar
¿Se cae el Mirador?
Una de las pocas reliquias barriales del siglo XIX corre serio peligro de derrumbe. La Asociación Cuidemos al Mirador Comastri*, casi como un último recurso, envió la carta —cuyos párrafos esenciales transcribimos— al jefe de Gobierno, solicitando su urgente intervención.
Sr. Jefe de Gobierno, Jorge Telerman, S/D. Un nuevo fracaso envuelve la gestión de puesta en valor del Mirador Comastri.
En esta oportunidad, además de haberse agotado hace mucho tiempo todas las instancias de diálogo entre los vecinos y los Ministerios de Educación y de Cultura, se suma el fracaso del área Jefatura de Gobierno llevada adelante a través de la Dra. Mariana Torres y equipo de asesores.
[...] Lamentamos que ahora desde el área que depende exclusivamente de usted, se reiteren los mismos incumplimientos que en las gestiones llevadas adelante por casi un año entre vecinos y ambos Ministerios.
[...] Solicitamos su urgente intervención para que la falta de gestión en el ámbito del Ministerio de Educación, quien es hoy el actual responsable del edificio, se revierta y evitemos que se profundicen aún más las consecuencias que está provocando este nuevo fracaso de la gestión. EL MIRADOR SE ESTA CAYENDO.
Por último adjuntamos en el cuerpo de este mensaje copia del correo enviado hace dos semanas al Ministerio de Educación y aún sin respuesta donde solicitamos la urgente intervención de esa repartición a fin de que restablezca las condiciones de seguridad y protección al edificio histórico pues ha desaparecido un sector importante de rejas históricas sobre la calle Bonpland junto con la demolición de algunos pilares de mampostería de la época que conformaban el cerco perimetral. Acerca de esto último además le solicitamos instruya a las áreas que correspondan el urgente refuerzo referente a la seguridad, vigilancia y custodia del edificio hasta que se normalicen las condiciones de protección del mismo.
Atentamente. CAM “Cuidemos al Mirador Comastri”
cuidemosalmirador@gmail.com
* El Mirador Comastri queda en el barrio de Chacarita, en la manzana delimitada por Bonpland, Loyola, Fitz Roy y Aguirre.
* El Mirador Comastri queda en el barrio de Chacarita, en la manzana delimitada por Bonpland, Loyola, Fitz Roy y Aguirre.
Memorias y viñetas de la ferretería vieja
Fantásticas "gomalacas"
La rubia, la negra y la blanca, aunque la rubia no era tan rubia, ni la negra tan negra, ni la blanca tan blanca, ni debería escribirse —pienso— todo junto sino con un guión en el medio, pero yo la conocí así, palabra mágica sin costuras. Viene de la India, me decía mi viejo mientras abría los cubos de madera terciada que encerraban 100 libras de reflejos y lustres ilusorios. Una vez abiertos hundía mis brazos entre las preciadas escamas haciendo crujir unos puñados. De las tres gomalacas la blanca era la menos atractiva, no se presentaba en ambarinas transparencias, ella venía en panes compactos de cuatro o cinco kilos, como bloque de yeso satinado. ¿Por qué era mi preferida?, a que no adivinan… Bueno, les doy tres posibilidades… ¡¿cómo se te ocurre?! ¡qué degenerado!, eso no piensa un niño de ocho años, ¿vos qué decís? no, tampoco era posible, la gomalaca blanca es muy dura, no maleable como masilla, eso lo contaré en otra viñeta…, ¿se dan por vencidos ?… la prefería por el lago. No, no estoy jodiendo, era mi lago. Algunos nacieron al pie de los Andes, de los Alpes o del Kilimanjaro, yo nací en el fondo de la ferretería, ya les dije: Boedo 1561, ahí, como todos los niños inventé mis mundos. Había un pequeño patio, en el patio una barrica panzona de madera y en el fondo de la barrica los panes de gomalaca blanca. Mi lago era ése, el espejo de agua contenido entre los bordes de la barrica … barricada, barrilete, ¡asombroso !, las mismas raíces apercibo a medio siglo de distancia. Ahí permanecía horas contemplando las minúsculas criaturas que nadaban en la superficie, más tarde me explicaron Darwin, teorías evolucionistas y orígenes de los orgasmos solares, yo creía entonces que las minúsculas criaturas eran fruto de la copulación divina entre lluvia y gomalaca blanca. Sabias raíces del lenguaje, barrica-barricada protegiéndome de razones o martillos adultos, barrica-barrilete en la que volaba hacia mínimos retazos de cielo reflejados en mi lago. Una precisión: no confundir nostalgia con historia, no estoy escribiendo letra para un tango, estoy contando el devenir de las cosas, de las pequeñas cosas cotidianas que animan nuestro mundo. Ya comenzó el tercer milenio con su gama prolífica de barnices y lacas sintéticas, quedaron pocos artesanos que saben darle a la muñeca, ¡por favor, amigo, no confunda!, pajeros hay más que nunca, hablo de otra artesanía, hablo del lustre a muñeca, hoy se ha vuelto un lujo. Por supuesto que me acuerdo, disuelvan la gomalaca (rubia, negra o blanca) en alcohol (96°), embeban con esta solución un trapo de franela absorbente, envuelvan este trapo en un lienzo fino de algodón o lino, comiencen a darle a la muñeca y aprendan como hay que aprender, repitiendo ensayos y errores. Así me enseñó don Franchesco, él venía todas las semanas a comprar su kilito de gomalaca rubia para dar lustre a las máquinas de coser que reparaba y dejaba como nuevas para que las agujas sigan bailando y tejiendo abrigos, remendando y remontando las ilusiones del barrio. Don Franchesco me enseñó el lustre y el italiano, yo pensaba que hablaba español, así lo fui aprendiendo. Queridos lectores, si se les queda pegado el trapo no me hago responsable, pero no duden en escribirme. No sé si aprenderán el lustre a muñeca pero les contaré otras historias patinadas por el tiempo que tal vez resaltar puedan las vetas de la memoria.
Josecito de la ferretería (J. M.)
josemuchnik@gmail.com
Tiembla la escritura dentro del botellón
No logro imaginar el contenido fundacional del botellón que guardo, desde hace un año, en el último estante de la biblioteca. Un enigma de la creación, de esos días que pertenecieron a otros que ya no están o que ya no recuerdan. Detalles sin importancia, pequeñas señales de lo cotidiano, ruido, bulla, garabatos insignificantes en el paisaje: sí, puede ser una manera de catalogar el origen del botellón.
El envase de vidrio es un regalo de mi amiga Mónica, y desde hace un año el susodicho botellón recibe ofrendas, cumple una función; por esas cuestiones del destino se alejó del vacío al que venía tan acostumbrado y, de alguna manera, volvió a ser refugio de la memoria.
En su interior, de repente, rebotaron unas diez o quince lapiceras rojas, todas habían sido usadas en mi escritura de los últimos tiempos. Vacías picaron sobre el vidrio del interior. Luego de unos dos meses, el botellón comenzó a recibir corchos, los que prevenían de variadas botellas de vino tinto. Una botella, una noche. Un corcho y la fecha de la noche. Un corcho y el nombre de ella junto a la fecha. Lapiceras vacías, únicamente rojas porque es la única tinta que uso para escribir mis historias, y corchos, como eje fundamental de un registro de la memoria. En acción totalmente azarosa inicié el registro, y luego, pensando en él, decidí ponerle un límite: un año o una vida: la del botellón y su capacidad de manos abiertas. Titulé el conjunto (como están las entendederas artísticas, bien podría presentarme en una bienal de instaladuras conceptuales: conjunto de objetos al alcance de un caradura): Hombre que escribe y bebe, y me dije que ahí estaba el recuerdo junto a un tibio reaseguro.
De la misma manera como la lapicera y el corcho se acomodan progresivamente en el interior del botellón, la memoria recibe el goteo de los días con sus anécdotas.
Y cada memoria será creación, mundo, y al final calesita. Tener la suerte de sospechar el color o el aroma de su misterio puede ser uno de los mayores desafíos. Hay que tener algo entre manos para estar en condiciones de perderlo. A saber, la memoria se afirma y es en esta acción cuando nace la posibilidad de su pérdida, la niebla.
Puedo decir de mi memoria que la deseo clara, y sin importar lo dolorosa que por momentos pueda ser. Digo que dentro de ella quiero la imagen de mi compañera mirando por la ventana del balcón y hablando, en plena madrugada, de lo mucho que va a extrañar la vista desde este piso dieciséis; siempre en mi memoria los días de la muerte de Néstor cuando aquellos catorce años; la charla con el poeta Hugo Ditaranto en su departamento de la calle Balcarce, el mismo donde vivió el escritor Conrado Nalé Roxlo, frente al parque Rivadavia; la charla con Gabriel Montergous en una mesa del Tuñín, o bajo la sombra del bosquecito de acacias en La Caramba; los domingos de gloria cuando los asados con los amigos: Luis, Daniel, Claudio, o aquellos jueves turbios con vino de la casa sobre las mesas de Chiquilín; el sabor del salame con queso y pan cuando de pibe de siete u ocho años visitaba la casa de la abuela Eufemia; el pelo blanco de la abuela Angela; la llegada de Julio, el abuelo poeta a la casa de Martín Coronado con una lata de bizcochos Canale (la chica sigue sentada sobre su piso de lata, ya un tanto deslucido por el salvaje paso del dios del tiempo que se abate sobre todas las latas). Digo que son momentos que no voy a olvidar así viva doscientos años, y es ésta mi expresión de deseo, porque fue y es la historia, y porque simplemente la quiero.
Mi memoria tiene sus dificultades de funcionamiento; ocurre que en mi vida hay una divisoria de aguas: la colimba, aquellos tiempos en que un grupo de desquiciados intentó hacerme creer que llegado el momento debería ofrendar mi vida por la patria, la de ellos. Desde muy joven me di cuenta de que la patria de ellos no era la mía, por eso me dediqué a pelear la vida defendiendo mis patrias internas; a la hora de morir, prefiero hacerlo por un malentendido propio. Anotaba que mis días se dividen en antes y después de la subordinación y valor para que el sargento se llevara a la casa la leche que era para los soldados. Los recuerdos son mucho más claros en el después, y un tanto más difícil se me hace la certera identificación en el antes (muchas veces esto es tomado por los demás como ocultamiento del pasado): ¿cómo eras a los catorce?, ¿cómo eran tus días a los dieciocho?, ¿cómo podía ser que siendo tan lector te pudieras pasar el día jugando a la pelota?, ¿por qué no seguiste estudiando?, son algunas de las preguntas que duermen en la sombra del antes.
En mi memoria hay lugar para la reescritura de recuerdos; los diálogos vuelven a ocurrir, una y otra vez comienzan las relaciones de pareja y aparecen las palabras de los inicios, las tibias invitaciones; y también vuelven las últimas conversaciones del amor. El recuerdo se reescribe, pero todavía es posible la relativa fidelidad a la impresión de origen porque todo nuestro paisaje, interior y exterior, sigue cercano: somos más o menos los mismos, y las esquinas, los bares, las direcciones de los sucesivos departamentos alquilados siguen estando ahí.
Y no sé por qué sucede que en mi memoria, los muertos, mis muertos queridos, se van haciendo cada vez más flaquitos; ellos están, vivimos en amistad a nuestra manera; se van conmigo a los cafés, llegan de visita en los momentos del día o la noche, alegres por el encuentro, pero los veo flaquitos, como desprotegidos en su contemplación.
Pienso en Imagina de John Lennon: Imagina que no hay países, / no es difícil de hacer, /nadie por quien matar o morir, / ni tampoco religión, / imagina a toda la gente, / viviendo la vida en paz..., y entonces me parece que esta expresión de deseo toma cuerpo en nuestra memoria cotidiana. El tiempo va limando límites en la memoria (quedan afuera del limado los asesinos y sus asesinatos, las puertas violadas, los pibes robados y otras lindezas de la patria de ellos), anula asperezas, condiciona antiguas verdades, y todo puede ser reescrito en la novela propia porque el conjunto deriva hacia una cierta tranquilidad, tal vez para lograr una mejor respiración, una mejor manera de caminar por la memoria de los días en el barrio.
Los límites se borran, las figuritas se mezclan en medio de la nueva respiración, del nuevo aire que va inflando las velas de la nao que dice presente en una recién aparecida calesita de plaza; el aire viene desde el primer día, desde el lejano primer día, porque ¿cuándo es que los límites pierden alambrados?, ¿cuándo la señal grita presente?, sólo cuando estamos lejos, cuando desde adentro y afuera estamos lejos. Una presencia termina donde nunca estuvo; una frase es dicha en un lugar en el que jamás fue pronunciada; una cara permanece presente y no hay manera de hallar su nombre; un ascensor puede transformarse en montacargas y aparecer en un terreno sobre el nunca estuvo; una casilla puede ser descripta como parte de un paisaje cuando en el momento señalado ya no había casilla alguna. Haroldo Conti en su novela En vida anota: Italo trajo dos botellas de tinto reserva y a partir de ahí las cosas se volvieron confusas. Mejor dicho, no confusas sino por el contrario demasiado precisas pero sin relación, al menos la habitual, unas con otras. Cuando los años pueden jugar como el tinto reserva, y cuando en muchas de las anécdotas no se pudo anotar sobre los corchos porque la tinta de las lapiceras se había terminado, la memoria toda puede reinventarse. Es cierto, quedan, pueden quedar los testigos, pero, ¿cuántas veces hemos sido testigos acallados por el cariño? Mi viejo siempre recuerda a la hora de pensar su pintura, la enseñanza de una maestra de la primaria. Esta mujer, proveniente de Castilla La Vieja, le había enseñado el concepto de la “recordación inventiva”, dice mi viejo: La mayoría de mis obras tienen un motivo central que me lo da la naturaleza o el azar, pero todo su entorno es mío, es mi “recordación inventiva”. Este tipo de recordación, que por una lógica de trabajo, aparece tan a la mano del pintor, el escritor o el músico, es presencia, si se quiere, un tanto camuflada, en la vida de todos. Una especie de barniz con sabor a uno mismo, con apariencia de rompecabezas, propenso a las caricias, y tan relativo en su manera de caer sobre cada detalle.
Todos escribimos y reescribimos, y con los años viene esa tranquilidad en la que los límites se han ido a jugar en calesita a otras historias o se han guardado en el último silencio. Nuevas versiones transitan la tierra, versiones que tal vez nos confirman como personajes de una novela, de la novela propia. Quizá sea válido preguntarse hasta dónde es necesaria la veracidad de los hechos cuando tan humana, placentera y compañera puede ser la lectura de nuestra novela, la mejor literatura, la más cercana.
Mi botellón con lapiceras y corchos espera el tiempo por venir, y tiembla la escritura dentro del vidrio, tiembla el rastro, la señal, la marca de los amores; en el temblor el posible nacimiento de las historias; sus versiones otras, entonces, bienvenidas sean.
Edgardo Lois
elois_ar@yahoo.com.ar
POEMA
Fantásticas "gomalacas"
La rubia, la negra y la blanca, aunque la rubia no era tan rubia, ni la negra tan negra, ni la blanca tan blanca, ni debería escribirse —pienso— todo junto sino con un guión en el medio, pero yo la conocí así, palabra mágica sin costuras. Viene de la India, me decía mi viejo mientras abría los cubos de madera terciada que encerraban 100 libras de reflejos y lustres ilusorios. Una vez abiertos hundía mis brazos entre las preciadas escamas haciendo crujir unos puñados. De las tres gomalacas la blanca era la menos atractiva, no se presentaba en ambarinas transparencias, ella venía en panes compactos de cuatro o cinco kilos, como bloque de yeso satinado. ¿Por qué era mi preferida?, a que no adivinan… Bueno, les doy tres posibilidades… ¡¿cómo se te ocurre?! ¡qué degenerado!, eso no piensa un niño de ocho años, ¿vos qué decís? no, tampoco era posible, la gomalaca blanca es muy dura, no maleable como masilla, eso lo contaré en otra viñeta…, ¿se dan por vencidos ?… la prefería por el lago. No, no estoy jodiendo, era mi lago. Algunos nacieron al pie de los Andes, de los Alpes o del Kilimanjaro, yo nací en el fondo de la ferretería, ya les dije: Boedo 1561, ahí, como todos los niños inventé mis mundos. Había un pequeño patio, en el patio una barrica panzona de madera y en el fondo de la barrica los panes de gomalaca blanca. Mi lago era ése, el espejo de agua contenido entre los bordes de la barrica … barricada, barrilete, ¡asombroso !, las mismas raíces apercibo a medio siglo de distancia. Ahí permanecía horas contemplando las minúsculas criaturas que nadaban en la superficie, más tarde me explicaron Darwin, teorías evolucionistas y orígenes de los orgasmos solares, yo creía entonces que las minúsculas criaturas eran fruto de la copulación divina entre lluvia y gomalaca blanca. Sabias raíces del lenguaje, barrica-barricada protegiéndome de razones o martillos adultos, barrica-barrilete en la que volaba hacia mínimos retazos de cielo reflejados en mi lago. Una precisión: no confundir nostalgia con historia, no estoy escribiendo letra para un tango, estoy contando el devenir de las cosas, de las pequeñas cosas cotidianas que animan nuestro mundo. Ya comenzó el tercer milenio con su gama prolífica de barnices y lacas sintéticas, quedaron pocos artesanos que saben darle a la muñeca, ¡por favor, amigo, no confunda!, pajeros hay más que nunca, hablo de otra artesanía, hablo del lustre a muñeca, hoy se ha vuelto un lujo. Por supuesto que me acuerdo, disuelvan la gomalaca (rubia, negra o blanca) en alcohol (96°), embeban con esta solución un trapo de franela absorbente, envuelvan este trapo en un lienzo fino de algodón o lino, comiencen a darle a la muñeca y aprendan como hay que aprender, repitiendo ensayos y errores. Así me enseñó don Franchesco, él venía todas las semanas a comprar su kilito de gomalaca rubia para dar lustre a las máquinas de coser que reparaba y dejaba como nuevas para que las agujas sigan bailando y tejiendo abrigos, remendando y remontando las ilusiones del barrio. Don Franchesco me enseñó el lustre y el italiano, yo pensaba que hablaba español, así lo fui aprendiendo. Queridos lectores, si se les queda pegado el trapo no me hago responsable, pero no duden en escribirme. No sé si aprenderán el lustre a muñeca pero les contaré otras historias patinadas por el tiempo que tal vez resaltar puedan las vetas de la memoria.
Josecito de la ferretería (J. M.)
josemuchnik@gmail.com
Tiembla la escritura dentro del botellón
No logro imaginar el contenido fundacional del botellón que guardo, desde hace un año, en el último estante de la biblioteca. Un enigma de la creación, de esos días que pertenecieron a otros que ya no están o que ya no recuerdan. Detalles sin importancia, pequeñas señales de lo cotidiano, ruido, bulla, garabatos insignificantes en el paisaje: sí, puede ser una manera de catalogar el origen del botellón.
El envase de vidrio es un regalo de mi amiga Mónica, y desde hace un año el susodicho botellón recibe ofrendas, cumple una función; por esas cuestiones del destino se alejó del vacío al que venía tan acostumbrado y, de alguna manera, volvió a ser refugio de la memoria.
En su interior, de repente, rebotaron unas diez o quince lapiceras rojas, todas habían sido usadas en mi escritura de los últimos tiempos. Vacías picaron sobre el vidrio del interior. Luego de unos dos meses, el botellón comenzó a recibir corchos, los que prevenían de variadas botellas de vino tinto. Una botella, una noche. Un corcho y la fecha de la noche. Un corcho y el nombre de ella junto a la fecha. Lapiceras vacías, únicamente rojas porque es la única tinta que uso para escribir mis historias, y corchos, como eje fundamental de un registro de la memoria. En acción totalmente azarosa inicié el registro, y luego, pensando en él, decidí ponerle un límite: un año o una vida: la del botellón y su capacidad de manos abiertas. Titulé el conjunto (como están las entendederas artísticas, bien podría presentarme en una bienal de instaladuras conceptuales: conjunto de objetos al alcance de un caradura): Hombre que escribe y bebe, y me dije que ahí estaba el recuerdo junto a un tibio reaseguro.
De la misma manera como la lapicera y el corcho se acomodan progresivamente en el interior del botellón, la memoria recibe el goteo de los días con sus anécdotas.
Y cada memoria será creación, mundo, y al final calesita. Tener la suerte de sospechar el color o el aroma de su misterio puede ser uno de los mayores desafíos. Hay que tener algo entre manos para estar en condiciones de perderlo. A saber, la memoria se afirma y es en esta acción cuando nace la posibilidad de su pérdida, la niebla.
Puedo decir de mi memoria que la deseo clara, y sin importar lo dolorosa que por momentos pueda ser. Digo que dentro de ella quiero la imagen de mi compañera mirando por la ventana del balcón y hablando, en plena madrugada, de lo mucho que va a extrañar la vista desde este piso dieciséis; siempre en mi memoria los días de la muerte de Néstor cuando aquellos catorce años; la charla con el poeta Hugo Ditaranto en su departamento de la calle Balcarce, el mismo donde vivió el escritor Conrado Nalé Roxlo, frente al parque Rivadavia; la charla con Gabriel Montergous en una mesa del Tuñín, o bajo la sombra del bosquecito de acacias en La Caramba; los domingos de gloria cuando los asados con los amigos: Luis, Daniel, Claudio, o aquellos jueves turbios con vino de la casa sobre las mesas de Chiquilín; el sabor del salame con queso y pan cuando de pibe de siete u ocho años visitaba la casa de la abuela Eufemia; el pelo blanco de la abuela Angela; la llegada de Julio, el abuelo poeta a la casa de Martín Coronado con una lata de bizcochos Canale (la chica sigue sentada sobre su piso de lata, ya un tanto deslucido por el salvaje paso del dios del tiempo que se abate sobre todas las latas). Digo que son momentos que no voy a olvidar así viva doscientos años, y es ésta mi expresión de deseo, porque fue y es la historia, y porque simplemente la quiero.
Mi memoria tiene sus dificultades de funcionamiento; ocurre que en mi vida hay una divisoria de aguas: la colimba, aquellos tiempos en que un grupo de desquiciados intentó hacerme creer que llegado el momento debería ofrendar mi vida por la patria, la de ellos. Desde muy joven me di cuenta de que la patria de ellos no era la mía, por eso me dediqué a pelear la vida defendiendo mis patrias internas; a la hora de morir, prefiero hacerlo por un malentendido propio. Anotaba que mis días se dividen en antes y después de la subordinación y valor para que el sargento se llevara a la casa la leche que era para los soldados. Los recuerdos son mucho más claros en el después, y un tanto más difícil se me hace la certera identificación en el antes (muchas veces esto es tomado por los demás como ocultamiento del pasado): ¿cómo eras a los catorce?, ¿cómo eran tus días a los dieciocho?, ¿cómo podía ser que siendo tan lector te pudieras pasar el día jugando a la pelota?, ¿por qué no seguiste estudiando?, son algunas de las preguntas que duermen en la sombra del antes.
En mi memoria hay lugar para la reescritura de recuerdos; los diálogos vuelven a ocurrir, una y otra vez comienzan las relaciones de pareja y aparecen las palabras de los inicios, las tibias invitaciones; y también vuelven las últimas conversaciones del amor. El recuerdo se reescribe, pero todavía es posible la relativa fidelidad a la impresión de origen porque todo nuestro paisaje, interior y exterior, sigue cercano: somos más o menos los mismos, y las esquinas, los bares, las direcciones de los sucesivos departamentos alquilados siguen estando ahí.
Y no sé por qué sucede que en mi memoria, los muertos, mis muertos queridos, se van haciendo cada vez más flaquitos; ellos están, vivimos en amistad a nuestra manera; se van conmigo a los cafés, llegan de visita en los momentos del día o la noche, alegres por el encuentro, pero los veo flaquitos, como desprotegidos en su contemplación.
Pienso en Imagina de John Lennon: Imagina que no hay países, / no es difícil de hacer, /nadie por quien matar o morir, / ni tampoco religión, / imagina a toda la gente, / viviendo la vida en paz..., y entonces me parece que esta expresión de deseo toma cuerpo en nuestra memoria cotidiana. El tiempo va limando límites en la memoria (quedan afuera del limado los asesinos y sus asesinatos, las puertas violadas, los pibes robados y otras lindezas de la patria de ellos), anula asperezas, condiciona antiguas verdades, y todo puede ser reescrito en la novela propia porque el conjunto deriva hacia una cierta tranquilidad, tal vez para lograr una mejor respiración, una mejor manera de caminar por la memoria de los días en el barrio.
Los límites se borran, las figuritas se mezclan en medio de la nueva respiración, del nuevo aire que va inflando las velas de la nao que dice presente en una recién aparecida calesita de plaza; el aire viene desde el primer día, desde el lejano primer día, porque ¿cuándo es que los límites pierden alambrados?, ¿cuándo la señal grita presente?, sólo cuando estamos lejos, cuando desde adentro y afuera estamos lejos. Una presencia termina donde nunca estuvo; una frase es dicha en un lugar en el que jamás fue pronunciada; una cara permanece presente y no hay manera de hallar su nombre; un ascensor puede transformarse en montacargas y aparecer en un terreno sobre el nunca estuvo; una casilla puede ser descripta como parte de un paisaje cuando en el momento señalado ya no había casilla alguna. Haroldo Conti en su novela En vida anota: Italo trajo dos botellas de tinto reserva y a partir de ahí las cosas se volvieron confusas. Mejor dicho, no confusas sino por el contrario demasiado precisas pero sin relación, al menos la habitual, unas con otras. Cuando los años pueden jugar como el tinto reserva, y cuando en muchas de las anécdotas no se pudo anotar sobre los corchos porque la tinta de las lapiceras se había terminado, la memoria toda puede reinventarse. Es cierto, quedan, pueden quedar los testigos, pero, ¿cuántas veces hemos sido testigos acallados por el cariño? Mi viejo siempre recuerda a la hora de pensar su pintura, la enseñanza de una maestra de la primaria. Esta mujer, proveniente de Castilla La Vieja, le había enseñado el concepto de la “recordación inventiva”, dice mi viejo: La mayoría de mis obras tienen un motivo central que me lo da la naturaleza o el azar, pero todo su entorno es mío, es mi “recordación inventiva”. Este tipo de recordación, que por una lógica de trabajo, aparece tan a la mano del pintor, el escritor o el músico, es presencia, si se quiere, un tanto camuflada, en la vida de todos. Una especie de barniz con sabor a uno mismo, con apariencia de rompecabezas, propenso a las caricias, y tan relativo en su manera de caer sobre cada detalle.
Todos escribimos y reescribimos, y con los años viene esa tranquilidad en la que los límites se han ido a jugar en calesita a otras historias o se han guardado en el último silencio. Nuevas versiones transitan la tierra, versiones que tal vez nos confirman como personajes de una novela, de la novela propia. Quizá sea válido preguntarse hasta dónde es necesaria la veracidad de los hechos cuando tan humana, placentera y compañera puede ser la lectura de nuestra novela, la mejor literatura, la más cercana.
Mi botellón con lapiceras y corchos espera el tiempo por venir, y tiembla la escritura dentro del vidrio, tiembla el rastro, la señal, la marca de los amores; en el temblor el posible nacimiento de las historias; sus versiones otras, entonces, bienvenidas sean.
Edgardo Lois
elois_ar@yahoo.com.ar
POEMA
TAXI LIBRE
Subí a mi taxi, Homero,
acompañame a recorrer las calles,
ese mar de adoquines que nos lleva
a compartir recuerdos y nostalgias.
Sentate aquí a mi lado
pasajero del tango y la poesía.
Sabés, Homero, trabajo sin descanso
murmurando entre dientes tus canciones,
tus tangos me apuntalan,
me pasan por las venas
y borran el dolor y los rencores
por el magro jornal o la injusticia.
A veces me detengo ante un farol
erguido como ayer en una esquina,
o busco el terraplén o la herrería
o los ojos oscuros de Malena.
Fantasmas del ayer acurrucados
en un viejo tranvía o en un coche de plaza.
Me apropié de tu Pompeya y tu Boedo,
transité la soledad de tu Añatuya,
leí a Lorca, admiré a Yrigoyen,
me embriagué con tus versos,
con esas letras de desengaños y aventuras.
Me decís que tu tiempo se ha cumplido,
que te espera tu lugar, allí en la altura.
Subirás por un largo pentagrama
con música de bandoneón y de violines.
En mi taxi guardaré toda tu esencia
aunque el moderno reloj indique Libre.
Marta Vega de Bonifacio
Segundo premio del concurso “Un poema para Homero”,
organizado por “Baires Popular”. Marta Vega de Bonifacio (Seud.: Acuarela)
EDITORIAL
Cerca, muy cerca, el rastro del horror
Ocho de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. En la esquina de Urquiza y Estados Unidos la iglesia de la Santa Cruz cobija a un grupo de familiares de detenidos por la dictadura. A casi dos años del comienzo del horror es necesario divulgar los nombres de aquellos que han sido privados de su libertad. El rubio aquel parece uno de los más activos a la hora de recaudar fondos. Ya está, la suma alcanza para la solicitada, pueden salir... Ignoran que parten hacia la muerte.
Al rubio aquel no le es necesario el beso de Judas, sólo le basta con abrir la puerta del templo para que el Grupo de Tareas GT332 de la Armada secuestre a Esther Careaga, Mary Bianco, Alice Domon, Angela Auad, Patricia Oviedo, Raquel Bulit y Gabriel Horane. Como parte del mismo operativo esa mañana había sido detenido Remo Berardo y por la tarde Julio Fondovila junto a Horacio Elbert. El 10 de diciembre de 1977, dos días después, en el diario “La Nación”, a pesar de todo, aparece la solicitada de Las Madres que aún conservan su libertad.
Ese mismo día se cierra el círculo de la Santa Cruz sobre Azucena Villaflor y la religiosa franco-argentina Leonie Duquet, en diferentes zonas de la provincia de Buenos Aires.
Desde mayo, en que el padre Mateo Perdía había abierto las puertas de la iglesia para que se reuniesen los familiares de los secuestrados, la importancia de Las Madres había cobrado un relieve que resultaba intolerable al proceso de exterminio nacional. Bien lo sabía el rubio aquel que conocía los pasos de todos desde adentro mismo de su calzado. Sorbía mate en la misma bombilla de las atribuladas madres y, seguramente, vertía lágrimas de acrílico acompañando la congoja de aquellas mujeres que harían de los pañuelos su símbolo de lucha. Le bastó con señalarlas en un despliegue de valor que no pudo lucir con sus amigos lagartos al entregar sus armas sin haberlas usado en las Georgias, tiempo después. El rubio aquel, el teniente de navío Alfredo Astiz, aún espera en un ignoto banquillo una Justicia que haga justicia, más allá de los escupitajos y trompadas que recibe cuando asoma su ya ajado rostro a la vida pública.
Treinta años han pasado de aquel horror.
Hace tan sólo un par de años el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó y recuperó a cinco personas integrantes del grupo de la Santa Cruz, quienes fueron vistas en la ESMA según testimonios de sobrevivientes y constató que habían sido torturadas, arrojadas vivas al mar en los conocidos “vuelos de la muerte” y enterradas como NN en diciembre de 1977 en el cementerio de General Lavalle.
Sus familiares decidieron “sembrarlas” en el Solar de la Iglesia de la Santa Cruz. Son las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo: Mary Bianco y Esther Careaga. También han sido esparcidas parte de las cenizas de Azucena Villaflor, junto a los restos de la religiosa Leonie Duquet y de la militante de Derechos Humanos Angela Auad.
De aquellas terribles jornadas permanecen desaparecidos: Remo Berardo, Raquel Bulit, Julio Fondovila, Horacio Elbert, Gabriel Horane, Patricia Oviedo y la religiosa Alice Domon.
La Comunidad Pasionista y el Equipo de Derechos Humanos de la Iglesia de la Santa Cruz convocan a un acto-homenaje el sábado 8 de diciembre a las 18.30 en Urquiza y EE. UU. al cumplirse 30 años de los secuestros perpetrados el 8 y el 10 de diciembre de 1977.
Mario Bellocchio
(Sobre datos recabados al Equipo de Derechos Humanos de la Iglesia de la Santa Cruz)
Homenaje en “Tierra Santa”
El domingo 11 de noviembre, en el marco del 125º aniversario del nacimiento de Lorenzo Massa, en la plaza que lleva su nombre, ubicada en Mármol y Salcedo, la Subcomisión del Hincha concretó un homenaje a los viejos deportistas de San Lorenzo de Almagro que contribuyeron a la grandeza de la Institución allá en los tiempos en que el Viejo Gasómetro albergaba las glorias futboleras todos los domingos. El ya legendario padre Pizzulli, párroco de la capilla de la calle México, recordó con sentidas palabras vida y obra del cura Massa a quien tuvo la suerte de conocer. Desfilaron ante el numeroso público, y recibieron su nostalgioso recuerdo, los deportistas de todas las disciplinas que formaron parte de la Institución. La Subcomisión del Hincha de San Lorenzo exhibió con legítimo orgullo el predio que contribuyó a recuperar –sin apoyo oficial– para el patrimonio azulgrana y, como manifiesta su mentor, Adolfo Res, van por más. A la vista de lo conseguido hasta el momento los del supermercado contiguo ya deben estar preocupados.
“Manzi, una geografia”, premios a los poetas y la “Orden del Buzón” al director de “Desde Boedo”
Subí a mi taxi, Homero,
acompañame a recorrer las calles,
ese mar de adoquines que nos lleva
a compartir recuerdos y nostalgias.
Sentate aquí a mi lado
pasajero del tango y la poesía.
Sabés, Homero, trabajo sin descanso
murmurando entre dientes tus canciones,
tus tangos me apuntalan,
me pasan por las venas
y borran el dolor y los rencores
por el magro jornal o la injusticia.
A veces me detengo ante un farol
erguido como ayer en una esquina,
o busco el terraplén o la herrería
o los ojos oscuros de Malena.
Fantasmas del ayer acurrucados
en un viejo tranvía o en un coche de plaza.
Me apropié de tu Pompeya y tu Boedo,
transité la soledad de tu Añatuya,
leí a Lorca, admiré a Yrigoyen,
me embriagué con tus versos,
con esas letras de desengaños y aventuras.
Me decís que tu tiempo se ha cumplido,
que te espera tu lugar, allí en la altura.
Subirás por un largo pentagrama
con música de bandoneón y de violines.
En mi taxi guardaré toda tu esencia
aunque el moderno reloj indique Libre.
Marta Vega de Bonifacio
Segundo premio del concurso “Un poema para Homero”,
organizado por “Baires Popular”. Marta Vega de Bonifacio (Seud.: Acuarela)
EDITORIAL
Cerca, muy cerca, el rastro del horror
Ocho de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. En la esquina de Urquiza y Estados Unidos la iglesia de la Santa Cruz cobija a un grupo de familiares de detenidos por la dictadura. A casi dos años del comienzo del horror es necesario divulgar los nombres de aquellos que han sido privados de su libertad. El rubio aquel parece uno de los más activos a la hora de recaudar fondos. Ya está, la suma alcanza para la solicitada, pueden salir... Ignoran que parten hacia la muerte.
Al rubio aquel no le es necesario el beso de Judas, sólo le basta con abrir la puerta del templo para que el Grupo de Tareas GT332 de la Armada secuestre a Esther Careaga, Mary Bianco, Alice Domon, Angela Auad, Patricia Oviedo, Raquel Bulit y Gabriel Horane. Como parte del mismo operativo esa mañana había sido detenido Remo Berardo y por la tarde Julio Fondovila junto a Horacio Elbert. El 10 de diciembre de 1977, dos días después, en el diario “La Nación”, a pesar de todo, aparece la solicitada de Las Madres que aún conservan su libertad.
Ese mismo día se cierra el círculo de la Santa Cruz sobre Azucena Villaflor y la religiosa franco-argentina Leonie Duquet, en diferentes zonas de la provincia de Buenos Aires.
Desde mayo, en que el padre Mateo Perdía había abierto las puertas de la iglesia para que se reuniesen los familiares de los secuestrados, la importancia de Las Madres había cobrado un relieve que resultaba intolerable al proceso de exterminio nacional. Bien lo sabía el rubio aquel que conocía los pasos de todos desde adentro mismo de su calzado. Sorbía mate en la misma bombilla de las atribuladas madres y, seguramente, vertía lágrimas de acrílico acompañando la congoja de aquellas mujeres que harían de los pañuelos su símbolo de lucha. Le bastó con señalarlas en un despliegue de valor que no pudo lucir con sus amigos lagartos al entregar sus armas sin haberlas usado en las Georgias, tiempo después. El rubio aquel, el teniente de navío Alfredo Astiz, aún espera en un ignoto banquillo una Justicia que haga justicia, más allá de los escupitajos y trompadas que recibe cuando asoma su ya ajado rostro a la vida pública.
Treinta años han pasado de aquel horror.
Hace tan sólo un par de años el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó y recuperó a cinco personas integrantes del grupo de la Santa Cruz, quienes fueron vistas en la ESMA según testimonios de sobrevivientes y constató que habían sido torturadas, arrojadas vivas al mar en los conocidos “vuelos de la muerte” y enterradas como NN en diciembre de 1977 en el cementerio de General Lavalle.
Sus familiares decidieron “sembrarlas” en el Solar de la Iglesia de la Santa Cruz. Son las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo: Mary Bianco y Esther Careaga. También han sido esparcidas parte de las cenizas de Azucena Villaflor, junto a los restos de la religiosa Leonie Duquet y de la militante de Derechos Humanos Angela Auad.
De aquellas terribles jornadas permanecen desaparecidos: Remo Berardo, Raquel Bulit, Julio Fondovila, Horacio Elbert, Gabriel Horane, Patricia Oviedo y la religiosa Alice Domon.
La Comunidad Pasionista y el Equipo de Derechos Humanos de la Iglesia de la Santa Cruz convocan a un acto-homenaje el sábado 8 de diciembre a las 18.30 en Urquiza y EE. UU. al cumplirse 30 años de los secuestros perpetrados el 8 y el 10 de diciembre de 1977.
Mario Bellocchio
(Sobre datos recabados al Equipo de Derechos Humanos de la Iglesia de la Santa Cruz)
Homenaje en “Tierra Santa”
El domingo 11 de noviembre, en el marco del 125º aniversario del nacimiento de Lorenzo Massa, en la plaza que lleva su nombre, ubicada en Mármol y Salcedo, la Subcomisión del Hincha concretó un homenaje a los viejos deportistas de San Lorenzo de Almagro que contribuyeron a la grandeza de la Institución allá en los tiempos en que el Viejo Gasómetro albergaba las glorias futboleras todos los domingos. El ya legendario padre Pizzulli, párroco de la capilla de la calle México, recordó con sentidas palabras vida y obra del cura Massa a quien tuvo la suerte de conocer. Desfilaron ante el numeroso público, y recibieron su nostalgioso recuerdo, los deportistas de todas las disciplinas que formaron parte de la Institución. La Subcomisión del Hincha de San Lorenzo exhibió con legítimo orgullo el predio que contribuyó a recuperar –sin apoyo oficial– para el patrimonio azulgrana y, como manifiesta su mentor, Adolfo Res, van por más. A la vista de lo conseguido hasta el momento los del supermercado contiguo ya deben estar preocupados.
“Manzi, una geografia”, premios a los poetas y la “Orden del Buzón” al director de “Desde Boedo”
En la tarde del 20 de noviembre, el auditorio del Museo Monte de Piedad colmó sus butacas con el público que dio marco a la proyección de “Manzi, una geografía”, el exhaustivo trabajo de Diego Ruiz que tradujo en imágenes Mario Bellocchio. La realización lució con el equipamiento técnico del Museo –al que agradecemos las facilidades dispuestas para el evento– y contó, además, con la colaboración de Leonardo Busquet quien aportó su atildada interpretación para la voz de Homero Manzi. La ilustración en imágenes y sonidos recibió dos importantes aportes: el del archivo personal de Acho Manzi y el del Museo Manoblanca que en la persona de Gregorio Plotnicki –su director– se puso, al igual que Acho, a disposición para ofrecer su valioso material que se agregó al archivo de DESDE BOEDO.
Durante el transcurso de la presentación se entregaron los premios del concurso de poesía “Un poema para Homero” y Gregorio Plotnicki en nombre del Museo Manoblanca distinguió a Mario Bellocchio con la “Orden del Buzón”. El preciado trofeo fue agradecido por nuestro director con visible emoción.
CULTURA GRATUITA
Durante el transcurso de la presentación se entregaron los premios del concurso de poesía “Un poema para Homero” y Gregorio Plotnicki en nombre del Museo Manoblanca distinguió a Mario Bellocchio con la “Orden del Buzón”. El preciado trofeo fue agradecido por nuestro director con visible emoción.
CULTURA GRATUITA
Escuela de Capacitación Docente
Centro de Pedagogías de Anticipación
El sábado 10 de noviembre se llevó a cabo en las instalaciones del Café Margot (Boedo y San Ignacio) una actividad abierta para todos los docentes de la Ciudad sobre el tema: "Narrativas de denuncia social: los escritores de Boedo": Coordinados por el profesor Matías Perla los participantes abordaron temas tales como ¿Quiénes fueron los escritores que conformaron el mítico "Grupo de Boedo" en los años '20 y '30? ¿Qué diferencias mantenían con Borges y los escritores de "Florida"? ¿Por qué quedaron excluidos del canon literario y de los manuales escolares? Y hoy, ¿existen escritores que puedan considerarse "de Boedo"? Aguardamos los resultados del destacado trabajo.
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El sábado 10 de noviembre se llevó a cabo en las instalaciones del Café Margot (Boedo y San Ignacio) una actividad abierta para todos los docentes de la Ciudad sobre el tema: "Narrativas de denuncia social: los escritores de Boedo": Coordinados por el profesor Matías Perla los participantes abordaron temas tales como ¿Quiénes fueron los escritores que conformaron el mítico "Grupo de Boedo" en los años '20 y '30? ¿Qué diferencias mantenían con Borges y los escritores de "Florida"? ¿Por qué quedaron excluidos del canon literario y de los manuales escolares? Y hoy, ¿existen escritores que puedan considerarse "de Boedo"? Aguardamos los resultados del destacado trabajo.
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LA ORUGA
Queremos recuperar el espacio público como espacio de lucha, memoria y resistencia, caminando junto con todos los vecinos y vecinas.
Biblioteca pública de La Oruga: todos los sábados de 16 a 19 hs en la plaza de México y Jujuy.
Páginaweb:www.laorugaweb.com.ar
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C.I.M.U. Club Itinerante de Música Urbana
C.I.M.U. Club Itinerante de Música Urbana
CARTELERA DICIEMBRE de 2007.
AUSPICIA gobBsAs - Min. de Cultura - CGP P. Chacabuco
NO SE COBRA ENTRADA NI DERECHO DE ESPECTACULO
NO SE COBRA ENTRADA NI DERECHO DE ESPECTACULO
SAN TELMO - PRIMO HUMBERTO (Humberto I 473. 4 300-8621)
Viernes 21:30Hs
7/12 Gonzalo Díaz (guitarra) / TANGO
14/12 Fabiola Costa (voz) Pablo Navarrete (piano) JAZZ ELECTRONICO
21/12 Horacio Acosta (piano) Diego Freue (bajo)
28/12 Nicolás Trono (guit.) Exequiel Bernard (guit.) Guido Edul (guit.) / TANGO
14/12 Fabiola Costa (voz) Pablo Navarrete (piano) JAZZ ELECTRONICO
21/12 Horacio Acosta (piano) Diego Freue (bajo)
28/12 Nicolás Trono (guit.) Exequiel Bernard (guit.) Guido Edul (guit.) / TANGO
Sábados 21:30 Hs
01/12 Tavo Santo (voz) Javier Bagalá (guitarra) / JAZZ
08/12 Mauro Vicino (guitarra) Emiliano González (guit.) / JAZZ
15/12 Marcos Serra (guitarra) Gabriel Knoll (piano) Marcelo Pereiro (bajo) / JAZZ
22/12 Omar Garayalde (guit.) José Pérez Vargas (bajo) / JAZZ
29/12 Omar Garayalde (guitarra) Tom Núñez (bajo y voz) Julio Di Carlo (piano) / JAZZ
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ESPECTACULOS EN LOS BARES NOTABLES
Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables,
08/12 Mauro Vicino (guitarra) Emiliano González (guit.) / JAZZ
15/12 Marcos Serra (guitarra) Gabriel Knoll (piano) Marcelo Pereiro (bajo) / JAZZ
22/12 Omar Garayalde (guit.) José Pérez Vargas (bajo) / JAZZ
29/12 Omar Garayalde (guitarra) Tom Núñez (bajo y voz) Julio Di Carlo (piano) / JAZZ
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ESPECTACULOS EN LOS BARES NOTABLES
Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables,
que coordina la Subsecretaría de Patrimonio del Ministeriode Cultura de la Ciudad
LAS MOROCHAS (Tango Instrumental) - Sábado 8 - 19:30 HS - CONF. del H. CASTELAR - Av de Mayo 1148- Tel.: 4383-5000 / 9
AEREAS (Música Popular)Sábados 8 y 15 - 23:00 HS - BARBARO - Tres Sargentos 415 (Retiro) - Tel.: 4 311-6856
CUARTETO BIEN PULENTA (Tango) Sábados 8 y 15 - 21:30 HSLA CORUÑA - Bolívar 982 / 94 - Tel.: 4 362-7637 / 7633
ENTRADA LIBRE NO SE COBRA DERECHO A SHOWENTRADA SUJETA A LA CAPACIDAD DEL LOCAL
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CURSOS GRATUITOS DE DANZA
ESCUELA DE DANZAS “A.V. Mastrazzi” - GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BS. AS. - MIN. DE EDUCACION - DIR. DEL AREA DE EDUC. ARTISTICA - ENSEÑANZA OFICIAL Y GRATUITA
CURSOS GRATUITOS DE DANZA
ESCUELA DE DANZAS “A.V. Mastrazzi” - GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BS. AS. - MIN. DE EDUCACION - DIR. DEL AREA DE EDUC. ARTISTICA - ENSEÑANZA OFICIAL Y GRATUITA
Está abierta la inscripción para la carrera de danza, que se cursa en forma totalmente gratuita.Título: Maestro/a de danza.
Turnos mañana o tarde. Formación artística y pedagógica
Algunas de las materias que se cursan: danza clásica, danza moderna, danzas folklóricas argentinas, música, artes plásticas, francés, historia de la danza, historia del arte, piano, pedagogía, didáctica, etc.
Posibilidad de cursar el Bachillerato en el mismo Establecimiento. Se realizan actuaciones en teatros e instituciones.
La Escuela cuenta con un Ballet institucional integrado por alumnos y egresados
Informes e inscripción: Esmeralda 285 Cap. Fed. (a 2 cuadras del Obelisco) Tel: 4 326-5478 / 4 326-2942. De 9 a 12 y de 14 a 16 hs.
http://www.buenosaires.govar/areas/educacion/escuelas/escuelas/artistica/danzas/default.htm. Inicio de clases: marzo 2008
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CICLO DE CINE:
“CINE ARGENTINO Y LITERATURA”
LOS MARTES A LAS 19 HS.
Martes 11 - Sudeste (2002) Dirección: Sergio Bellotti
Guión: Daniel Guebel y Sergio Bellotti sobre la novela homónima de Haroldo Conti
Martes 18 - Lugares comunes (2002) Dir.: A. Aristarain
Guión: Adolfo Aristarain y Kathy Saavedra sobre la base de la novela homónima de Lorenzo F. Aristarain
Martes 11 - Sudeste (2002) Dirección: Sergio Bellotti
Guión: Daniel Guebel y Sergio Bellotti sobre la novela homónima de Haroldo Conti
Martes 18 - Lugares comunes (2002) Dir.: A. Aristarain
Guión: Adolfo Aristarain y Kathy Saavedra sobre la base de la novela homónima de Lorenzo F. Aristarain
Biblioteca Ricardo Güiraldes - Talcahuano 1261
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA - Informes:
prensa_dglibro@buenosaires.gov.ar.
prensa_dglibro@buenosaires.gov.ar.
Tel.: 4 812 1840 int 113 - www.bibliotecas.gov.ar
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